El Hundimiento (Der untergang) es una película alemana que, gracias a mis escasos conocimientos del idioma kartoffelnero, he sido capaz de traductar. Les adjunto, convenientemente subtitulada, la escena más famosa, la reunión en la sede de AfA (Alternative für Avila).

Noviembre de 2024.

Éxtasis de Santa Teresa es una escultura poligonera (quicir, fabricada con fierro morroñoso en formas poligonales) recientemente pavimentada. Se ubica en la rotonda confluencial de la Avda Madrid con las calles San Pedro Bautista, Fray Luis de San José y Cuesta de Julio Jiménez. Representa a la susodicha santa, copatrona de Ávila y de un montón de sitios y entidades, recibiendo de manos del ángel calificador el documento acreditativo de haber aprobado la EBAU con un 13’872, lo que le provoca el éxtasis, tras un bachillerato pleno de sacrificios.

¿Salían del Samoa?

La escultura está claramente inspirada en la del mismo nombre, realizada por Bernini para la iglesia de Santa María de la Victoria en Roma. El estilo es más moderno, el ángel se da un aire a Don Miguel de Unamuno* (así de lejos). Si aquella fue costeada por el poderoso cardenal Cornaro, ésta ha sido financiada por los Agentes de la Propiedad Inmobiliaria. Si desean saber por qué, les recomiendo visitar esta página tan ideal. O tempora, o mores, que dijo Belén Esteban.

En el momento de perpetrar estas líneas desconozco si la escultura ha sido objeto de inauguración por parte de alguna autoridad competente; o si ha aparecido allí, así como quien no quiere la cosa, a ver si cuela; aprovechando que el 15 de octubre se encienden las calefacciones comunitarias en Ávila**. Lo que sí que les puedo decir es que los lugareños nos hemos quedado tan morroñosos como las dos figuras aquí representadas, y mucho me temo que no serán las últimas en esta línea. El product placement teresiano está de moda.

(*) Podría representar al mancebo Andrada. ¿Tampoco saben quién es?

 (**) Pa los forasteros, quizá este dato sea el más verificable de todo este post.

Lo tiene todo, excepto hornos postmedievales

Recordarán vds que (hace un mes o así) el Camarada me informó de que se estaba llevando a cabo la erección de una rotonda-monumento dedicada al Diario de Ávila (en este link pueden ver incluso un supuesto render de la hovra, aportado por Elzo). Pues bien, como suele pasar siempre con las cosas que me comenta el susodicho Camarada, se había enterado mal. Lo que se estaba perpetrando no es sino una rotonda dedicada a la (vida) Diaria de Ávila; esto es, lo más representativo de nuestra agujereada ciudad, antiguamente conocida como Abula, Abyla, Óbila y cualquier otra combinación que se inventen.

La rotonda se compone de la preceptiva valla de obras señalizada con cinta de colorinchis, agujero de cierta profundidad, señales de peligro provisional (fondo amarillo) y tela verde de esa de tapar desastres. Durante algún tiempo ha convivido con las obras de la red de calor que cortaron al tráfico el Paseo de Don Carmelo en sentido pallá, pero ahora vuelve a mostrarse orgullosa e independiente. El hecho de ubicarse en una de las rotondas con más tráfico de la ciudad dificulta la instalación de unas escaleras mecánicas para bajar al parque de San Antonio (concretamente, a la zona de esparcimiento perruno), que habría sido la guinda a este pastel.

El monumento en cuestión nunca estará terminado, como corresponde a este periodo de incertidumbres que atravesamos. Es posible que lo tapen y lo dejen visitable unos días, para volver a abrir el bujero y reanudar las obras, como está sucediendo con algunas calles (Paseo de la Estación, Jimena Blázquez, y las que nos quedará por ver).

Gelifractum est (Foto @gbuenadicha)

A instancias de nuestros lectores**, siempre atentos a todo lo que acontece en esta nuestra ciudad, el Ávila Street Museum se complace en incluir entre sus engendros esta escultura que, como aquella carta robada de Edgar Allan Poe, estaba «oculta a la vista de todos»: el Monumento a la Gelifracción. Se ubica en la mediana prerrotondera de la Calle Nª Sra. de Sonsoles, según desciende hacia la Plaza del Descubrimiento. Lleva allí desde 1992 sin que nos hubiésemos percatado de su existencia. Que no se entere el Camarada, normal; pero lo mío no tiene perdón.


“Gelifracción” viene a significar algo así como “rompehielos” sólo que a la inversa; en este caso es el hielo el que rompe cosas, por esa extraña particularidad que tiene el H2O de expandirse cuando se solidifica, actuando como una cuña cuando se mete por las rejendijas de las piedras hasta conseguir meteorizarlas; como si fueran un partido de izquierdas en un congreso por la unidad ideológica.


En este caso el artista quiso representar el proceso como una cápsula del tiempo. El monumento, de estilo cubista/poligonero, se plantificó allí hace muchos años, disimulado en forma de ideograma simbólico-historicista; pero fue concebido de una manera tan ingeniosa que, pasados los eones, es ahora cuando constituye un vivo ejemplo del citado fenómeno geológico. Todo ello gracias a usar un material poco abulense (excepto para el granítico pedestal); ya nos pasó con el enlosado de la Plaza de Santateresa, que al llegar las primeras heladas ya parecía la bandeja del turrón.

Vista del monumento, de la sombra del fotógrafo y de la bici del fotógrafo

Estamos a la espera de que, completado su desarrollo conceptual, sea reinaugurado por las autoridades locales, bajo un titular de Avilared que incluya el adverbio “ahora”, con esa manera tan irónica que tienen de apelar a la hemeroteca y que tanto deleita a los ciudadanos abulenses.

POST-IT: Nuestro crítico de cabecera, Gebue Nadicha*** no descarta que el autor también quisiera reflejar el poder destructor de las naturaleza en su conjunto pues, aprovechando las hiendas creadas por el hielo, algunas especies vegetales han conseguido enraizar en el monumento, colaborando así a su lenta pero inevitable destrucción.

Detalle vegetal

(*) Lo incluimos en el Street y no en el Road porque no está (aunque estuvió originalmente) en el centro de la rotonda.

(**) En realidad, nuestro lector y autor de estas fotos a su vez ha leído la nota de otro lector que había comunicado el lamentable estado de esta escultura al Diario de Ávila, sin conocer que todo formaba parte de un plan.

(***) Que se ha negado a aparecer en una nota al pie, por lo que adoptamos excepcionalmente esta otra figura retórica.

Con Deportes Mal Practicados voy a cambiar un poco el tono de esta sección, a la espera de que el Camarada inaugure la nueva, dedicada a los problemas de la crianza de gatos preadolescentes. Si durante todos estos postes (plural castellanizado de post) les he desaconsejado deportes, hoy les vengo a explicar que, además, muchos de los deportes se practican mal. Quicir, puede que se practiquen según las reglas originales (con algún cambio ocasional para ganar audiencia), pero esas reglas estaban pensadas para gente como usted o como yo (sobre todo, como yo), no para la gentuza que los practica ahora.

El ejemplo más claro es el baloncesto. El cura* que lo inventó trataba de organizar una actividad pelotera para jugar dentro del gimnasio cuando hacía mal tiempo. Y se le ocurrieron las reglas del juego, similares a las actuales, pero con una salvedad: la altura de la cesta o canasta (que de primeras fijó en 10 pies, o sea, 305 cm) estaba pensada para que NADIE LLEGASE. De hecho, cuando se encestaba, había que sacar el balón con una escalera (originalmente era una cesta normal, de ahí el nombre). Un buen partido podía terminar en 12-10.

Como digo, si los jugadores fuesen gente como yo (que a finales del XIX habría sido un tío alto, por lo menos más que el promedio) no hubiera habido problema; pero la cosa es que ahora llegan al aro. Algunos, sin saltar. Eso debería ser considerado como una perversión de las normas del reverendo Naismith, que nos mirará enojado desde el Hall of Fame de la NBA. Por tanto, propongo que la canasta se coloque a 15 pies (457 cm) y el juego recupere su espíritu original. Seguirán teniendo ventaja los altos, pero eso de hacer mates in your face se les terminaría.

Otro ejemplo de deporte mal hecho es el balonmano, deporte cuyo campo reglamentario tiene un área dentro de la cual no puede entrar nadie. Esto servía para evitar masacrar a los porteros, ya que como muy cerca puedes lanzar desde seis metros, que no es mucho, pero es algo. Pero la concepción del espaciotiempo en el balonmano se diseñó mal, ya que el límite de las áreas no lo marca la vertical de las líneas (como en el fútbol o en cualquier ordenamiento civilizado de límites rústicos y urbanos), y por ello se considera que un jugador no invade el extranjero mientras está en el aire, partiendo desde su país.

Esta estupidez (también se da en el baloncesto) llevó a que un buen día, a algún tramposillo que leyó la letra pequeña se le ocurrió saltar hacia el portero y lanzar en el aire (o justito al apoyar, que yo creo que lo hacen muchos). Así, los delanteros se plantan justo en los morros del portero, que si tiene la desgracia de parar el balonazo se quedará más jodido que contento. SI HAY UNA RAYA NO SE PASA LA RAYA, JOSDEFRUTA. Por lo tanto, propongo considerar ortogonalmente el área privativa del portero, en el que nadie pueda entrar. Es más, yo pondría una barandilla o una barra de bar o algo así para que quedase bien claro.

Luego hay deportes que ya parten de un concepto erróneo, como el waterpolo**, esto es, EL POLO** EN EL AGUA. A ver, jugar en el agua sin hacer pie ya es peligroso, pero es que el polo SE JUEGA A CABALLO. Así que aquí todo está mal. Propongo una renovación total del juego. El nuevo waterpolo hará honor a su nombre y se jugará sobre flotadores con forma de caballito (el portero con uno de unicornio, si puede ser), que dificultará además las aguadillas; guarrada típica de este juego y que los árbitros no pueden ver bien desde fuera de la piscina.

Para terminar con cosas mal hechas, hablemos del tenis. Y atiendan, que esto que voy a decir se ha planteado en serio por la gente que corruptamente*** dirige este deporte, y tiene que ver con el saque. En este juego postmedieval, exclusivo de la nobleza, la pelota se ponía en juego -noblesse obligue- con un toque normalito, «a cucharilla». Pero con el devenir de los tiempos, el juego se empezó a practicar por burgueses sin escrúpulos que sólo pensaban en ganar, y en 1878 a un tal Myers se le ocurrió eso de sacar lanzando la bola por encima de su cabeza, dejando estupefactos a sus rivales (que ante la imprevisión del reglamento**** no podían protestar). Pronto fue imitado por el resto de jugadores.

Ya a principios del XX, Maurice McLoughlin se hizo famoso por su saque, al que llamaron «cannonball serve», y que le permitía obtener una ventaja decisiva. Poco a poco, el tenis fue jugándose por jugadores cada vez más citius, altius, bestius; las raquetas mejoraron; y en la actualidad el saque es tan decisivo, sobre todo en pistas rápidas, que los especialistas ganan la mayoría de sus puntos con este golpe. Así, un juego pensado para entretenerse un rato con Mme Pompadour peloteando paquí y pallí quedó reducido a un saque, o a lo sumo a eso de saque-volea. Más de una vez la cúpula tenística se ha planteado a) recortar el área de saque o b) eliminar la opción al segundo saque si fallas el primero… pero sería un cambio muy radical que -obvio- perjudicaría a los «cañoneros», en beneficio de otros jugadores.

Y así, además de desaconsejar deportes, este bló solicita que se vuelvan a jugar con el espíritu original de los padres fundadores.

(*) John Naismith nació en Almonte (pero Almonte, Ontario, Canadá, no la de El Rocío) y trabajó en Springfield (Massachusetts, USA, pero no la de los Simpson), sitios frescos; de ahí lo de inventar un juego indoor. Fue capellán, médico, militar y entrenador.

(**) El polo es un juego de las hordas esteparias centroasiáticas, cuyo nombre procede de la palabra PULU, que al parecer podría significar «pelota» o «bola», aunque originalmente se jugaba con las cabezas de los enemigos.

(***) Lo de dirigir corruptamente deportes es algo inherente al cargo cuando en ese deporte se mueve dinero. Incluso, a veces, cuando no se mueve.

(****) En el pádel se prohibe esa aberración, aunque he tenido rivales que interpretan eso de «sacar por debajo de la cintura» dando por hecho que vale llevar el cinturón como Obélix o Julián Muñoz, esto es, a la altura de las tetillas.

Hace unos días, mientras caminábamos por el Paseo del Rastro, me recordaba el Camarada Bakunin que los espartanos lanzaban a los niños tróspidos por el Monte Taigeto para que sólo vivieran los considerados sanos, bellos y normales. Al menos, según el veredicto de una comisión de ancianos que, no nos engañemos, no eran más que un grupo de seres humanos con ciertos aires de nobleza, medio cegatos, prejuiciosos, sobornables y normales, sobre todo muy normales. (Vamos, lo mismo que siguen siendo la mayoría de las comisiones hoy día).

Al hilo de esta conversación, nos observaban las murallas como si asintieran. Sí, siempre lo hacen, porque de todos es sabido que quien calla otorga (ver imagen 1).

Manifestación por la Sanidad Pública en el Paseo del Rastro.

Para quien no haya tenido la inmensa suerte de nacer aquí, se hace saber que esos roquedales de la foto son los toboganes más apreciados por los niños abulenses*. A ver, llegas al mundo, empiezas a sentir la impronta caballeresca y guerrera que tiene la ciudad y ¿qué haces? Pues tirarte por ahí para ver si te matas o eres normal. Si te matas, eres defectuoso, como los pobres bebés espartanos. Si sobrevives, con tus chichones y arañazos, que de esos no te salva nadie, eres un buen abulense, o abulense de bien, o yo qué sé. Y así, a base de ensayo-error, es como se va formando la conocida «normalidad abulense» a lo largo de los siglos. Así que ya lo sabes: si vienes de visita y alguien te pregunta si eres «de Ávila de toda la vida», tú di que sí y sal corriendo. No preguntes.

Grupo de foráneos observando a un señor normal random de Ávila. De Ávila de toda la vida.

Tengo la impresión de que, como ningún niño, que yo sepa, se ha matado en esas piedras del Paseo del Rastro, se ha dado un fenómeno interesante por el que todo abulense cree que LA NORMALIDAD es lo suyo y lo de aquí (y la capital de Europa, el centro del sistema solar y del Universo, si me apuras). Vale, Cucharilla —me diréis—, no te flipes, que eso que dices es sólo una definición de paletismo o de provincianismo y se da en casi todas partes. Que sí… pero que esto es especial, de verdad. ¿Por qué? Sobre todo, porque no lo saben. No voy a caer en el tópico de que las murallas nos marcan carácter, nos aíslan y avanzamos con más dificultad. O —¿qué demoños?— sí que voy a caer. Serán las murallas, serán las cordilleras que la rodean o será el gas radón del granito que se nos mete en las neuronas, pero hay un ente difícil de eliminar que todos llevamos dentro y que nos acompaña allí donde vamos. (—¿De dónde eres? —De Ávila. —Se te nota.). Cuando sales, es cuando detectas que lo llevas ahí. Tomar conciencia es el primer paso y luego es cuestión de tiempo eliminarlo. No hace falta salir mucho para eso, pero tampoco es suficiente aquello de «ir de compras por allí y escaparme a ver un musical por allá porque todo está cerca». Tan cerca y tan lejos. Tampoco sirve el viajar en modo turista. Ayuda un poco, pero no entra en la categoría de «salir de Ávila» porque el ente interior es grande y profundo.

Y todo esto para contaros que casi me había desprendido de la cosa abulense cuando me tocó volver. Se van a cumplir dos años de esto. Y, hete aquí, ya puedo hacer un análisis de lo que ha sido sobrevivir estos meses siendo una completa anormal.

Muchos visitantes a lo largo de la historia han detectado ese aura por el que pareciera que no pasa el tiempo en esta ciudad. Eso puede ser algo lírico y bonito o un choque cultural. Cuando estando fuera, volvía un fin de semana, veía solo lo exótico y lo poético de un modo nostálgico. Porque «es un lugar extraño y trágico» que diría Orson Welles. Era el equivalente a venirdecomprasyaunmusical sin necesidad de relacionarme mucho con el entorno. Decir que Ávila se había quedado en lo medieval era exagerar, así que pensé que, a mi vuelta, me encontraría un lugar más o menos de su tiempo. Y sí, si tenemos en cuenta el tiempo geológico o astronómico, entonces puede que sí lo sea. Porque de su tiempo es, década arriba o, más bien, décadas abajo. Le calculo que va, generalizando, por los años noventa del siglo XX, salvo por algunas personas que delatan el error de continuidad (o fallo de racord). La gente de toda la vida sigue estando ahí. Y los demás. Y los modos de vida. Y la creencia en un mundo que ya no existe.

El grueso de la normalidad te observa, así que no te queda más remedio que rascar en lo que queda de esa niña que sobrevivió a la caída en el Rastro y decir de vez en cuando: «sí, mi tía abuela era fulanita que vivía en la calle tal» (aunque la vi sólo una vez de lejos) y entonces todo va bien, las miradas se relajan y la sospecha se detiene por el momento. Las comisiones de ancianos** a lo espartano se siguen reuniendo para comentar y dilucidar sobre éste o aquél que se sale del patrón. Los lugares de reunión pueden ser la panadería del barrio, un corrillo de vecinos o la cafetería de un centro de trabajo. Están por todas partes. Cualquier virtud queda en segundo plano frente al valor supremo: ser como ellos.

A veces, te cruzas con otros anormales y los reconoces. Da igual que seamos muy diferentes entre nosotros. No necesitamos saludarnos con los dedos juntos de dos en dos para saber lo que nos une: un sentimiento de otredad.

(La foto del señor normal random de Ávila es de Javi Calvo).

*Detalle de un tobogán:

**Donde ancianos quiere decir «aquellos individuos en los que más ha crecido el ente interior y detentan su sabiduría milenaria».

Las olimpiadas son como los Juegos Reunidos Geyper* del deporte. Se inventaron en la antigua Grecia como una manera de reducir las tensiones entre las ciudades-estado, a base de realizar enfrentamientos de guerra simulada entre varones en pelotas (recordamos que «gimnasta» viene a signficar, etimológicamente, «el que entrena desnudo»). También suponían una tregua entre naciones; ese espíritu permanece hoy en día, y la política se queda al margen y JAHJAJAJAJAJAJA UNA POLLA. Mejor me callo.

Las olimpiadas son una manera de hacer deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos; al menos como están planteadas ahora. No sólo porque este año hayan incluido el breakdance (que ya sólo ello debería bastar), es que suponen pervertir el concepto de deporte. A ver, el deporte es sano (en pequeñas dosis), pero las olimpiadas fomentan el patrioterismo más que el deporte en sí**. Sólo es importante ganar una medalla y explicar que lo has conseguido únicamente gracias al esfuerzo. Que es una condición necesaria, sí, pero casi nunca suficiente.

Las olimpiadas comienzan con la adjudicación de una sede, a varios años vista. Éste es un proceso que combina corrupción y megalomanía a partes iguales. Bueno, no, predomina la corrupción. Si bien la cosa del trinque ya empieza cuando se preparan las candidaturas, la concesión dispara un pelotazo de construcción y urbanismo cipótico que suele dejar exhaustas las arcas del país/ciudad organizador, pero que nutre los bolsillos de un reducido grupo de gente. La propia elección de la ciudad organizadora ya implica enormes desembolsos para promocionar (guiño, guiño) la candidatura.

Una vez adjudicado el tema, a las olimpiadas se les coloca un traje que se llama ALTRUISMO (justo lo opuesto de lo que son). Comienza una campaña de desinformación para a) justificar o -preferiblemente- ocultar inversiones gastos; y b) convencer a la gente de los beneficios que supondrá para Nuestra Imagen Como País convertirnos en el Escaparate del Mundo por unos días; por lo que se solicita la colaboración ciudadana de todas las maneras posibles, en especial, como Voluntarios.

Mientras eso sucede, las excavadoras toman la ciudad, en sentido real y metafórico; pues a la fase constructiva se une otra destructiva para erradicar todo aquello que no es conveniente que se vea, de una manera que haría salivar a Goebbels. No exagero, preguntad a alguien que viviese la deportación de los habitantes de lo que luego fue la Villa Olímpica, con destino a El Prat de Llobregat y otros campos de concentración.

Hay un pequeño detalle que se realiza aparte de todo esto y a veces se descuida; a las olimpiadas van deportistas, y tienen que entrenar con ahínco (por lo mismo de antes, la Imagen del País es importante). Eso supone tratar de convencer*** a gente de que, por la milésima parte de lo que gana un fumbolista, tienen que destrozarse el cuerpo y perder la juventud para que se les vea un ratito; porque no tendrán otra oportunidad hasta los siguientes cuatro años. En los países pobres es más fácil; allí el deporte supone un modo de promoción social.

Por fin llega el de la inauguración, que comienza con una demostración (más o menos teatralizada) de cantar al mundo «los de mi pueblo somos la ostia, viva la madre que nos parió». Y empiezan las competiciones, y los medios nos saturan de tantos deportes que no se suelen ver por la tele, salvo en caso de accidente. Hay un montón, cada vez se añaden más para que haya más sitio donde trincar. También se valora que sean entretenidos, como el voley-playa femenino.

En resumen, las olimpiadas juntan a presidentes de federaciones, políticos narcisistas y un montón de gente sin escrúpulos en una barra libre de decisiones cipóticas no auditadas. Y también hay deportistas.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) Millenials, los juegos reunidos (había varias cajas, 15, 25, 50 o cosas así) era un set de juegos de mesa sencillos y sin copyright (no penséis en el risk o el cluedo) que hacían las delicias de los niños (de algunos) hasta que la Transición nos convirtió en drogadictos. Incluían varios tableros plegados (parchís, oca, tres en raya, damas…) y fichas para jugar.

(**) Si bien es cierto que en todos estos saraos surgen emocionantes ejemplos de compañerismo y deportividad, las contraindicaciones superan a los beneficios.

(***) Durante la guerra fría, especialmente en los países comunistas, lo de «convencer» llegó a extremos paranoicos; vidas como las de Nadia Comaneci dan fe de ello. Había que ganar a la corrupta Occidente de cualquier manera. Todavía queda algún récord vigente desde aquella época.

Por petición popular del 50% de los admiradores de este bló, Willy**, traigo ante vds un nuevo DDID (Deporte Desaconsejado de Innecesaria Desaconsejación); pero como lo cortés no quita lo atahualpa, se lo voy a desaconsejar, que nunca está de más y es posible que estas letrujas lleguen al comité olímpico. Vamo a ello…

Nadar en el Sena es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Noten vds que en el párrafo 3º, sección 2ª del posh dedicado a la natación ya hacía referencia a que (cito textualmente) la humedad facilita la aparición de otitis, hongos, pie de atleta, moluscos u otras infecciones en los sitios que peor te vienen. Nótese que yo me refería a nadar en un sitio aparentemente limpio, pero lo del Sena ya es otro nivel.

Los admiradores de Terry Pratchett sabemos que el río Ankh, que divide en dos a la capital oficiosa del Mundodisco, Ankh-Morpork, sólo se considera río porque lo de dentro se mueve algo más deprisa que sus orillas; y en él es posible dibujar con tiza el contorno de un cadáver. Vale que el Sena no llega a tanto, pero cualquier río que atraviese una capital de ese tamaño*** es obvio que va a recibir las mierdas de minoyes de habitantes, entre personas y parisinos****.

Pues bien, alguien -orgulloso y cabezón- decidió que ese era un buen lugar para celebrar competiciones deportivas. Para que la gente conozca y se anime a visitar París, ya saben, esa ciudad tan desconocida. Sólo si Venecia hubiera propuesto celebrar la natación por sus canales y el waterpolo en la Plaza de San Marcos durante una «acqua alta» se habría podido superar esta idea feliz.

Imagino que el Comité habrá echado cloro y otras sustancias a cascoporro, hasta liarla parda; pero no han conseguido evitar que los triatletas vayan por ahí convertidos en una placa petri con patas, criando en su interior y en sus mucosas cepas de bacterias y de otros seres mutantes que probablemente aún no estén catalogados por los científicos.

Hay algo que debería dar otra pista. Los barquichuelos para turistas que pululan por el Sena se llaman bateaux-mouches. Que literalmente significa «barcos-mosca». El nombre es raro y tiene varias explicaciones, pero es claro que las moscas acuden a la mierda.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra innecesaria desaconsejación.

(*) Iba a titular el pos «Competición Senil», pero igual se pensaban vds que me refería a Biden y Trump.

/**) Ah, que el otro también se llama Willy. Me refiero a https://x.com/__Willy_

(***) Habrá depuradoras, sí, pero si habéis visitado París habréis visto que para limpiar las calles abren las bocas de riego y el agua va arrastrando todo cuesta abajo.

(****) El parisino, para el resto de franceses, es como si mezclas el dominguero madrileño, el pixapins barcelonés, el señorito sevillano, etc, lo agitas y le introduces una baguette por el orto. En este caso, además, tenemos una intersección entre el conjunto de «parisinos» y el de «directivos de cosas deportivas». El subconjunto A ∩ B resultante se lo pueden imaginar, es como si aquí la Botella y el Rubiales hubieran organizado las olimpiadas en Madrid (vaya bala esquivamos, tú).

El chatarrero! Ha llegado el chatarrero! (Confidencialmente)

Ha llegado a mis manos este bello incunable, que procedo a elevar al Ávila Street Museum*, y a leérselo con fruición, como Guillermo de Baskerville haría con el ejemplar de la Poética de Aristóteles**. «Notificación de Transferencia Bancaria», se titula este impreso de publicidad postal llegado desde otro milenio. No es que Correos sea tan lento; es que esto es un auténtico fósil que creíamos extinguido pero, como el celacanto, ha caído vivito y coleando en nuestras redes.

Dudo que ninguna persona joven lea este bló (de entre los pocos que lo leen), pero por si tal cosa sucediera, procedo a explicar qué es este extraño artefacto. Vayamos por partes. En la antigüedad, en lugar de ver el unboxing de un influencer u tiktoker recomendando un producto a-un-click-de-distancia; los cromañones podíamos comprar cosas por catálogo postal. La información te llegaba al buzón en carta, que devolvías marcando tu pedido ¡echándola a un buzón de correos, sí! ¡Y funcionaba! Al cabo de unas semanas tenías que ir a correos a pagar y recoger tu compra (si la compra era «contra reembolso», porque vi algún caso que tenías que enviar el equivalente en dinero pero en sellos de correos).

Pergaminos aparecidos dentro del sobre original

Recuerdo haber comprado música (en extraños formatos analógicos) mediante esa especie de Amazon prehistórico que os describo, engendros con nombres extraños como «Discoplay». También había una variante, conocida como «Círculo de lectores», que funcionaba en modo P2P (Puerta chu Puerta). Algo en común de los dos sistemas era que una vez que caías en sus redes, te perseguían con más ahínco. Eso no ha cambiado mucho.

Sin embargo, dentro de ese juego del cebo y el anzuelo, se mantenían ciertas formas… Que algunos vendedores se pasaban por el forro. El tema no es exagerar un poco las virtudes de la picamatic, que pica verduras, se lava con un chorrito y dura para siempre, permitiendo a tus platos alcanzar el éxtasis masterchéfico. Aquí te ofrecen sin tapujos la transferencia de un jran premio de un sorteo en el que aparentemente ya casi eres ganador, serás idiota si no participas; están buscándote para darte el dinero…

Un folio entero hablando sobre lo afortunado que soy

Hay que bucear entre todos los papelorios para enterarte de que lo que te quieren vender… un anillo. ¡SAURON! ¡QUE ESTABA AQUÍ! A ver, que sortear algo entre los clientes lo hace hasta mi carnicero por navidades; pero esto se pasa; y si no se puede llamar estafa es porque Tribunal Supremo ya ha explicao en varias sentencias que no es un timo si el engaño es burdo y evidente, y haber espabilao. No sus riyáis los millenials, que lo en de los NFT’s también picó mucha gente, y era peor que esas cremas para alargar tu pene en una semana.

Y, last but not least, hagamos pasar… al SEÑOR NOTARIO***, garante de la Ley, que es quien extrae los números del sorteo, como la azafata de La Ruleta de la Fortuna. «Bases ante Notario» es nuestro sello del faraón en la puerta de la tumba en el Valle de los Reyes, una garantía de inviolabilidad celestial. Y así es, el documento-cebo presume de información certificada en papel timbrado****. No puede ser mentira.

Y lo peor es que seguro que alguien pica.

Sí, es bastante tosco, todas esas menciones a abogados, firmas, sellos y protocolos le da una sensación de hautentizidad que te tira de espaldas y rebotas. El dinero está ahí esperando que lo cojas. La Transferencia Bancaria es Automática y está pululando por el ciberespacio, esperando que una mirada tuya la active. El anillo es lo de menos. Me quedaré con la duda de saber qué serán esos «hasta 5 premios por un valor total de 30.000 €».

BOLA EXTRA: La entidad emisora de mis minoyes ya casi ganados es «CaisxaBank». No lo he tuneao, es asín de auténtico. Más que los 130.000 lereles que te prometen. Se ve que antes eran de Bankia, y todavía no se han acostumbrao a estos palabros catalanes. O a lo mejor es un subterfugio legal por si alguien reclama, como si vendes ropa de Kalvin Clein o Guchi.

Como vds habrán visto, la empresa que así nos quiere regalar su dinero es Jhalería del Colerdonista, que no por azar es especialmente activa entre los canales de la TDT más proclives a un gobierno en coalición entre BOCS y Amancio Ortega. Saben cuál es su target (lo cual hace más triste esta mierda, porque evidentemente se dirige a personas mayores). Yo pensaba que esto ya no existía, pero la realidad vuelve a sacarme de otro error. Déjense de hacer burpees o de comprar dogecoins; a los señoros de mi edad nos pone que se rían de nosotros la publicidad engañosa a la antigua usanza.

(*) Lo aceptamos como elemento callejero válido para el ÁSM porque durante su recorrido desde Correos a nuestros domicilios pasa por nuestras calles, nuestros baches y nuestras escaleras mecánicas.

(**) Recuerden, sin chuparse el dedito al pasar la página.

(***) Y había algún tolili que decía que con los Smart Contracts desaparecerían los notarios.

(****) Era algo así como folios con el blockchain dibujao, pa que nos entendáis, millenials.

¿Cómo? ¿Una entrada perteneciente simultáneamente al Ávila Street Museum y al Ávila Road Museum? ¿Y escrita por el Camarada en lugar de Supermon? ¿Qué fantasía es esta? Pues ya lo ven. Esta obra es tan peculiar que no tenía claro en cuál de los dos categorías debería estar incluida. Así que va en las dos y ya decidan ustedes dónde les cuadra mejor.

Pero pasemos sin más dilación a contemplar este palimpsesto viario de indudable belleza. Como ya sabrán —y si no lo sabían, ahora ya sí—, el ayuntamiento abulense mantiene desde hace meses un frenesí de obra pública de flipar. Las obras se amontonan, se superponen y acaban hasta dándose de codazos. En su afán por modernizar la ciudad, nuestro consistorio parece haber decidido que Ávila tiene que ser una especie de Tokyo castellanoviejuno y ha rendido este sentido homenaje al segundo paso de peatones más famoso del mundo*: el cruce de Shibuya.

A ver si hay huevos a cruzar…

Como puede observarse, los sucesivos pintados y borrados de pasos de peatones han alumbrado esta jungla de rayas que provoca que el cerebro te haga muaré, pantallazo azul y no sepas adonde ibas ni para qué. Cualquier parecido con la idílica imagen que muestra Google Maps en pura coincidencia.

Esta es la pinta que debería tener pero no.

Sólo cabe recomendarles precaución si se animan a visionar la obra en directo. Buenos días.

Banda sonora recomendada

*Si pongo que es el primero, Supermon me capa, que seguro que para él es ese que aparece en una portada de los Beatles que ha dado para locas teorías de la conspiración.