No sé muy bien cómo empezar esto. El caso es que, desde hace algún tiempo, deseo ser abducido por un vampiro adolescente y tocapelotas, para ser teletransportado a Zamora, pero no la de España ni la de Michoacán, sino la Zamora que está cerca de la ciudad-estado de Gumente. Esa. Y llegar allí bajo la forma corporal de Vánfir hijo de Fólfir. Esto que cuento puede parecer confuso, pero tiene una explicación.

La explicación se llama “Dramones y Modorras”, y es el mejor libro que he leído este año, obra de Santiago Bergantinhos, al que no tengo el placer de conocer (ni siquiera en sentido bíblico). Del mismo autor también estoy leyendo con placer intermitente la colección de relatos “El hombre y la lágrima”, si bien en ninguno de ellos (por ahora) aparece Vánfir hijo de Fólfir.

Por el título podréis entender que el libro es una parodia divertida, amable y mamarracha de la saga/juego Dragones y Mazmorras, inspirada a su vez en cosas como El Señor de los Anillos. Sin embargo, no es necesario tener un buen mazo de cartas de Magic para entrar en la historia; pues en los primeros capítulos el autor va estableciendo esto que ahora llaman “lore”, o conjunto de trasfondos, historias, mitologías y detalles de un universo ficticio, que le dan profundidad y coherencia (que yo no lo sabía).

En esta toma de contacto nos enteramos de que los protagonistas, Puchi y Ermesinda, que han aparecido en este espaciotiempo (transmutados en dos héroes tipo Conan el Bárbaro y Xena), buscan el modo de regresar al nuestro por el consabido procedimiento de emprender un viaje pleno de aventuras, peligros y desafíos. Para ello, sus musculosos personajes cuentan con una fuerza y destreza bárbaras (guiño, guiño) y con su ingenio (en este caso, el que traían de casa; sobre todo, Ermesinda).

Para mí, el desarrollo pleno del libro se produce a partir del momento en el que, presentados los personajes principales y sus objetivos, se da una nueva vuelta de tuerca al lore ese, y todo se convierte en una tragicomedia de enredo que trasciende el género fantástico y se pasa tres pueblos y luego vuelve; no faltan ni vampiros, ni brujos, ni el Principito, ni un mayordomo llamado Igor. Perdón, Áigor.

No puedo sino recomendarles su lectura. Dramones y Modorras. Cuando hagan la película me pido ser Vánfir hijo de Fólfir. Daré la talla.

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