Si la semana pasada tratamos de la desaconsejación del submarinismo, nulla dies sine bingo, hoy nos toca hablar de la natación, el antecesor del submarinismo. Aunque, siendo justos, yo aprendí primero a bucear, lo de conseguir flotar (y respirar) tardó un poco más. En fin, la natación no es solamente nadar; el deporte consiste en meterse en una piscina (a veces, otros sitios) para ver si ganas a otra gente, avanzando de la misma manera que ellos (rana, mariposa, calamar*, etc). Los nadadores tienen sus sectas, claro (a veces dejan entrar a los triatletas, por ver gente nueva, pero normalmente no aceptan intromisiones).

La natación es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Es un fracaso total, tiene lo malo del senderismo (moverse fatigosamente) y lo malo del submarinismo (en un medio hostil), pero ninguna de sus ventajas (ver paisajes y bichos curiosos). Es un deporte que, partiendo de algo bueno (saber nadar, que siempre viene bien) lo transforma en un hábito aburrido y repetitivo: ir pallí y pacá en una piscina, vuelta y vuelta, como un chuletón flotante. Los entrenamientos de todos los deportes son exigentes y a veces repetitivos, pero es que los de la natación son el summum del hastío. Hacer largos de piscina. Otro. Y otro. Como el conejito de Duracell, pero sin salir de la calle 4. Como ir a la tamborrada de Calanda con una pandereta en cada mano y sin pasar por los bares.

Las piscinas son sitios muy peligrosos. A ver, que por algo es obligatorio tener un socorrista en las piscinas grandes. Ojo, que lo que menos sucede es que alguien se ahogue (que pasa, pero más en piscinas privadas). Las piscionas atraen los accidentes: resbalones fuera del agua, calambres, lipotimias, quemaduras del sol, uno que salta a bomba donde no cubre… Y, accidentes aparte, sales oliendo a cloro, y la humedad facilita la aparición de otitis, hongos, pie de atleta, moluscos u otras infecciones en los sitios que peor te vienen. Incluso, en tiempos, había quien decía que se había quedado embarazada en una piscina (quicir, sin conocer varón, no por folleteo subacuático). A tanto no se llega, pero es seguro que flotar con otros fluidos orgánicos desagradables lo has vivido. Y luego, se ponen tiquismiquis con lo del gorrito.

Para compensar, dicen que la natación es un deporte muy sano y completo. Sí, por los cojones. Como todo, si tienes buen estilo tiene un pase; si no, de hecho puede ser contraproducente y dejarte peor de lo que estabas. Y los nadadores que nadan mejor y más deprisa (casi todos, en mi caso) te miran mal, y me voy a la calle de las abuelas en rehabilitación de lo de la cadera. Que si se juntan más de dos, también te miran mal.

Vale, existen modalidades de natación «fuera de piscina»: en mares, embalses, lagunas y sitios así. Pero la cosa sólo empeora: las posibilidades de sufrir problemas aumentan, y tampoco es que ganes mucho en cuanto a cambio de paisaje. En el agua avanzas despacio, y vas a ras de suelo. Y ojo, que las distancias engañan, las corrientes son traicioneras, y las medusas y otros seres indeseables te pueden atacar (merecidamente, en mi opinion).

Finalmente, existe una variante aún más horrible de este deporte, llamada «Natación Sincronizada«, que es un cruce degenerado entre la natación y el «line dance», con pinzas en la nariz y sonrisa de Joker. Demencial. Ni entramos a valorarla.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra recomendación. El agua, pa las ranas.

(*) Vaaale, te chirría lo del estilo calamar, pero… ¿tú has visto alguna vez nadar a una mariposa?

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