El juego de los bolos (boliche, en algunos lugares) es un deporte de puntería que consiste en derribar objetos fálicos dispuestos verticalmente al final de un pasillo de parquet, con una bola gorda con tres agujeros agarratorios; para lo que es necesaria una parafernalia indecente que se coloca, junto con un bar, en los lugares denominados «boleras». Si recuerdan la desaconsejación del billar, es un poco lo mismo, pero el ambiente aquí trata de ser lo más años-50-tupés-pin-up-girls-esco posible, como pa que vayan los muchachos después de arreglar el Grease Lightning; aunque frecuentemente se queda en algo más rústico, como la bolera de Los Picapiedra.

El juego de los bolos es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Vale todo lo del billar, como hemos dicho, cambiando la vestimenta y eliminando (algo) la parte del machismo (aquí las chicas ya podían jugar, incluso en los 50); pero a cambio las bolas pesan como un muerto y como tengas mala suerte o te hayan aconsejado mal, te puedes hacer daño en los deditos* y/o en la chepa. Ah, y el whisky o la coñá se cambia por la mucha cerveza.

Aparte, los bolos tienen un ritual un poco molesto y caro. Para empezar, vas a la bolera, alquilas una pista y (dando por hecho que no eres habitual) tienes que alquilar también unos zapatos** de chúpame la punta, que te entregan tras echarles un fliz con ambientador (esto es igual de importante que de inservible). Te diriges al módulo base de la pista, contoneándote como Tony Manero, y allí llegas y te encuentras que los de las pistas de al lado tienen Camisetas de Equipación; están jugando los los Villaverde Timberbowlers contra los Caño Roto Sound Machine, en el campeonato que organiza la bolera. Te miran con desdén.

En las pantallas puedes ver la puntuación de todos los demás. Ellos también ven la tuya, claro. Es evidente que no puedes competir contra los Timberbowlers, que empiezan a encadenar pleno tras pleno, y decides que (mode Braveheart on) puede que te derroten en puntuación, pero no te quitarán la libertad… de beber cerveza, y os pasáis la partida yendo y viniendo a la barra a por tercios o pintas (NADIE juega a los bolos con cañas normales o botellines de quinto; si no lo creéis, comprobadlo). Claro, porque estamos haciendo deporte y eso deshidrata.

Una cosa curiosa del juego es que, en contra de la intuición, no es bueno que la bola vaya recta hacia el bolo del centro; si lanzas así lo más fácil es que dejes bolos de los extremos sin derribar. Es mejor que le impacte frontolateralmente; por eso los jugadores deverdaz lanzan con un extraño efecto giroscópico que se tarda mucho en aprender. Eso ayuda a que te quedes mirando a los otros con cara de WTF?, trates de imitarles, te hagas daño y la bola se te vaya a los carrilillos de desagüe que tiene la pista a los lados.

La bolera no sólo tiene pinta de bolera, asientos semicirculares de bolera, american way of life y toa la pesca; tiene Ruido de Bolera (escandaloso y adictivo). Pasarás un tiempo queriendo ir a la bolera sólo por escuchar el sonido ambiente ¡las bolas reventando los bolos, la maquinaria que recoge y recoloca todo! que de alguna manera te hace sentir bolero y que, por un condicionamiento como el de los perros de Pavlov, inmediatamente te impulsa a beber cerveza. Eso es lo que sacarás de ese mal llamado deporte.

La bolera, por si fuera poco, compite con nuestros deportes autóctonos de puntería (en Ávila, la calva, en otros lugares hay diversas modalidades de bolos tradicionales); no es que sea crítico, pero de alguna manera convierte a éstos en deportes para jubilados y/o nostálgicos del antiguo régimen. Peeeero para jugar a la calva vale un pequeño terreno despejado, mientras que las boleras son muy caras de mantener; en poblaciones pequeñas no hay «masa crítica» de jugadores, y en las grandes, como requieren locales enormes, las especulación urbanística juega en su contra. Por tanto, tras aparecer (en España) con cierta fuerza en los años 60 y 70, el juego languidece merecidamente.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) Enzerio, aunque lo hayáis jugao en el Wii Sports, no lancéis a los bolos si alguien no os explica cómo va. Parece fácil pero es igualmente fácil que te escoñes los dedos o sueltes la bola desde una altura improcedente y te mire mal toda la gente del local.

(**) Para lanzar a los botos da igual que lleves chirucas, deportivas o náuticos; sólo están homologados los zapatos de tirar a los bolos, que se caracterizan por ser un híbrido entre el zapato de rejilla y las J’hayber, pero con colorinchis y suela de piel de gamusino.

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