La guerra es un deporte de lucha que, según Terry Pratchett, es como una pelea de borrachos en un bar, en la que, tras los preceptivos insultos y amenazas (sal a la calle y te lo explico, ¿tú y cuántos más?, etc), cada uno de los líderes dispone de un ejército.

La guerra es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Es el más antiguo y el peor de todos los que hemos sacado en esta lista, pero su número de practicantes, voluntarios o forzosos, sigue creciendo.

Ir a la guerra por tu país o tus ideales siempre se consideró una cuestión de honor y valentía, a la que se tenía que ir contento y cantando himnos (y borracho o drogado, aunque eso se suele omitir). Uno de los libros del susodicho Pratchett, “Voto a bríos”, describe perfectamente esa sensación de “euforia prebélica” por ir a pegarse con otros chavales de tu edad sólo porque nuestros mandamases se odian o quieren más territorio a costa del enemigo. En el original, el libro se llama “Jingo”, que es un palabro británico relativo al nacionalismo militarista y expansionista sobre otras naciones, razas o religiones, a las que hay que conquistar porque yo lo valgo (entendiendo ese yo como la patria).

Este expansionismo donde ya no había sitio fue una de las causas de la Primera Guerra Mundial. Una antigua máxima dice “si vis pacem, para bellum”. Sin embargo, en este conflicto se produjo el hecho inverso; todos se preparaban para la guerra tan deprisa que, en lugar de disuasión, el miedo a que los rivales se adelantaran y atacasen por sorpresa precipitó los acontecimientos. Soldados de todos los países, contagiados por la propaganda que vendía una “guerra justa”, estaban seguros de volver a casa por Navidad, tras apalizar al enemigo; pero las trincheras pronto estabilizaron el frente, y aquello se convirtió en una máquina de picar carne de tropa durante más de cuatro años.

Sobre la Segunda Guerra Mundial, muchas veces se nos ha dicho que la cobardía de los líderes occidentales tras las anexiones, por parte de Hitler, de los Sudetes y Austria, fue contraproducente y condujo al ataque a Polonia; tras la cual ya sí que hubo una respuesta valiente. Pero la confianza en sí mismos de los generales también tuvo su parte de culpa. Por un lado, Polonia respondía sin ceder a las bravuconadas alemanas sobre el corredor de Danzig, confiada en la ayuda de Francia e Inglaterra (y alomojó también de la muy antifascista Unión Soviética) y en su propio ejército; ya que según las teorías imperantes desde la antigüedad hasta 1918 (y en el Risk) era necesaria una proporción de fuerzas de 2 a 1 o hasta de 3 a 1 para iniciar un ataque contra el ejército que defiende con posibilidades de éxito. Por otro, Alemania estaba confiada en que estos países se volverían a acobardar; y en caso contrario, estaba segura de vencer. Y tanto Francia como Inglaterra suponían que sus fuerzas combinadas y la Línea Maginot bastarían para derrotar a Alemania. La táctica y la tecnología se encargaron de demostrar que no era tan fácil. El resultado, sí, finalmente fue una victoria aliada; pero para Polonia, que era el “casus belli”, supuso devastación, millones de muertos y pasar a ser un estado títere de la URSS*. Con su honor a salvo y monumentos a los caídos, eso sí. ¿Qué hubiera pasado si se hubiesen achantado ante Hitler? A cojón visto, la valentía polaca salió mal, pero no sabemos dónde se habrían detenido las ganas de Lebensraum del bigotes; y los analistas coinciden en que haber dado más tiempo a los nazis les habría permitido tener más y mejores armas.

Las religiones también han tenido un gran papel en esto de montar guerras, si bien muchas veces era más una excusa para justificarse y motivar a la soldadesca; y el trasfondo real era meramente de poder y territorios para los que mandaban. Eso de que matar infieles está bien pero si te matan ellos a ti irás al cielo es un win-win que nunca falla para convencer a valientes. Pocos se paran a pensar en aquellos ripios…

Vinieron los sarracenos
y nos molieron a palos,
que Dios ayuda a los malos
cuando son más que los buenos.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación, y ójala existieran un infierno, un karma y reencarnaciones en escarabajo para todos los que promueven estas matanzas, empezando por los diminutivos (Putín y Benjamín).

(*) De hecho, Churchill, rendida Alemania, quería continuar la guerra hasta liberar Polonia de las garras soviéticas, y preguntó a sus generales** por la viabilidad de la operación. Le respondieron algo parecido a eso de “No es por no ir…”.
(**) Stalin preguntó a los suyos lo mismo, en este caso, para seguir liberando el resto de Europa*** de las garras capitalistas, con similar respuesta por parte de sus generales terminados en “ov” o “enko”.
(***) Por cierto, al principio de la guerra muchos comunistas franceses estaban en contra de la intervención contra Alemania; pero no por pacifismo, sino porque técnicamente supondría declarar la guerra**** a su amada URSS, aliada de los nazis en ese momento.
(****) Tanto Francia como Inglaterra estuvieron a punto de declarar la guerra también a la URSS, sobre todo tras la invasión de Finlandia, el 30/11/1939. Pero se decidió posponer la cosa, a la espera del “secreto a voces” que sería la traición alemana al pacto Ribbentrop-Molotov.

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