El Á.S.M. les trae, como siempre, el último grito en arte abulense. La Basílica de San Vicente* ya muestra la primera de las nuevas gárgolas postmedievales, en la esquina del brazo sur del crucero. El plan de la Junta de Conversación del Patrimonio es colocar una docena de estos engendros alrededor de los tejados de una de nuestras joyas del románico (que también tiene elementos góticos, barrocos y de mezcla natural/torrefacto).

Las originales gárgaras en nada desmerecen a las diseñadas en su día por Viollet le Cocq para los tejados de Notre Dame; si el gabacho se inspiró en los textos de su paisano Victor Hugo Boss, las nuestras están dedicadas a la actual etapa de esplendor constructivo que vive la ciudad; es más, son más grandes y permitirán evacuar el agua de lluvia aunque ésta caiga de modo torrencial. Y el efecto será muy superior, estéticamente, a lo del Pompidou de París por fuera.  

Quién sabe si algún día, esta intervención sobre la iglesia de San Vicente designe a un nuevo estilo (que los connoiseurs ya empezamos a denominar “estilo vizentino”). Y que seguro que cae en los exámenes de selectividad EBAU PAU. Con iniciativas como éstas ya no será necesario seguir esperando a la subsede del Museo del Prado ni a ningún otro perroflauta que nos engatuse.

(*) La basílica está dedicada, colectivamente y de manera indivisible, a los santos mártires Vicente, Sabina y Cristeta. Y tiene debajo una iglesia soterraña.

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