El esquí comenzó por la necesidad de desplazarse por lugares nevados. Probablemente, a algún pastor de renos se le ocurrió atarse un par de tablas a las botas para poder caminar sobre la nieve sin hundirse hasta los cohones. Pronto se descubriría que era posible deslizarse sobre la nieve; y de ahí a decirle a otro «a que te gano bajando por esta ladera» sólo había un paso. Nunca sabremos quién fue el primero que se esnafró esquiando, pero está seguro que tuvo su gracia (los piñazos de esquiadores son una tragicomedia breve), y a la gente le dio por continuar con la idea, mejorando la tecnología para poder calzarse unas ostias como panes.

El esquí es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Cuando no sabes, lo anti-intuitivo de mantener el equilibrio sobre las tablas (tiendes a erguirte y echarte patrás; y justo es al contrario) hace que te caigas de las maneras más tontas (malo es que se te crucen las tablas; peor, que se separen). Pero cuando sabes es peor, porque te confías; te pones a bajar por laderas más empinadas, aumentas la velocidad de descenso y tarde o temprano te estampas.

A todos nos gustan los toboganes y la sensación de velocidad, pero tenemos que entender que bajar por la pendiente de una montaña calzado con esos chismes no es seguro. Y cuando eres un crío tiene un pase porque pesas poco y eres de goma; pero alcanzada cierta edad los piñazos son de los de ir directamente a hacerte una resonancia. Y lo sabéis; en cuanto aprendemos, el problema es que siempre hay que intentar ir por las pistas que están un poquito por encima de nuestro nivel*. Puta manía, cuando podrías disfrutar bajando por una ladera suave. Y claro, llega el piñazo.

Aparte, el esquí es -como el golf- un deporte pijo e invasivo para el medio ambiente; se desarrolla convirtiendo las cumbres de las montañas en una especie de centro comercial con cintas transportadoras; porque claro, la parte trabajosa (subir la ladera) te la ahorran montándote en (o siendo arrastrado por) chismes. Y si no hay suficiente nieve, pues gastamos agua y energía para fabricar más. Una cosa buena -dentro de lo malo que es el cambio climático- es que en España, si la cosa sigue así, el esquí tiene los días contados; pronto la falta de nieve hará inviable la práctica de este chorrideporte.

Existen otras variedades de esquí, algunas consisten en caminar por la nieve como si fueras a hacer un recao (esquí de fondo o de travesía), y luego para los más locos está lo de tirarse por «fuera de pistas», contrisquemás peligroso mejor; que ya sabéis que todos los deportes (hasta el mus) tienen una variedad «extrema» pa que los más tontos puedan ganar un premio Darwin. Ah, y eso que veíamos por la tele el día uno de enero con la resaca, lo de saltar por un trampolín a ver quién llega más lejos… Ésta ni os la desaconsejo porque con asomaros a lo alto de esa rampa y mirar pabajo sería suficiente para preferir meterse a portero de hockey.

Por todo lo dicho, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) Las pistas de esquí tienen un sistema de codificación de la peligrosidad basado en colorinchis, como los cinturones de karate, la bandera LGTBI y todo eso.

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