La Cruz de Ambiente Postmedieval preside una de las calles más emblemáticas de Ávila, denominada alternativamente como «Calle de la Muerte y la Vida» o «Calle de la Cruz Vieja». La cruz está fabricada en madera, tiene un tejadillo protector, y cuelga de una de las paredes del conjunto de edificios que conforman la catedral de Ávila. Completamos la ubicación; esta calle zigzaguea entre la Plaza de la Catedral y la de Adolfo Suárez, y tiene un trazado peculiar, pues presenta dos curvas de 90º. En una de ellas se encuentra el elemento monumentoso que traemos hoy al Á.S.M y que, de alguna manera, transmite el «ambiente postmedieval» a una calle singular, tanto que quizá sea propia calle la que realmente merezca estar en el Street Museum.
Como vds. saben, en muchas ciudades existen callejones típicamente típicos, de esos por los que, al pasar, sientes una mezcla de miedo y emoción por recorrer un lugar especial, legendario, misterioso, titotatín tatín. En Ávila, ese lugar es la Calle de la Cruz Vieja o de la Muerte y la Vida. De ella se cuentan varias leyendas de capa y espada, que por ser denominadas leyendas supondremos que son mentira o, al menos, herencia recibida.
Empecemos por la segunda denominación, la de Calle de la Muerte y la Vida, que tiene varias explicaciones, a cual más inverosímil. Por un lado, podría aludir a las figuras que aparecen talladas en relieve en los remates del edificio catedralicio que se encuentran precisamente sobre la cruz. Aunque muy deteriorados por el tiempo, se puede distinguir un esqueleto que llega desde más allá del Muro de Hielo portando el cadáver de Jamie Lannister, bajo la efigie de la dama Khaleesi, entre sus dos dragones horripilantes. OÑO, QUE ES VERDAZ, MIRAD LA FOTO. Si en Ávila estás, a Juego de Tronos vas.
Por otro lado, lo de «de la muerte y la vida» podría aludir a que la parte central de la calle (la que se muestra en la primera foto), por estar oculta a las miradas gracias a su doble giro, era la preferida por los nobles abulenses para realizar esa histriónica costumbre de batirse en duelo; con el previsible fatal resultado para -al menos- uno de los dos contendientes, al que se alude con esa alteración de la forma normal de la frase. Porque si dices «calle de la vida y la muerte» aludes a un proceso natural, pero de esa manera queda más en plan «el muerto al hoyo y el vivo al bollo».
Finalmente, se baraja la posibilidad de que el nombre haga referencia al gato del campanero de la catedral, tras caer desde la torre en la que éste tenía su vivienda (justo en el lugar en el que comienza nuestra calle), mientras bajaba hacia el suelo, en un estado cuántico similar al del felino de Schrödinger, esto es, indeterminado para su dueño hasta que llegase al suelo y se manifestase uno de los dos.
Vamos ya con la denominación «Cruz Vieja». Esto plantearía la posibilidad de que alguna vez la calle se denominase «Calle de la Cruz Recién Puesta», pero no… Junto a una de las ventanas aparece la inscripción «LA CALLE Ð LA +» (a secas), véase la foto bajo estas líneas. Parece ser que ese «vieja» aplica a la calle, no a la cruz; y eso es porque en Ávila se bautizó otra calle con el nombre de Calle de la Cruz, lo que provocó una duplicidad intolerable; y por ello se decidió añadir lo de «vieja» a la primera calle, para destacar que fue la primera de las dos con ese nombre. Es como lo de los Brueghel o los Plinio, cuestión de primacía.
Aunque esa + del pétreo grabado hay quien la interpreta, por la fecha, como «Calle de la Suma», haciendo referencia a una iniciativa política del Duque de Lerma (#SUMAR), caracterizada por sumar una propiedad inmobiliaria tras otra hasta totalizar medio Valladolid, y luego, medio Madrid. El partido debía de ser muy rojo (de izquierdas, para los millennials), tanto que hasta el mismo duque terminó vistiendo siempre de ese color.
Lo cierto es, leyendas aparte, que cuando te atreves a pasar en solitario por este lugar a veces sólo oyes el eco de tus pisadas en el silencio. La escasa iluminación y las sombras de los contrafuertes de la catedral (en los que podría estar oculto cualquier maleante, espectro, o candidato a la alcaldía, prestos a abordarte con aviesas intenciones…), induce en el estado de ánimo cierto desasosiego. La cruz que en ella se ubica no hace sino añadir un plus de peligrosidad (y otro de nocturnidad, si es de noche) a ese desasosiego; no me negarán que cuando uno ve una cruz en una curva, no presagia nada bueno.
Y para añadir una teoría a este mundo de leyendas becquerianas, una propuesta mía, que tiene que ver con una extraña puerta sita en la mesma esquina de la cruz (cuarta y última foto) y que podría explicar ambas denominaciones de una vez. Según mis himbestigaciones, la cruz conmemoraría la infausta noche en la que un obispo, recién aupado al cargo que en su día fue de Prisciliano, y preocupado por la responsabilidad que recaía sobre su persona como pastor de esta nuestra impía grey, paseaba desvelado por los desiertos pasillos de su nueva seo. Llegado a un lugar del claustro, quiso saber a dónde comunicaba esa puerta, contra la que el deán y los presbíteros le habían prevenido: «Monseñor, por esta puerta no salga». Arrimó la oreja a la misma, y pudo escuchar extraños gemidos e invocaciones. Imaginando que algo demoníaco se urdía tras el portón, lo abrió y salió al exterior gritando «Vade retro, Satana», sin percibir que la puerta que a esta calle comunica se halla como a metro y medio sobre el nivel del suelo, perdiendo pie y dando con su episcopal solideo contra el empedrado, a la vez que -en ese su último acto como prelado en activo- sorprendía a una pareja que, oculta en las sombras de la calle, se refocilaba. Sic transit gloria mundi, dijo ella.
(*) Se ve así, aparte de porque mi móvil es de gama media-baja, porque aproveché un día de niebla para hacer la foto y que quedase como en esa escena de «La noche de los muertos vivientes».
(**) Puertas elevadas parecidas he visto en lugares donde se carga o descarga material o ganado en camiones, dada la antigüedad, no creo que sea el caso. Más bien, que ahí falta algo.
La otra calle de la Cruz, la de las Covachuelas, tomó su nombre de la desaparecida iglesia de la Cruz, que se alzaba frente a esa misma calle pero en la otra acera, por así decir, entre las de San Nicolás y Santiago. Ínfimos, exiguos restos eran perceptibles antaño en el pavimento. A lo mejor un siglo de estos alguien a quien conozco ultima su difícil tesis y entonces podremos conocer la historia de esa iglesia con pelos y señales.
Otra cosa interesante de la calle de la Cruz Vieja es una placa conmemorativa puesta por el Hay Untamiento en el año 8 donde se celebra y homenajea a Enrique Larreta. En ella, unos versos afirman que la calle es «de la Vida y de la Muerte» según escribió el ojomeneado.
El último verso me resulta casi incomprensible, por cierto, pues reza: » Yen (sic, Yen) capa o en sayal, rabo de espada.»
Se ve que el cantero no puso todo el cuidado necesario al labrar las letras y debió juntar y griega y preposición.
Un cantero inclusivo.
** Carros ha habido desde hace tiempo. Creo que en la época en la que se construyó el acceso es probable que hubiera necesidad de entrar mercancías desde el callejón y si no recuerdo mal, la puerta queda a la misma altura que la entrada principal. Quizá coincidencia, quizá hecho a mala leche, por vaguería o sentido práctico facilitando el escurrir el bulto y no doblar el lomo. Actitud poco cristiana en cualquier caso.
Yo es que creo que ahí hubo unos peldaños, como en la entrada por la capilla que da a la calle San Segundo, pero más de andar por casa.
Con el tiempo los peldaños de esa entrada serían más una molestia para la ya de por sí estrecha calle, por lo que se habrían suprimido. No así la puerta, que por si acaso se necesitaba se mantuvo.