Conocido aquí como «piedras jincás»

El monumento a los Campos Frisios es, a la vez, un monumento y una estructura defensiva (como el cimorro de la catedral de Ávila). Se ubica en el exterior de la iglesia de San Andres, en la plaza del mismo nombre, protegiendo a los ábsides del templo de los ataques de los vándalos.

El monumento hace un guiño al pasado vetón de nuestra comarca. Todavía hoy, en castros cercanos, como el de Las Cogotas, se puede admirar la zona de piedras hincadas que constituía un elemento de protección para dificultar el avance de los enemigos. Este mecanismo defensor es el precedente de otros más postmedievales, como los espárragos de Rommel o la Arquitectura Hostil.*

Diseñada contra la tribu de los Meones

Sepan vuesas mercedes que los rinconcillos que quedan entre los ábsides eran utilizados por chavales y no tan chavales para hacer sus necesidades, lo que sin duda es algo reprobable. San Andrés es una pequeña joya del románico abulense, y los campos frisios contribuyen a evitar esta guarrerida española. Queda claro, a la vista de las imágenes, que es muy desaconsejable -sobre todo en estado de embriaguez- tratar de caminar entre las defensivas piedras, por el riesgo de perder la dentadura en el intento. Lo que no se ha evitado del todo es la acumulación de basura, fundamentalmente bolsas de patatas fritas que se enredan entre las piedrecillas (claro, los barrenderos también tienen complicado entrar a limpiar; es un pequeño problema de este diseño).

Enlace al mapa

(*) La vecina ciudad de Madrid es puntera en esto de la Arquitectura Hostil, creando un nuevo paradigma de hostilidad minimalista (nihilista, incluso). Véanse los ejemplos de reformas como la Plaza de España**, la Plaza del Callao o la Puerta del Sol, donde la progresiva supresión de elementos citizen-friendly (vegetación, mobiliario urbano…) consigue la misma función que las piedras jincás, pero por ausencia.

(**) Ojo, que -aunque inaugurada por el actual- ese proyecto es mérito de la anterior; que las hizquierdas también se dejan comer el tarro por los urbanistas; es más, yo diría que resultó más fácil dorarle la píldora a la abuela; a Dickface al menos hubo que disuadirle de su idea original (construir un megaparking de 16 pisos), porque taparía la imagen del reloj en las campanadas de nochevieja.

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