San Martín partiendo la pana

La escultura en relieve de San Martín, de época postmedieval, se encuentra presidiendo la entrada de la conocida como Casa del Caballo, antiguo Hospital de San Martín y Casa de Misericordia (aunque, hoy, la Casa de Misericordia de Ávila es otra); edificio adosado a la muralla en la Calle de San Segundo, muy cerca de la Puerta de la Catedral o del Peso de la Harina o de No sé qué cosas más. Es un poco complicada de ver, porque hay una acera amplia, está monopolizada por las terrazas de los bares que ahora ocupan el hospitalario edificio, y las jaimas que les protegen de las inclemencias.

San Martín (el del caballo) era un tal Martin (pronunciado «magtán») de Tours, y aunque parece que le va a cortar la cabeza al señor agachao, no; está partiendo su capa con él. Martin era un legionario romano/gabacho tan majo, que cuando vio al pobre que tenía frío, le dio la mitad de su capa. La otra mitad no, porque consideraba que debía al César lo que era del César. Gracias a cosas como éstas fue elevado a la santidad, para que se pudiera decir aquello de «A todo cerdo le llega su San Martín»; e incluso la palabra «capilla» podría tener que ver con la susodicha capa compartida.

San Martín fue enemigo dialéctico de un obispo de Ávila, Prisciliano, que finalmente fue ejecutado por hereje (ya sabéis que la rivalidad religiosa es todavía peor que la del fúmbol). A pesar de ello, como explica la inscripción que hay debajo, se le dedicó un edificio casi al lado de la sede de Tertuliano (la catedral de Ávila), si bien es cierto que habían pasado más de mil años y que nos habíamos inventado a San Segundo. Un tal Rodrigo Manso fue el promotor de esta vivienda de protección oficial (de los pobres).

Rodrigo Manso ahora tendría dos bares

Con el tiempo, a los abulenses se nos olvidaron las cosas, la identificación de los personajes; el edificio dejó de ser un hospicio, y la casa pasó a ser conocida como la Casa del Caballo. Cierto es que, mientras San Martín se da la vuelta para partir la capa con un mendigo algo deforme; el caballo parece continuar su camino, no siendo que San Martín se pusiera a partir por la mitad el resto de sus posesiones, e incluso terminase como el vizconde demediado aquel, de Ítalo Calvino.

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