Arranca con esta entrada una serie llamada «Ávila Street Museum», que Halón Disparado dedica a las ghrandes joyas artísticas que se encuentran dispersas por nuestra ciudad, para deleite de ciudadanos y turistas.
La figura de hoy es una bella escultura postmedieval llamada «La factura de la luz», y se ubica en la Plaza del Teniente Arévalo (o Plaza del Dioce Chico). La talla se atribuye al insigne imaginero hawaiano Herbert Maunakea (o quizá, a algún mecánico de su taller); data del siglo XVI, y muestra un anciano ensimismado que sostiene en la mano una factura, sin duda exorbitante, de su compañía eléctrica. Con la mirada perdida, el protagonista parece buscar la inspiración que le ilumine, o tal vez se está acordando de la regulación eléctrica, eso queda a la elección del espectador. Está realizada en una aleación de cobre con más cobre.
Yo venía a comentar dos cosas:
* Seguramente no haya nada más relajante que contemplar lo mucho que uno está contribuyendo al bienestar de algunos seres humanos cuando paga sus facturas de la luz. De algunos, eh. Pocos. «Pobre, se podría estar conformando con un yate, pero aquí estoy yo.» No seas como Botín.
* Que la letra negra sobre fondo naranja es SATÁN.
La suya es una actitud loable. Sobre la denominación del color elegido por el Camarada como fondo, creo que llamarlo naranja es un poco simplista. Yo diría que está entre el jengibre, el bronce y el caramelo. El jenbronmelo. Lo de satánico sí que puede ser acertado, hasta es posible que el gato negro del administrador webero haya participado en la elección.
Si el color lo ha elegido un gato no tengo nada que decir. Los dioses no se equivocan.
Arreglado. 😉