El bipétreo* monumento que traemos hoy ante sus ejpertos ojos es el dedicado al primer otaku español, que fue -ojo al dato- un abulense, San Pedro Bautista Blázquez para los amigos. Se ubica en los jardincillos de San Antonio, pero no en el parque principal, sino en el sector anexo a la iglesia del mismo nombre y apellido padovano. Es fácil de encontrar, porque el pedestal es de una vez, como pueden ver. A la estatua de Pedro, allá en las alturas, le falta una mano; no sé si debido a defectos del material o a algún acto vandálico durante las post-verbenas del Sanan**.

Vayamos primero con la persona aquí encumbrada, y luego hablaremos del encumbramiento propiamente dicho. Pedrito nació en San Esteban del Valle, jermosa localidad de la Andalucía de Ávila (también tenemos), a mediados del XVI. En su juventud opositó para misionero, y pronto pudo viajar a predicar el cristianismo al Japón. Aprendió el idioma, se hizo con una pandilla maja por allí, y le gustaba el país; pero entre las insidias de los frailes portugueses, que veían peligrar su parte del pastel***, y de los japoneses más tradicionalistas****, a los que no les gustaba la globalización mercantil, tecnológica y religiosa que venía de la mano de los occidentales, fue condenado a muerte, siendo ejecutado en Nagasaki con sus correligionarios, por lo que está considerado el primer mártir cristiano en Japón, y por ello fue pronto elevado a los altares.

La elevación al monumento, por otra parte, no data de aquella época (bien se ve que no es postmedieval), sino de mediados de 1945, lo que tiene su miga… Vale que la fecha (29/06/1945) coincide con el 4º centenario del nacimiento de Pedro B. (aunque en algunas güebs pone que nació en 1542); pero además coincide con un periodo muy curioso de la historia de España, marcada por los vaivenes en nuestra relación con el país del sol neonato, que procedemos a explicar.

Tras la entrada de Japón en la II Guerra Mundial, España continúa por un tiempo con su política de «simpatía ma non troppo» por las potencias del Eje, que parece que van a comerse el mundo, y de hecho se felicita a nuestro nuevo fachicolega por lo de Pearl Harbour. Sin embargo, cuando Japón invade Filipinas y se dedican a eliminar todo lo que suene a occidental e incluyen en el lote, por ejemplo, a los sacerdotes españoles, se nos van quedando los ojos a cuadros (y también al embajador japonés en Madrid, que había comenzado una politica de buen rollito y ahora no sabe ni dónde meterse).

El avance de la guerra, y la masacre del consulado español en Manila (abril de 1945) terminan de convencer al pragmático usuario de la lucecita de El Pardo de que es momento de ponerse a bien con los yankis, y –ole su huevo– se ofrece como aliado para declarar la guerra a la pérfida Japón, incluso -sujétame el solysombra- mandando otra División Azul a reconquistar Filipinas (y, si cuela, recuperar algo de la excolonia para el Imperio)*****. De más está decir que ni se dignaron a responder a nuestras gallardas peticiones.

Es durante este furor anti-nipón (29 de junio de 1945, remember) cuando se inaugura el monumento a «nuestro» santo de Nagasaki; ciudad a la que -irónicamente- en ese preciso momento le quedan dos telediarios, pues será arrasada apenas 40 días después por obra y gracia del plutonio 239 superapretujao.

Enlace al mapa

(*) Es Pedro y es de piedra, claro.

(**) Las verbenas/botellones de Ávila tienen nombres apocopados para la juventud: Sanan(tonio), Sanfran(cisco), Sanjo(sé-obrero), etc. Esto lo sé por mi hija adolescente, que frecuenta estos festejos etílico-religiosos.

(***) Sí, frailes que predicaban la misma religión y -en aquel momento- hasta eran del mismo país (o, al menos, tenían el mismo rey), se pusieron a malmeter contra Pedro para eliminarlo. Luego que si «qué inyustisia», que si les quitamos Olivenza…

(****) Japón ya era (y es) de por sí un país muy tradicionalista (y de las JONS), partiendo de ahí os podéis imaginar qué tipo de tipejos serían aquellos.

(*****) Vale que a veces me invento cosas, pero ésta no.

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