Continuamos esta nueva (y totalmente prescindible) sección con un nuevo deporte, el que más jloria internacional ha dado a los y las abulenses: el ciclismo. Básicamente, consiste en subirse en una bicicleta del tipo antiguamente denominado como de carreras* y liarse a dar pedales por la carretera. Sobre todo cuesta arriba, porque si vas cuesta abajo, pedalear no es tan necesario**.

El ciclismo es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. No sólo porque te puedes pegar un piñazo o ser atropellado por otro vehículo, es que además la postura no es buena, ahí con la chepa torcida y la próstata apretá***, pasando frío y calor (no hay término medio), y si llueve te mojas por arriba y por abajo (con las salpicaduras de la rueda o de otros vehículos). Para rematar, casi sólo ejercitas un par de músculos, pero es tan exigente en el consumo calórico que te puede provocar la pájara. A ver, en todos los deportes te cansas, o te pueden subir las pulsaciones a mil; pero en la bici, de repente, te llega un vacío existencial, una ausencia de energía absoluta que se complementa con la aparición de hambre canina y te convierte en una piltrafa humana. Por suerte, se pasa descansando y comiendo. Mucho.

Los riesgos son evidentes. Y no termina ahí; existe un peligro desconocido para los no iniciados; cuando el aficionao corriente cae en esa especie de secta que forman los globeros, comienza un proceso adictivo similar a la ludopatía: se empieza a gastar MUCHO dinero en una bici mejor. Amigo, que no te estás jugando el Tour por unos segundos, que tú sólo sales a dar una vuelta con los colegas de vez en cuando, pa qué necesitas una bici [mode Manquiña ON] profesional. Ojo, que no te da más seguridad ni resiste mejor las averías, no; a partir de un punto, los euros sólo se van en reducir unos gramos de peso y ofrecer una pizca menos de resistencia aerodinámica.

Esto de llevar bicis de calidad obliga a entender de marcas y modelos; tanto, que los ciclistas se reconocen entre sí como los perros; no se miran a la cara; se inclinan y olisquean la bicicleta del otro:

  • Ayer me di una vuelta con Eufrasio
  • ¿Eufrasio?
  • Sí, hombre, uno que sale con Hematocrito, Gaseoso y Huelepeos [inciso: son apodos reales]
  • No caigo…
  • Uno que lleva una Samsonait de germanio con cambios Maquiavello y portabotija Thermoflix…
  • Ah, sí, Eufrasio el Gafas****, sí, la Samsonait se la recomendó Chiappucci…

Como se ve, además de la bici, claro, está el apodo o «nombre de guerra», imprescindible si quieres ser alguien, y hay que ganárselo a través de años de entrenamiento. Si no tienes, se te asignará uno de oficio.

Para terminar con los riesgos, hay una palabra que va asociada a «ciclista» como las moscas a la mierda: doping. Dejando aparte los casos de los profesionales (de los que, recordad, los detectados sólo son la punta del iceberg), lo más triste es que entre aficionados tampoco es raro hacer tonterías como tomarse varias latas de bebida energética en una parada, para poder llegar un poco más acelerao al siguiente puerto o sprint*****. Manda huevos, sí.

Además, confieso, los ciclistas no somos buena gente. Ello procede de una peculiaridad: como es sabido, el que va delante se cansa más que el que va a rueda. Por eso, es un deporte en el que a veces no gana el mejor ni el más fuerte, gana el más astuto traicionero. El que iba disimulando «no puedo, no puedo», y al llegar a la meta, demarra y gana con insultante facilidad. A veces, entre profesionales, se dan situaciones inexplicables de ese tipo: ¿Cómo no se ha dado cuenta Fulanito de que Menganito, que iba todo el rato a rueda, le iba a ganar al sprint? Pues porque, como dice mi hermano, cuando vas a mil, no te llega suficiente oxígeno al cerebro.

Esta rivalidad se manifiesta ahora, además, en una práctica reciente, que consiste en colgar en la red nuestros entrenamientos, con lo que se establece una especie de competición para conseguir primeros puestos en los «segmentos» (cachos de carretera). Claro, aquí se puede hacer trampa: ir con una bici eléctrica, o ir en tu coche despacio, a una velocidad «creíble», sólo para aparecer en esas aplicaciones. También sirve para conversaciones del tipo «Mira a Claudio, el capullo, dice que no entrena y se ha metido 140 kms esta mañana, y por los puertos». Ah, casi se me olvida, menos mal a Claudio… Si quieres ser ciclista SIEMPRE tienes que quejarte de que este año has entrenado poco; «llevo pocos kilómetros…», «los días que puedo salir, hace malo…», etc.

Y hablando de las bicis eléctricas, aquí tenemos otra nueva fuente de conflictos, que ha dividido a los ciclistas en tres grupos: los que odian a los de las eléctricas, los que les envidian, y los que tienen una eléctrica. Reíros del cisma de occidente, esto está provocando enemistades enconadas. Y no está dicha la última palabra.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) Antes sólo existían las «bicis» (a secas, sólo denominadas «de paseo» por los vendedores) y las «bicis de carreras«. En su momento se inauguró la subcategoría «bicis de carreras con cambios» pero pronto todas las bicis de carreras venían con cambios de marcha (3 ó 5 «piñones», que se decía), por lo que se omitía esa salvedad. Las bicis profesionales de verdaz eran las que tenían transportín para llevar mercancías, y dinamo para llevar luz; mucho antes de los del Jlovo.

(**) Sí, majos, hay masoquistas que siguen pedaleando cuando van cuesta abajo. Esa gente nunca es de fiar, esa es la primera señal de que os dejarán tirados en cuanto os vean flaquear.

(***) En caso de que tengas próstata, claro.

(****) El Gafas de verdad no se llama Eufrasio, sino Agustín «Tino» Jiménez, un abulense que no llegó a profesional, pero compitió en los años 70 en una especie de segunda división (llamada entonces «aficionados»), y su mejor resultado fue en la Subida a Arrate, de su categoría, en la que fue adelantando a todos los rivales menos a uno, al que no pudo pillar, a pesar de darlo todo… Pero al entrar en meta, todos le felicitaban. El otro era el motorista que abría carrera. Con la lluvia empapándole las gafas, pensaba que era un ciclista. Como para pillarlo… Pero gracias a eso, pulverizó el récord de aquella subida, de hecho lo hizo en menos tiempo que los profesionales; y su marca estuvo vigente décadas.

(*****) Los ciclistas nos pegamos un calentón para ver quién llega primero a cualquier cuesta o lugar emblemático. El caso más conocido es el de Eddy Merckx, que en una carrera esprintó en una pancarta del –entonces ilegal, pero existente, al revés que ahora– Partido Comunista.

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