Como han podido comprobar los seguidores de este bló, en el Ávila Road Museum tenemos engendros rotondiles de todo tipo, pero el que les mostramos a continuación es especialmente horroroso. Con el título «Qué ven mis hojos», destaca altivo en la entrada de la Carretera de El Escorial/Avenida de los Hornos Caleros, poco después de pasar el mucho más poético «Muerte entre las flores«, recién publicado. Se trata de un chisme metálico de color azul, de una altura considerable, que parece mostrar la silueta de unas ¿casas? extrañamente estiradas en vertical.
Le he buscado explicación al chisme, y no la encuentro, pero el harte habstrazto es asín. Por esta vez, creo que si hubiese sido un fistro de fierro morroñoso cantaría menos, pero el azul pitufo que tiene (menos en las partes donde la corrosión empieza a notarse) lo hace más llamativo y provoca mayor incredulidad en peatones, conductores y acompañantes.
Podría decirse que ni siquiera cumple la función de visibilizar la rotonda para evitar comérsela, porque la impresión que provoca es tal que el conductor se queda mirando el chisme, hipnotizado como Mowgli ante Kaa, y fácilmente puede empotrarse en el seto o en otro vehículo. Me gustaría «Delenda est cacharro», pero admito que la función de las rotondas es contener cosas como éstas, y por tanto, nada puedo hacer sino admirar su horripilancia. Es como el síndrome de Stendhal pero al revés.
Sospecho que los diseñadores de rotondas son unos adelantados a su tiempo y han usado DALL-E-2
, que ahora está tan de moda, para diseñar sus cosos.