La esgrima es un deporte que consiste en jugar a espadachines, pero vestido como si los drugos de La naranja mecánica se fueran a trabajar a las colmenas de la Granja Sanfran. Antes de continuar, he de hacer la salvedad de que nunca lo he practicado (aparte, obviously, de las luchas infantiles armados con un palo y que siempre terminaban con algún dedo machao); pero una vez Hija se apuntó a una actividad demostrativa donde explicaron, en una breve clase teórica, los rudimentos de este simulacro guerrero.
La esgrima es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Jugar con cosas con filo o pinchos está mal, te lo dicen desde chico. Que sí, que en la esgrima hay protecciones, pero todavía recuerdo el caso del mejor luchador de mi tierna infancia, con nombre de vodka (Vladimir Smirnov), que murió en un campeonato. Si fuese tan popular como el fútbol, en España cada día habría cientos de muertes de hijos jugando a eso en los recreos, con materiales caseros, para ser la próxima figura y sacar de pobres a sus exigentes padres. Menos mal que lo practican cuatro mosqueperros.
Aparte de la violencia, de todos los deportes de lucha, la esgrima es el más ridículo. Antes de que te lo expliquen, te imaginas siendo como Íñigo Montoya* o Darth Vader. La realidad es bien distinta: la cosa se parece más al ballet clásico… Un pasito palante, María, un pasito patrás; haciendo entrechocar (pero con poco ardor guerrero**, casi en plan brindis) las espadas, lo más lejos posible del cuerpo. Es como una lucha con baguettes, tratando de no romperlas. Ah, y todo ello (por si fuera poca humillación) en francés … ¡En garde! ¡Touché! ¡Toureiffel!
No tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que las sucesivas derrotas de algunos ejércitos a partir del XIX (especialmente, los austrohúngaros) están motivadas por dar demasiada importancia a la esgrima en sus academias militares, en tiempos en los que las espadas llevaban varios siglos obsoletas como armas de combate***. Y todavía hoy, las palabras «ruido de sables» hacen referencia a cómo entienden la democracia los militares de alta graduación, para eso es para lo que valen. Y para partir jamón.
Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.
(*) Ojo, dentro de que no dejan de ser escenas peliculeras, la lucha de La princesa prometida está bien hecha, quicir, fue la última escena rodada de la peli porque los dos actores fueron recibiendo clases durante todo el rodaje para que fuera más chula y realista. Uno de los profesores que tuvieron, campeón de esgrima, claro, fue el que estaba «dentro» de Darth Vader en las escenas de lucha de espadas láser en las primeras peliculas de La guerra de las Galaxias, Bob Anderson. El que le cortó la mano a Luke****. Ese.
(**) De hecho, si tratas de luchar como se ve en las películas de época de los años 50, soltando mandobles decapitadores, estarás perdido; la gracia de la esgrima es que los movimientos sean lo más imperceptibles e impredecibles posible.
(***) Durante el XIX (e incluso principios del XX) la espada se siguió usando, sí; pero cuando el guerrero va a caballo y lucha contra una muchedumbre de campesinos escasamente armados.
(****) Si yo hubiese dirigido esa película, Darth le habría rebanado la oreja a Luke, como Pedro al esbirro de Caifás. Y luego la habría enseñado como trofeo taurino por todos los bares de la galaxia.