
Ahora que se acerca el Mercado Medieval, acometemos un post especial para denunciar la desaparición paulatina de los AAAs, los Alcorques Afilados Abulenses, que forman parte de nuestro patrimonio granítico local, al igual que los berracos bettones y los palacios del XVI bis.
Los AAA son las piezas esquineras de granito, al borde de alcorques y aceras, que delimitan con precisión las plazas de aparcamiento, de manera que el mero roce con el neumático pueda causar un reventón o al menos una buena marca visible en el lateral, como la cicatriz de lapéndice. Acompaño, como siempre, de unas imágenes descriptivas; si bien no he encontrado ninguno de los recién instalados, cuando la esquina está tallada en perfecta escuadra, de un modo que su punta podría utilizarse para manejar átomos en un microscopio electrónico de barrido.



En la antigüedad, Ávila estaba llena de estos elementos disuasorios, ya en tiempos de los sarracenos Jimena Blázquez pudo hacer frente a un ataque gracias a que las ruedas de las torres de asedio quedaron destrozadas al arrimarse a los AAAs; pero poco a poco estas obras del arte poliorcético se están perdiendo. Es normal que la erosión y las injustificadas acciones vecinales hayan mellado estas puntas, e incluso el ayuntamiento -saltándose las leyes de patrimonio a la torera- últimamente ha procedido a redondear algo las afiladas esquinas: terror de conductores, azote de aparcadores imprecisos y defensores de acacias y magnolios. En los barrios de expansión preburbujera aún quedan algunas que presentan un borde más o menos cuadrado, pero las calles del centro están prácticamente arrasadas. Casi nada queda de las proezas de nuestros maestros canteros.


Además de los AAA, Ávila es rica en BBBs, Bordillos Burladores de Biciclistas, que consisten en que las aceras tengan unos bordillos particularmente altos en las zonas frecuentadas por ciclistas y otros obstaculizadores del tráfico rodado, de manera que no se puedan arrimar mucho al límite de la calzada, pues se corre peligro de que el pedal, en el punto más bajo de su recorrido, impacte contra este elemento, provocando un efecto de acción-reacción que puede provocar la caída hacia el lado contrario -hacia el centro de la calzada- con posterior atropello por vehículos en ambos sentidos, si hay suerte. Así, estos indeseables usarán el carril bici (donde pueden sufrir otra serie de catastróficas desdichas, pero eso es harina de otro costal).