Concluye esta serie de deportes desaconsejados con el único que realmente aconsejamos, el deporte emérito por antonomasia, el que combina precisión con diversión, el que no requiere que seas citius ni altius ni fortius, el auténticamente olímpico (esto es, al que juegan Héctor, Aquiles, Agamenón y Menelao en la residencia «Monte Olimpo»): LA PETANCA.

La petanca es un deporte que, desde esta bitácora, ACONSEJAMOS. Aunque hay diversas modalidades*, consiste en que cada jugador o equipo lanza cierto número de bolas tratando de ser el que más se aproxime a una pequeñita (boliche) que se lanza antes. Es legal golpear a las bolas precedentes para tratar de recolocar a nuestro favor la estructura bolística. Un complemento ideal para la chepa es una especie de yoyó con un imán que sirve para recoger las bolas del suelo sin tener que agacharse.

Las reglas no pueden ser más sencillas. Se puede jugar casi en cualquier lugar, incluso en interiores. Se pueden usar bolas de cualquier tipo, incluso gurruñitos de papel arrugao. Con equipos mixtos o de cualquier edad. En silla de ruedas. Emitamos pues, un nihil obstat, declarando que la petanca es el deporte perfecto.

A continuación les contaré lo que para mí representa el éxtasis deportivo absoluto. Esta epifanía me sucedió en la isla de La Gomera, mientras esperaba la vuelta del ferry que me devolvería a la de Tenerife. Cerca del puerto de San Sebastián había unos jubilados jugando a una variedad hasta entonces desconocida para mí; una petanca por equipos; se enfrentaban dos equipos de varios jugadores, cada equipo tenía diez o doce bolas. Comienza uno con la primera bola (que lógicamente, en ese momento es la que está más cerca del boliche), y el siguiente equipo tiene que lanzar bolas hasta tener alguna más próxima que las del contrario; momento en el que cambia el turno; así hasta que un equipo agota sus bolas. Cuantas más bolas sin usar tenga el equipo ganador, más puntos se lleva. Creo.

Me llamó la atención que en uno de los equipos había un jugador que siempre permanecía sentado, parecía ser el mayor de ellos. Y aquí he de hacer un inciso. Como vds conocerán, los habitantes de las Islas Canarias tienen fama de tomarse la vida con más calma que el godo peninsular medio; eso lo pude comprobar cuando comenzamos a turistear por Tenerife. Sin embargo, cuando fuimos a La Gomera pude darme cuenta de que los tinerfeños son unos estresaos paranoicos al lado de los gomeros. Aquello es otro planeta.

Pues bien, estamos presenciando un partido de Jubilados Gomeros. Eso ya de por sí transmite paz y tranquilidad. Pero el jugador al que me refiero era otro nivel. Estaba sentado IRRADIANDO calma a su equipo. Si los del CERN inventasen un interferómetro capaz de detectar las ondas de placidez, este tío lo reventaría desde su isla. Asistía al juego sin participar en las chanzas y chacotas que -sin perder la compostura y la bonanza- se iban lanzando los jugadores según el lanzamiento era mejor o peor. Hasta que, cuando el equipo contrario aproximaba mucho una de sus bolas al boliche, sus compañeros se volvían y lo miraban.

Eso me impidió conocer su nombre, porque no le decían «te toca, Paco» o «sal y reviéntala, Manolo». Lo miraban. Con calma, claro. Entonces Él se levantaba del poyo, sin perder la serenidad, se dirigía a la raya de lanzamiento, y lanzaba Su Bola. Sin aspavientos, sin gesticular, sin histrionismos innecesarios. La bola siempre impactaba a la de los rivales, alejándola del boliche, y devolviendo la primacía a su equipo. Volvía parsimonioso al asiento y a la contemplación. Ni siquiera era felicitado por los compañeros, tal era la confianza que tenían en Su Sagrada Puntería. Jamás admiraré más a ningún deportista, Señor de la Petanca, Apartador de Enemigos, Rey de la Precisión, del Pulso y de las Esferas.

Por todo esto, la petanca es el deporte que les aconsejamos. Sencillo y barato a más no poder. Vayan practicando, les llegará su hora.

(*) No todas son aconsejables. En los países bárbaros han inventado modalidades relacionadas, en las que se deslizan artefactos discoidales tratando de colocarlos cerca de un objetivo-diana dibujado al final de la pista. La más famosa de ellas**, el curling, proporciona la ridícula estampa de los barredores compulsivos que recorren la pista delante del deslizador. Supongo que completan el cuadro los guiris borrachuzos y ludópatas (valga el pleonasmo) que lo están viendo, tras hacer sus apuestas, a través de la espesa niebla etílica del pub, cantando Got on a lucky one, came in eighteen to oooone.

(**) Es famoso porque cuando navegas por los canales disponibles de allende la TDT (satélite, tv de pago, tv de un hotel, etc), en la parte de deportes SIEMPRE te aparece una competición de curling, es como el Radio María del streaming deportivo; las primeras veces te hipnotiza y te quedas mirando aquello tratando de entender qué sentido tiene ese despropósito escobado.

P.D. : A partir de ahora, si alguien tiene alguna petición, si tiene dudas sobre comenzar a practicar algún deporte, o si cree que nos hemos dejado algo importante, que nos lo comunique por los cauces habituales y será oportunamente atendido y desaconsejado. Aquí no practicamos el silencio administrativo. Bueno, el Camarada últimamente sí, pero tiene cosas más importantes que hacer.

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