Loada sea la sagrada barandilla

Después de varios Edificios Singulares, retomamos la senda de Ávila Street Museum, aunque en este caso sería Ávila Stairs Museum… Lo que traemos hoy ante ustedes es el tramo central y único de las escaleras de la Cuesta de Julio Jiménez*. No se trata de una escalera imperial, ni de una escalera santa; pero para los abulenses tiene mucho más valor, porque su barandilla es la misma que usaba Santa Teresa cuando iba paquí o pallí. Así estaba, la pobre. La barandilla, quicir. Oxidada y morroñosa.

Donada a la ciudad por Raimundo de Borgoña en 1102, durante siglos y siglos este agarradero ha facilitado a los abulenses el proceso de ascenso y descenso por esta inestable cuesta; entre ellos, a su habitante más ilustre, fundadora de conventos, señora de los pucheros y doctora de teólogos. La Copatrona, aquejada de artrosis en las rodillas, gustaba de agarrarse a la barandilla, teniendo la otra mano libre para atizar con el bastón a quien osase interponerse en su camino.

Tras haber tenido expuesto para la veneración su cuerpo incorrupto (cof, cof, uhgm), ahora ha tocado a esta Su Sagrada Barandilla pasar por el restaurador. Cada vez más floja, en algunos puntos ya no estaba anclada al suelo; por lo que era cuestión de tiempo que algún transeúnte de avanzada edad, pensando que agarrado al pasamanos circulaba seguro, provocase una torsión y se esnafrase inmisericordemente. La barandilla fue retirada, pero está siendo poco a poco reintegrada a su lugar, protegido mientras tanto por un laberinto de cintas y conos de obra artísticamente dispuestos. Los soportes se han modificado, pero la barandilla es la misma mismita.

Aparte de para los jubilados y prejubilados, la barandilla también ha desempeñado su función en las noches de desenfreno que carcterizan a nuestra ciudad. La propia Cuesta de Julio Jiménez ha llegado a albergar una discoteca, un pub y una hamburguesería; todavía queda abierta la primera, aunque ha cambiado de nombre más veces que Podemos. Más de una vez he contemplado con mis asombrados ojos cómo los últimos de la noche se aferraban a la baranda, en su sopor etílico, tratando de ascender por la cuesta a trompicones, como si estuvieran en el tramo final del Everest.

(*) Julio Jiménez fue un ciclista abulense** de éxito, gran escalador (grimpeur, dicen los gabachos); llegó a ganar el premio de la montaña en el Tour de Francia varias veces, y en el del 67 además quedó segundo en la general. Por eso, en lugar de una calle, se le dedicó UNA CUESTA. ¿Eh? ¿Cómo os quedáis?

(**) Ávila es patria de biciclistas. Recordamos aquí que la mayor hazaña del ciclismo abulense fue la de Agustín Jiménez «El Gafas», en la Subida a Arrate. En un día ventoso y lluvioso se lanzó raudo y veloz hacia la cima, adelantando como una exhalación a todos sus rivales… menos a uno. Tras entrar en meta con el típico gesto de «no ha podido ser» (puñetazo en el manillar) quedóse sorprendido al verse felicitado por todo el mundo: no sólo había ganado, sino que había pulverizado el récord de la prueba. El ciclista que veía delante (remember: «El Gafas», y llovía) y al que no pudo pillar era la moto que abría carrera.

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Puedes utilizar estas etiquetas y atributos HTML:

<a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.