Inauguramos hoy una nueva sección de Halón Disparado denominada «Deportes Desaconsejados». Para ello, y sin que sirva de precedente, pasemos a definir lo que entendemos por «deporte». Según el diccionario Güebstar, son deporte todas esas actividades asimilables a realizar un trabajo, de manera no remunerada*, sólo por el puro placer de humillar a un contrario y/o a nuestro propio cuerpo**. El deporte, por tanto, es una actividad del tipo «pintar la valla» de Tom Sawyer. Un autoengaño que nos infligimos con la excusa de cultivar cuerpo y espíritu, como si fueran un campo de patatas.
Dicho esto, cualquier lector (muy españó y mucho españó) de esta bitácora daría por hecho que, hablando de Deportes Desaconsejados, comenzFÚUUUMBOLaríamos por el fútbol, pero no, no vamos a comenzar por el dep¿FÚMBOL?orte rey. De hecho, como el ejperto en deportes que no soy, voy a empezar por el único en el que he estado federado y que, además, todo el mundo juega según las reglas que se fijaron ¡EN ESPPPAÑA! (sí, amijos***): el ajedrez. Y aquí os debo una explicación: si alguno de ustedes piensa que el ajedrez no es un deporte «porque no te cansas», os diré, desde la serenidad, que SÍ POR LOS COHONEH. Preguntad a alguien que juegue enzerio.
El ajedrez es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Es un juego frustrante. Cuando empiezas está bien, porque aprendes las reglas, juegas más o menos al tuntún, y si vas teniendo práctica, ganas algunas partidas a tus amigo. Ojo, si pasa mucho, dejan de jugar contigo. Pero luego, cuando te crees que sabes algo, llega un niño de 8 años o un abuelete medio ciego de 90 y te dan una paliza. Qué inyustisia.
Los riesgos son evidentes, y no sé por qué el ajedrez tiene tan buena prensa. El ajedrez es el juego de mesa pedante por antonomasia. Flota evanescente sobre los juegos de naipes, dados rúnicos o tableros coloridos; como si el resto de juegos de mesa fuesen cosa de frikis aburridos o abueletes tabernarios; y el ajedrez Es Para Gente Que Piensa, debería ser asignatura en el cole, te ayuda a ordenar la mente y el karma y la metempsicosis. Last but not least, no olvidéis a qué jugaremos nuestra última partida.
Si pasamos al nivel avanzado, qué vamos a decir, si los jrandes maestros están como una p##a regadera. Salvo alguna excepción, como el juerguista de Capablanca, viven para el ajedrez como monjes de clausura, y los que se salen de la secta terminan como Bobby Fischer. Estamos hablando de gente capaz de jugar contra varios rivales a la vez y a ciegas, gente que recuerda minoyes de posiciones (y de partidas enteras); menudo agobio de sinapsis y neutrotransmisores tiene que haber ahí dentro, como para que anide el alzheimer****.
Progresar en ajedrez implica estudiar mucho. Por ejemplo, es fundamental conocer las aperturas, esto es, los posibles primeros movimientos que se pueden hacer, en plan «si él empieza así, yo puedo responder así o asao». Cuantas más aperturas y en más profundidad conozcas, más ventaja tienes sobre el otro, porque jugando los primeros movimientos «de memoria», ganas tiempo y evitas «trampas»; jugadas aparentemente normales pero que si el otro sabe una respuesta concreta estás perdido, ya que en estos niveles, el más mínimo desliz suele ser decisivo.
De hecho es tan cruel, esto del ajedrez, que las partidas de nivel superior a principiante casi nunca terminan con el jaque mate; lo normal es que un jugador abandone cuando ve que va perdiendo; así de pringaos somos los practicantes de este deporte. Imaginad un partido de fútbol en el que un jugador sale corriendo con la pelota controlada y el equipo contrario, según lo ve, dice «bua, nos rendimos, que ya según vas, nos vas a meter muchos goles».
Además, el ajedrez moderno tiene otro problema. Ha pasado tiempo desde que Alfonso X decía que el ajedrez era juego más noble, porque no influye el azar (ni los penaltis no señalados). Pero desde que los ordenadores juegan mejor que nosotros, y -sobre todo- desde que hay maneras de enviar información vía pinganillo o satisfyer*****, las cosas han cambiado, y la sombra de la trampa planea sobre jugadores y torneos.
Por todo esto y más, aquí queda nuestra recomendación.
(*) El deporte profesional remunerado no es deporte. Es un trabajo, y de los de pasarse la Prevención de Riesgos Laborales por el forro.
(**) Cada vez hay más deportes de éstos de automachacarse el body, casi todos con nombres en la lengua de Mordor, que no pronunciaremos aquí.
(***) El ajedrez es un juego indio que nos llega vía invasión árabe. Al principio era un poco como el Risk (cada sitio tenía sus piezas y sus reglas) pero es la manera de jugar en la España del siglo XV la que se va a imponer para la posteridad. Que la pieza más poderosa sea la reina, y en el XV viviese Isabel la Católica, igual tiene algo que ver. Y el que está considerado como el primer gran maestro del mundo mundial, ya en el XVI, es el extremeño Ruy López.
(****) Al parecer, entre grandes maestros del ajedrez no hay casos de alzheimer.
(****) No es coña.