Turú turúDame más gasolina

La placa-relieve denominado «Hazaña del Reguetón Turutero» preside la entrada al Palacio de los Dávila, en la Plaza de Pedro Dávila (que los locales llamamos Plaza de la Fruta). Colocado sobre una puerta de enormes dovelas, y bajo una barbacana defensiva, representa al caballero Bartolo Dávila, el primero de su nombre, virtualizado en un avatar de escudo con yelmo (anticipo de «Los SIMS»), y rodeado de guerreros y trompeteros enemigos. Es una hermosa pieza de arte postmedieval que pasa algo desapercibida en esta majestuosa fachada (que tiene más historias). La de este relieve es de las más bonitas.

Bartolo Dávila fue un aventurero que marchó a las Indias en busca de fortuna con algunos hermanos de Santa Teresa. Él todavía no era noble (entonces era llamado «Bartolo el de Ávila», sin más rimbombancias). Durante las guerras de conquista del Imperio Inca, Bartolo fue enviado a capturar al hijo de Atahualpa, lo que consiguió con arrojo y valentía. Al volver al campamento con el prisionero, cuando todos lo daban por muerto, pronunció su famosa frase «Aquí os lo traigo, Atahualpito», provocando el regocijo entre sus compañeros.

Al haber sido capturados sus reyes, en el Imperio Inca asumieron el poder los Administradores de Incas Colegiados, que reunidos en junta urgente decidieron -en primera convocatoria- contraatacar a las huestes castellanas. Varios guerrereros rodearon el campamento y comenzaron a hacer sonar sus trompetas, como ya hicieran los israelitas contra Jericó; pero éstos además, contaban con un arma secreta: individuos con extrañas pintas, tatuajes, gorras puestas patrás, cadenas de oro, e -importante- puestos de ayahuasca hasta las cejas, que comenzaron a cantar desafiantes sus invocaciones: «siempre me dan lo que quiero, chingan cuando yo les digo, ninguna me pone pero…«. Esa misma noche, los castellanos abandonaron el campamento por la puerta trasera, hartos de semejante murga (enrólate, te dicen; verás mundo, te dicen…); pero Bartolo (en parte, porque había quedado algo sordo durante su empleo de artillero de la nao «Iberpistas») pudo resistir tres días sin rendirse, hasta que los cantores quedaron afónicos.

Este hecho sin precedentes le valió ser nombrado caballero, tomando como apellido topónimo ese Dávila, que arrejuntao y esdrújulo da más empaque. El escudo de los Dávila, aquí mostrado, muestra tres pares de roeles con el lema «Ter ad spherae» (Tres veces hasta las pelotas), que hace referencia a su aguante los tres días del episodio del reguetón. De vuelta a su Ávila natal, mandó construir un palacio con los más altos muros, que le aislaran de los ruidos, y sobre la puerta dejó constancia de su singular hazaña. Loor y Jloria a don Bartolo.

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