León torpe

Ávila es una caja de sopresas. Y paseando por ella, el viandante (aparte de tropezar con una losa mal puesta) puede contemplar cosas insólitas. Más allá de la puerta Tannhäuser, digo de El Rastro, nos podemos encontrar con una estatua dedicada al león torpe. En todas partes se ponen efigies de leones: a las puertas del Congreso de los Diputados, tirando del carro de La Cibeles, rodeando la Catedral de Ávila… Son leones rampantes, hermosos; representan a los reyes de la selva, al monstruo de Nemea, a la esfinge, al Seat León Turbo Road Runner Special When Lit… Pero ninguno como éste.

El león que tenemos en la entrada al jardín de El Rastro es, claramente, un león torpe. Colocado al lado de una figura con forma de torre de ajedrez, este león es como yo cuando en gimnasia me mandaban trepar por la cuerda: se ha quedado abajo, tratando de no rozar el suelo (lo que supondría la descalificación) y buscando la manera de que la gravedad negativa (esa fuerza oscura que en algún lugar del Universo aún espera a ser descubierta) le impulse hacia arriba.

La pieza fue construida en época postmedieval, y por ello luce en granito brillante. Sin duda, el escultor ha querido reflejar la perdida nobleza de Ávila, que llegó a ser una de las ciudades más importantes de Castilla y sede de la corte en tiempos de los Reyes Católicos, y ahora es un mega-restaurante temático donde los madrileños vienen a jartarse de chuletón y a pasear en el Murallito.

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