Chirimbolo no morroñoso

El Jardín de Mosé de León es otro de los pequeños* espacios inexistentes con dedicatoria existente** que pululan por nuestra ciudad. Se ubica entre la calle Telares y el lienzo sur de la muralla, justo por donde sale la Puerta de la Mala Ventura (que se ve en la foto, y es la salida más chiquitina de la muralla). Al parecer, por aquí se ubicaba una de las juderías de Ávila (antes de que los expulsáramos y/o pasáramos por la barbacoa). Para realizar el monumento que lo inmortaliza, extrañamente, no se ha empleado ni fierro morroñoso ni un bonito hito de granito: nos han colocao algo parecido a un urinario de acero inoxidable. Cosas veredes, amigo Sancho.

Mosé de León (como la cecina) era un sabio judío que pasó en Ávila buena parte de su vida, y que escribió un libro famoso del que casi nadie se acuerda, el Libro del Esplendor; en lengua hebrea, el Zohar. En el urinario, digo en el monumento conmemorativo, se ha grabado una cita de este libro, que les paso a mostrar por si alguno tiene interés. Es bonito lo que decía, el hombre este… Lo malo es que cuando te paras a leerlo, de pie al lado del chisme, parece que estás dedicándote al acto de miccionar.

Saneamientos Roca

El hito resplandece al sol, y entonces es cuando uno se da cuenta de que está ahí, porque el metaaal no está en una calle de mucho paso. Eso sí, cuando brilla, es que para pasar al lado te tienes que poner protector solar y gafas de esas de ver los eclipses. Al otro lado del arco que se ve al fondo no hay mucha cosa; una explanada donde antiguamente estuvo la iglesia de San Isidro, y donde menos antiguamente se ubicaba y celebraba, todos los viernes, el mercadillo (al menos la parte dedicada a indumentaria textil y otros zaleos). Ahora, a esa explanada salen los dueños de perretes que viven por el barrio a que hagan sus necesidades.

Para demostrar que es un lugar poco habitable, un cartel informativo expulsa a cualquier visitante que se haya perdido en este inhóspito lugar, redirigiéndole hacia otros sitios más atractivos. En el cartel se indica el tiempo estimado de llegada, suponiendo que se atine a dar con el camino correcto. No sé por qué, pero echo en falta la cabeza del gato de Cheshire apareciendo y desapareciendo, y diciéndonos eso de «no importa mucho el camino que tomes».

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(*) Su superficie no creo que pase de los 0’04 Bernabéus.

(**) Otro espacio de estos que están pero que no están es Plaza de la AECC. Se ubica en la intersección de las calles Virreina María Dávila, Jacinto Benavente y Fernando el Santo. La plaza tiene hasta la chapa identificativa sobre la fachada, encima de la sede de la benemérita asociación; pero hasta la propia asociación mantiene como su domicilio la dirección de C/Virreina María Dávila, 2. Ni en Google ni en la web de la AECC todavía no sale, polomeno a la hora de perpetrar este post.

La plaza AECC es maomeno lo amarillo. La vida sigue iguaaaal
El estilo es una forma de decir quién eres sin tener que hablar

Este hermoso relieve «Outfit medieval», que traigo ante vuesas mercedes benz, muestra a un hombre que posa mostrando orgulloso su vestimenta y otros complementos, en lo que podría ser uno de los primeros anuncios de moda masculina prêt-à-porter, y está esculpido en esa piedra de la que en Ávila vamos sobraos: el granito. Se ubica sobre la puerta principal de lo que antaño fue un palacio señorial y hoy es un hotel, justo en la Plaza de la Catedral. Según los cronistas, el modelo fue un tal Gonzalo Dávila, cuyo yerno, Paco Valderrábanos, dio nombre al palacio. Al parecer, Gonzalo regresó de la toma de Gibraltar bastante contento y cargado de regalos*. El resto del edificio ha sido completamente remodelado, aunque -aparte de la puerta- conserva otros vestigios prepostmedievales.

El caballero o doncel lleva puesto algo que podría ser un jubón, o no; mi conocimiento de la moda actual es tirando a escaso, como para entender de ropajes antiguos. El caso es que es una prenda corta que le permite marcar paquete, como a los chulos de piscina (nihil novum sub sole). En la diestra lleva una lanza de caballero, que según la wiki de The Legend of Zelda, otorga 13 puntos de daño y 40 de durabilidad. En la siniestra, con una pose del brazo un tanto extraña y chulesca, podría ser un pendón o un bolso de Chanel; me inclino por lo último, porque lo bambolea de manera un poco así como Taylor Swift cuando baila en fiestuquis.

Complementan el outfit diversos elementos que se muestran dispersos alrededor (el precio puede variar en función de si se compran conjuntamente o por separado): un yelmo, un escudo (dejo a los expertos en escudística su interpretación), una bandera musulmana y una especie de banner o filacteria con la inscripción “Non nobis Domine, non nobis. Sed nomini tuo da gloriam”, que traducido del latín quiere decir «No me gusta que me domines, aunque eso tuyo da gloria». Sin duda, en los eslóganes de la moda siempre se hace referencia a lo mismo.

Sobre el caballero, un arco de tres lóbulos, a medio camino entre el logo de Adidas y el de Gucci, enmarca la escena, que bien podríamos imaginar que se vería como la fachada de un cortinglés de la época. Es posible que se cambiase la leyenda de las filacterias según la temporada o con los cambios de modas y dinastías.

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(*) En aquel momento no se conocía el tabaco, pero seguro que algo pa fumar se trajo de allí el amigo Gonzalo, para posar con semejantes pintas.

Espadaña de Los Jerónimos

Las espadañas, aparte de una especie de junco, son esos campanarios construidos solo con una pared, con vanos para poner las campanas. En Ávila nos quedan muchas; aunque algunas se mantienen en pie por los pelos. Como solución arquitectónica son bonitas, pero presentan el inconveniente de que no hay por dónde subir para subir a realizar la ITV de las campanas, salvo poniendo elementos externos, como andamios o escaleras de mano sobre (o alrededor de) el edificio -normalmente, una iglesia o un convento- al que campanean. Esto demuestra que los arquitectos ya eran dados al postureo en tiempos postmedievales. Y que a ellos no les tocaba subir a colocar las campanas.

Quizá por este error de diseño, creo que ninguna de las espadañas «grandes» de la ciudad mantiene sus campanas; queda alguna pequeñita, como la miniespadaña de la Ermita del Cristo de la Luz, a la que un tío un poco bigardo casi puede llegar y tocar la campana desde la acera; o las del Convento de San José, más escondidas pero visibles desde la calle. Sin embargo, la ausencia del ruidoso elemento ha tenido como consecuencia un efecto pajarero hermoso donde los haya: las espadañas se han reconvertido en soluciones habitacionales (que diría el meapilas de Le Corbusier) para el ave zancuda más urbanita: las cigüeñas.

Encabezando este pos pueden admirar la espadaña de (lo que queda del) Convento de los Jerónimos, una ruina que, aparte de servir como botellonódromo y pista de parkour, alberga una pequeña comunidad de cigüeña blanca, a partir de San Blas*. Bajo estas líneas, otra espadaña con sus nidos; las cigüeñas tuvieron a bien construirlos justo al lado de la Servicio Territorial de Mal Amb… digo de Medio Ambiente** de la Junta de Castilla y León en nuestra ciudad.

Espadaña del Convento de Santa Ana (actualmente, Delegación Territorial de la JCyL)

Las cigüeñas urbanas tienen el mismo problema que los humanos: la escasez de oferta de vivienda. Normalmente, las cigüeñas tratan de volver a los mismos nidos donde criaron los años anteriores; las que sobreviven a la migración, claro; las otras, no. Como quiera que gracias a aprovecharse de la actividad humana (de los vertederos, especialmente) ésta es una especie en recuperación, cada vez vuelven más cigüeñas, produciéndose afiladas disputas*** por la propiedad de los nidos.

Además, a veces es necesario, por la supervivencia de la estructura, aligerar o desalojar los nidos, ya que las cigüeñas todos los años hacen alguna reforma y van añadiendo materiales, según la moda de cada temporada, con lo que el peso de cada nido a veces llega a ser de cientos de kilos. La que quizá sea la espadaña más fotografiada de Ávila, la del Carmen, sobrevuela la muralla pero sin los nidos que anteriormente la cubrían, por lo que imagino que ha sido objeto de una de estas actuaciones.

Espadaña del Carmen

Los abulenses solemos pasear indiferentes, acostumbrados a la presencia de estas aves -salvo cuando te cagan encima-, pero muchos turistas se quedan sorprendidos al contemplar la vitalidad de la colonia cigüeñil de nuestra ciudad; sobre todo cuando pasan al lado de la Catedral, que tiene bastantes nidos, y las cigüeñas se dedican a montar un concurso de crotoreo**** mucho más disputado que el de Eurovisión.

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(*) Bueno, eso era antes. Ahora hay muchas cigüeñas que se quedan en España todo el año, si bien el nido sólo se usa durante el periodo de paternidad responsable

(**) Chiste de los funcionarios del resto de servicios de esa Delegación.

(***) Un picotazo de una cigüeña es una cosa mu seria. Piensen vuesas mercedes que anidan a la vista de águilas y otras rapaces, que -salvo raros ataques por sorpresa- no se atreven a incordiarles, ni a ellas ni a sus pollos.

(****) Nombre que se le da al canto de la cigüeña; bueno, más que canto es una especie de ritmo (con baile asociado) que ejecutan haciendo sonar sus picos como unas castañuelas.

Fuente de Sofraga (R.I.P.)

Si en el anterior post trajimos al Ávila Street Museum la Fuente del Bancospaña, y prometimos continuar con más fuentes, he aquí que (y lamentamos decepcionarles) vamos a cumplir nuestra promesa. A continuación les presentamos dos famosas ex-fuentes de nuestra localidad: la de Sofraga y la de la Alpargata. Lo de ex-fuentes tiene que ver con el lamentable estado de su función chorrigueresca (algo ya reseñado en la Fuetne del Pardillo).

La primera (véase la foto superior) es la fuente de Sofraga, llamada así porque se ubica en la plaza del mismo nombre, que lo debe a su vez al Palacio de Sofraga, uno de los múltiples edificios nobiliarios edificios del S. XVI (maomeno), cuando nuestra ciudad tenía cierta relevancia en el Reino de Castilla; ahora tanto la fuente como la ciudad se encuentran en el lamentable estado que vds. conocen. La fuente está junto a la muralla, por el lado de dentro, al ladito mismo de la Puerta de San Vicente, protegida por una verja (también viejuna).

Yo, de pequeño, no entendía por qué se llamaba «plaza» a un espacio tan pequeño; pero mi padre (mucho más jurásico que yo) me dijo que el dueño del palacio de Sofraga había conseguido el permiso de las autoridades municipales (guiño, guiño) para vallar la mayor parte de la plaza, que pasó a formar parte de lo que ahora son los jardines del palacio (actualmente reconvertido en hotel-restaurante). La fuente, que habría quedado en la zona vallada, se trasladó al exterior para poder seguir prestando servicio público. Circulen, circulen.

La segunda ex-fuente es conocida como Fuente de la Alpargata. Se ubica en lo que ahora es la Calle de los Hornos Caleros, también Carretera de El Escorial o de Las Navas (aunque realmente era la Ávila-Las Rozas) y antiguamente Avenida del 18 de Julio, y seguramente más cosas si seguimos retrocediendo. Desconozco el motivo del curioso nombre que tiene, sólo sé que tenía fama de dar buen agua. Digo «tenía», porque tras varias restauraciones y reconstrucciones y terraformaciones (y creo que también la conexión a la red pública de abastecimiento de agua), el estado que presenta es también lamentable. Probablemente, tanto en ésta como en la anterior tengamos buena parte de culpa los abulenses, dados a volcar nuestra frustración contra el mobiliario y enseres municipales*.

Fuente de la Alpargata (Q.E.P.D.)

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(*) Por cierto, y aunque no venga a cuento, en esto del vandalismo, últimamente se llevan la palma los espejillos esos que se ponen en los cruces para poder ver si viene algún vehículo por la otra calle, el más cercano a mi casa (cruce de la C/Valladolid con Fray Luis de San José) tarda pocos días en ser reventado a pedradas, cada vez que se repara; y el de San Pedro Bautista con David Herrero, tres cuartos de lo mismo. Ójala que, la próxima vez, al autor le salte una esquirla de cristal al ojo y le atraviese desde la córnea hasta el tobillo.

Warning: Lo del fondo a la izquierda parece un cacho de la muralla, pero solo es un decorado.

La Fuente del Bancospaña es un monumento multichorril ubicado en la Plaza de Adolfo Suárez, frente al pretencioso edificio que una vez albergó la sede provincial del metabanco por antonomasia. Tiene la peculiaridad de que echa agua*; que me dirán ustedes que vaya gilipollez tratándose de una fuente, pero han de saber que la mayoría de las fuentes ornamentales de nuestra capital y provincia suelen carecer del líquido (o sólido**) elemento por culpa de la pertinaz sequía, el progresivo abandono y la herencia recibida. En la siguiente entrada de este bló daremos cuenta de ello.

Otra peculiaridad de la ubicación de la fontana es que está en un cul-de-sac; si bien por sus dimensiones no parece un callejón sin salida, realmente es una «plaza sin salida», ya que está rodeada al sur y al este por las murallas, y al oeste por el edificio que daba el nombre oficioso a plaza y fuente, aunque ahora da cobijo a otros menesteres más económicos y hacendosos (e incluso catastralosos). Y, por terminar, por el lado abierto, que le comunica con la puerta del Alcázar y las calles Don Gerónimo y Cruz Vieja, la plaza se podría decir que tampoco invita a la visita, pues queda algo tapada por diversos accidentes geográficos.

Vista de la fuente con la muralla (esta vez, la de verdad) al fondo

Por ello, tanto la ampulosa fachada del ex-banco como la fuente pasan bastante desapercibidas, ya que los usuarios más habituales de la plazoleta son las palomas que se arriman a la fuente a beber agua y hacer sus abluciones rituales, y algún turista que se cuela por la zona, despistado, pensando que va a encontrarse algo más, aparte de la fuente y las palomas. No es así. Hubo un acceso a la muralla justo en lo que sería el fondo de la segunda foto, pero se eliminó. Bueno, hay algo más, vale… Tenemos un verraco ya informado en este bló (pero comprendan que los -y sobre todo, las- abulenses estamos acostumbrados a los verracos) y algunos pedruscos artísticamente diseminados.

Helos aquí. Pensé dedicarles una entrada propia a estos abrevadero s arremolinaos, pero por la presente, me la ahorro.

Como dato inútil y adicional, la fuente (y el jardincillo aledaño) ocupa maomeno el lugar donde estuvió el Alcázar de Ávila, una fortificación que debió de ser más funcional que majestuosa (no piensen ustedes en el de Segovia o el de Toledo, ni mucho menos) y podríamos decir que pasó casi directamente del estado de «inaugurado» al de «ruina», ya en época postmedieval, dado que al poco de terminarlo resultó que Ávila se había quedado lejos de todos esos pueblecillos con el apellido «de la Frontera».

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(*) De hecho, esta fuente se ha pasado largas temporadas completamente seca, y ha sido reparada y restaurada para relucir y remojar tal y como la ven ahora.

(**) Ex-sólido elemento, porque esa fuente se pasaba helada enero y febrero cuando yo era pequeño (aún se notaba la glaciación Wurm), y nos gustaba cruzarla con cierto riesgo para nuestra integridad. Andando, que para lo de patinar soy más torpe que un guarro chico.

Non Fungible Trisky

Cuando se está en racha, se está en racha. Si la semana pasada informábamos del hallazgo de los Hornos Medievales sin Post; en las obras de escarbación de las otras escaleras mecánicas, las de la Cuesta Antigua, ha aparecido el primer NFT Postmedieval del que se tenga constancia. Y la cosa no termina ahí; ¡¡desde Galería del Halón Disparado lo ponemos a disposición de todos los inversores interesados en hacerse con esta interesante pieza virtual de coleccionista real!!

Fue el pasado 1 de abril cuando los operarios encofradores hicieron el crucial descubrimiento, que se ha hecho púbico ahora. El nivel láser de rincones no paraba de mostrar lecturas extrañas. Al principio, se pensó que el problema venía derivado de la forma de la escalera; ya al tener que construirla sobre una cuesta de pendiente variable, se proyectó como una curva de Laffer, que sobre el papel lo aguanta todo, pero que una vez aplicada empezó a provocar incongruencias.

El arquitecto municipal, tras tomarse la preceptiva copa de coñac y zampuzarse en la cavidad de las escaleras, se colocó en decúbito dorsal a la altura del decimonoveno escalón. Tras unos instantes de desconcierto, pudo detectar el NFT, que hacía vibrar su móvil a pesar de estar en modo avión. La señal blutuz no dejaba lugar a dudas: se trataba de un NFT postmedieval, único en su género, cuyo token probablemente había sido desarrollado en python por el mismo autor del baldaquino sobre el cenotafio de los santos mártires de San Vicente. Los estilos coinciden.

El NFT pudo ser extraido por el concejal de festejos, con su Aifon 43. Para los nativos no digitales, un NFT es una especie de título de propiedad de algo etéreo, un contrato escrito en el equivalente digital de una servilleta de papel pringá de grasa. A todo esto, la ventaja de este hallazgo es que, al ser un mero campo electromagnético adimensional de bits y de bots, no es necesario paralizar las obras de las escaleras, que continúan a buen ritmo. De hecho, ya se ha alcanzado ya el nivel freático, por lo que pronto se comenzará con la instalación del reactor de biomasa y de los reclinatorios.

Y aquí viene lo mejor: como expertos que semos en bloskchein, criptomondongos y treidin, ¡el Ávila Street Museum ha sido el designado para comercializar este NFT en los mercados digitales y en forochoques! Los interesados podéis enviarnos un bizum a nuestros números personales, participando en una proporción alícuota quosque tandem en la propiedad del NFT, mediante un código hush que os remitiremos por correo certificado. ¡Sea usted propietario de un token al que ni siquiera el mismísmio Elon Musk tiene acceso!* ¡Participen en este crowfrungin! Los 100 primeros recibiréis, además, un mordisco del Camarada disfrazado de Rasputín (que es como acude habitualmente a su trabajo).

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(*) Nos prohíben exportar el NFT por haber aparecido en una ciudad patrimoño de la humanidad. Pa que veáis lo valioso que es.

Horneando el horno

Señoras y señores, indignado me hallo ante la afrenta cometida por las escarbadoras municipales. Siendo los hornos postmedievales uno de los signos de identidad no sólo de este bló, sino de toa, toa, toa la arqueología abulense, durante la ejecución de las obras para instalar unas escaleras mecánicas, ahora* parece ser que han aparecido unos Hornos Medievales sin Post. Medievales a secas. Cuatro días después de nuestra entrada a dedicados a los auténticos, los únicos, los inigualables (prrrrrrrr badabum-chis) Hornos Postmedievales.

No me cabe duda de que todo esto es un plan urdido para desacreditar tanto a nuestro Á.S.M. como a nuestros hornos favoritos, que ante la aparición de estos hornos rivales probablemente queden en situación de desventaja, y pronto sean un espacio abandonado, como el Centro de Interpretación del Misticismo o la sede local de Ciudadanos. ¿Tengo pruebas de lo que digo? Efectiviguonder**.

La prueba más clara es la propia escarbación en sí. Resulta que para poner unas simples escaleras, que han de salvar un desnivel de unos 5 metros maomeno, se horada toda una plaza que hasta hace bien poco, tenía una pinta aceptable (ver afoto 2), derribando árboles y removiendo más metros cúbicos de terreno que durante la construcción de la presa de Assuan. Eso ya olía mal. Para rematar, les recuerdo que la mayor parte de nuestra ciudad tiene cuestas, de hecho desde el final de estas escaleras hasta el centro todavía quda un desnivel aún mayor***. ¿Tenían sentido estas escaleras?

La ya ex-plaza, antes de empezar las obras, desde el ojo de pez del Gúguel.

El plan era evidente, tenía que aparecer algo para perjudicar a nuestro bló. Por eso han hozao paquí y pallí hasta que han encontrado tres piedras juntas y han decidido que eran unos hornos. Normal, en una ciudad con siglos y siglos de historia, era cuestión de tiempo, lo extraño es que no haya aparecido un cacho de Santa Teresa. Al menos se ha salvado -por los pelos- la Avda de Madrid, que llevamos una temporada que nos la llenan de zanjas y nos cortan el tráfico a la mínima.

La documentación de los hornos, de momento, brilla por su ausencia. No se sabe si eran hornos pirolíticos, si estaban en garantía, no se conserva la factura, ni siquiera sabemos si eran de fabricación nacional… Un desastre, como siempre. ¡Viva lo postmedieval! ¡Viva el capital!

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(*) Es un «ahora» irónico-alegórico, al estilo de Avilared.

(**) Antiguo chiste, sin traducción para los millenials.

(***) Ya, el plan es salvarlo con el ascensor o las escaleras que hay dentro del Centro de Recepción de Visitantes****. Me sigue rechinando un poco.

(****) Parada de bus para turistas que tenemos aquí. A pesar del nombre, no suele haber nadie recepcionando, ni cantando «Americanos, os recibimos con alegría».

El bipétreo* monumento que traemos hoy ante sus ejpertos ojos es el dedicado al primer otaku español, que fue -ojo al dato- un abulense, San Pedro Bautista Blázquez para los amigos. Se ubica en los jardincillos de San Antonio, pero no en el parque principal, sino en el sector anexo a la iglesia del mismo nombre y apellido padovano. Es fácil de encontrar, porque el pedestal es de una vez, como pueden ver. A la estatua de Pedro, allá en las alturas, le falta una mano; no sé si debido a defectos del material o a algún acto vandálico durante las post-verbenas del Sanan**.

Vayamos primero con la persona aquí encumbrada, y luego hablaremos del encumbramiento propiamente dicho. Pedrito nació en San Esteban del Valle, jermosa localidad de la Andalucía de Ávila (también tenemos), a mediados del XVI. En su juventud opositó para misionero, y pronto pudo viajar a predicar el cristianismo al Japón. Aprendió el idioma, se hizo con una pandilla maja por allí, y le gustaba el país; pero entre las insidias de los frailes portugueses, que veían peligrar su parte del pastel***, y de los japoneses más tradicionalistas****, a los que no les gustaba la globalización mercantil, tecnológica y religiosa que venía de la mano de los occidentales, fue condenado a muerte, siendo ejecutado en Nagasaki con sus correligionarios, por lo que está considerado el primer mártir cristiano en Japón, y por ello fue pronto elevado a los altares.

La elevación al monumento, por otra parte, no data de aquella época (bien se ve que no es postmedieval), sino de mediados de 1945, lo que tiene su miga… Vale que la fecha (29/06/1945) coincide con el 4º centenario del nacimiento de Pedro B. (aunque en algunas güebs pone que nació en 1542); pero además coincide con un periodo muy curioso de la historia de España, marcada por los vaivenes en nuestra relación con el país del sol neonato, que procedemos a explicar.

Tras la entrada de Japón en la II Guerra Mundial, España continúa por un tiempo con su política de «simpatía ma non troppo» por las potencias del Eje, que parece que van a comerse el mundo, y de hecho se felicita a nuestro nuevo fachicolega por lo de Pearl Harbour. Sin embargo, cuando Japón invade Filipinas y se dedican a eliminar todo lo que suene a occidental e incluyen en el lote, por ejemplo, a los sacerdotes españoles, se nos van quedando los ojos a cuadros (y también al embajador japonés en Madrid, que había comenzado una politica de buen rollito y ahora no sabe ni dónde meterse).

El avance de la guerra, y la masacre del consulado español en Manila (abril de 1945) terminan de convencer al pragmático usuario de la lucecita de El Pardo de que es momento de ponerse a bien con los yankis, y –ole su huevo– se ofrece como aliado para declarar la guerra a la pérfida Japón, incluso -sujétame el solysombra- mandando otra División Azul a reconquistar Filipinas (y, si cuela, recuperar algo de la excolonia para el Imperio)*****. De más está decir que ni se dignaron a responder a nuestras gallardas peticiones.

Es durante este furor anti-nipón (29 de junio de 1945, remember) cuando se inaugura el monumento a «nuestro» santo de Nagasaki; ciudad a la que -irónicamente- en ese preciso momento le quedan dos telediarios, pues será arrasada apenas 40 días después por obra y gracia del plutonio 239 superapretujao.

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(*) Es Pedro y es de piedra, claro.

(**) Las verbenas/botellones de Ávila tienen nombres apocopados para la juventud: Sanan(tonio), Sanfran(cisco), Sanjo(sé-obrero), etc. Esto lo sé por mi hija adolescente, que frecuenta estos festejos etílico-religiosos.

(***) Sí, frailes que predicaban la misma religión y -en aquel momento- hasta eran del mismo país (o, al menos, tenían el mismo rey), se pusieron a malmeter contra Pedro para eliminarlo. Luego que si «qué inyustisia», que si les quitamos Olivenza…

(****) Japón ya era (y es) de por sí un país muy tradicionalista (y de las JONS), partiendo de ahí os podéis imaginar qué tipo de tipejos serían aquellos.

(*****) Vale que a veces me invento cosas, pero ésta no.

Adivinanza…

«Adivina» es una performance technopop ubicada al lado de la muralla, en el patio del Archivo Histórico Provincial de la Provincia de Ávila. Todo esto viene estando en la Plaza de Concepción Arenal, al lado de la Puerta del Carmen (o de la Cárcel) de la susodicha estructura defensiva. Este happening gromenauer está realizado con cosas colorás dispersas entre gravilla y piedras viejas.

El visitante foráneo que abona la entrada a la muralla y recorre sus postmedievales* peldaños y adarves, bien como justificación calórica para chuletón que tiene ya en mente, bien por entretener a su prole con esta atractiva y belicosa actividad (no exenta de peligros, ya avisamos), suele caminar unos metros desde las entradas principales, y cuando (hechos tres o cuatro selfies en familia) ve que todo se reduce a pasear por lo alto de una tapia más larga que un día sin pan, en el que las inclemencias meteorológicas se magnifican (pasas más frío los días de frío y más calor los días de calor), no suele llegar hasta este punto que les mostramos. Pero los que sí lo hacen, se encuentran con dos cosillas que les dejan circunspectos o cariacontecidos…

La primera de ellas se ubica en la parte trasera del palacio postmedieval denominado hoy en día «Parador Raimundo de Borgoña»**. Allí se ubican los depósitos de combustible y otra serie de trastos almacenados que, cuando esa parte de la muralla no era visitable, quedaban ocultos a los ojos de propios y extraños. Sin embargo, en la actualidad, y a pesar del pobre intento de disimularlo a la vista, son ferpectamente visibles. Queda feo y cutre, hemos de decir, obligados por nuestro juramento de decir la verdad, toda la verdad y nada más que la mitad.

La segunda es ésta que les mostramos, una expresión de arte conceptual, libre de convencionalismos y de sulfitos. Consta, como ya hemos indicado, de piedras colorás dispersas en el suelo, entre gravilla y bloques graníticos tallados que antaño formaron parte de edificios. El rollo es que te quedas sin saber qué quieren decir los pedruscos. Y es importante, que cada piedra roja representa una víctima mortal de violencia de género (segun la cartela que hay dentro, corresponden a 2019 y parte de 2020). Quizá estaría bien que se colocase algún indicador explicativo, tanto en el exterior de la reja que separa el ¿jardín? de la plaza, pero sobre todo en el paseo de lo alto de la muralla, desde donde se puede observar con mejor perspectiva.

Al menos una cosa hay que reconocer: por un pelo, se nota que está puesto con alguna intencionalidad. Un par de bandazos artísticos más y aquello habría parecido los escombros de un tejao hundido. Bueno, si sigue creciendo maleza entre la gravilla, este efecto se puede llegar a conseguir. Gratis.

El happening, visto en perspectiva como proceso de deconstrucción bioevolutiva

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(*) Peldaños postmedievales, sí; si hubieran dejado los medievales, las huellas (ande pisas) eran sólo de unos 20 cm, y las contrahuellas (la altura del escalón) de 30 ó 40. Y los adarves no tenían barandilla pal lao de dentro. Que alguna vez de chavales nos hemos colao, cuando no estaba habilitada para el público.

(**) Raimundo fue un gabacho que (aparte de cepillarse a una Urraca) se dedicó a repoblar este territorio ganado al enemigo con gente a la que trajo (engañada u obligada, sin duda) desde tierras lejanas. Por eso en nuestra provincia tenemos varios pueblos llamados «Gallegos de…», «Narros de…» (navarros) o incluso una roja «Mingorría» (capital de Euskal Herría, según su himno oficioso).

He visto brillar rayos-C…

Las Puertas de Tannhäuser son uno de los monumentos más originales de Ávila, y mirad que tenemos cosas raras. Construidas con nuestra roca plutónica favorita, el gran-hito, pero con hojas de material casitransparente (que permiten vislumbrar un fondo lovecraftiano) y base de ladrillo enfoscao. Se encuentran en la Calle de la Dama, que está dentro del recinto amurallado; sí, hombre, es la calle del portón trasero de la Exacademia de Exintendencia, actualmente Archivo Histórico Militar Con Cosas; lugar en el que hubo una plazuela que tuvo que ser muy bonita en tiempos postmedievales, pues a ella daban dos edificios magníficos de esa nuestra más jloriosa época: el Hospital de Santa Escolástica y la Iglesia de Santo Domingo; y todo esto se perdió en el tiempo, como lágrimas en la lluvia*.

Ávila ha tenido desde siempre una larga relación con el cine; es algo típico de las ciudades frías y aburridas; ande si no vas a estar mejor un miércoles de invierno que viendo una película; a ser posible de éstas que echan ahora, que duran varias horas, te duermes tan calentito, y ya no te acuerdas si eso de la mantícora que quería poner generadores eólicos en el Raj británico multidimensional pasaba en Tar o en Avatar. Y no sólo eso, después de la película vas y pones un coloquio u mesa redonda sobre la influencia de Kierkegaard en la trama de El Séptimo Sello, con José Luis Garci, Eduardo Torres-Dulce y Carlos Boyero, moderada por nuestro héroe local de la crítica, Juan Carlos del Pozo «el Películas», y nos parecería lo más interesante que ha pasado en nuestra ciudad en el último siglo.

Sabido esto, la corporación municipal decidió erigir un monumento cinéfilo, emblemático y barato, para lo que se pensó en alguna obra representativa de la ciencia ficción, nuestro género favorito. Se barajaron varias posibilidades, como «Con AVE y sin peajes», «Una Noche en el Museo III: La subsede mutante», «Días de radioterapia» o incluso «Chusmatrix»; pero al final se eligió Blade Runner (no sin críticas de la oposición, porque el ambiente crepuscular y la trama recuerdan demasiado a la agrupación local del CHOE cuando hay primarias y aparecen replicantes por todas partes).

Los artistas municipales se pusieron manos a la obra, y poco a poco, cerveza tras cerveza, la idea fue tomando forma. A partir de la frase más famosa de la película, se decidió construir una representación que imagina a las Puertas de Tannhäuser como unos arcos boludos** con crestería gótica; colocándose en los vanos una superficie acristalada que, como hemos dicho, permite intuir borrosamente, más allá de las puertas, un paisaje desolador y postapocalíptico. Hay turistas que afirman haber visto a Cthulhu moviéndose entre la maleza. Los dos rayos-C surgen del suelo, dos emisores circulares*** bajo un cartel de fierro morroñoso y metacrilato.

Como ya somos Ávila Clever und Smart City, en el cartel morroñoso se informa al turista de todo esto que os digo, con un QR que nos dirige a la web de Ávila Estupenda, donde podemos escuchar una locución con la voz de Rutgerus Hauer o Constantino Romero (dependiendo de la selección de idioma) promocionando los productos gastronómicos locales.

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(*) De ellos nos queda casi nada, apenas fachada y media.

(**) Por su decoración, no argentinian pun intended. Las pelotillas adornando cosas son típicas de muchos palacios de Ávila.

(***) Parecen simples focos, pero piensen ustedes qué leches iban a iluminar en esa posición. Realmente son emisores de Rayos-C, los trajeron expresamente desde el Área 51.