El Rotondisco

El Ávila Road Museum, ese espacio discontinuo, no acotado y no derivable de monumentos y chirimbolos perpetrados en rotondas, se complace en traer a sus pantallas nuestra más reciente hobra: la Rotonda Terry Pratchett. Se ubica en la confluencia de las calles Arévalo, Dos de Mayo, Eduardo Marquina y Duque de Alba. El monumento es tan sutil que ha pasado inadvertido para la mayoría de los abulenses. Por un error de la cartelería, al principio se colocó una placa en la que figuraba la leyenda “Cronista Terry Pratchett”, pero tras advertir el error, se ha rectificado*.

Es bien conocida la devoción que tenemos los abulenses por este insigne escritor. Tras su fallecimiento se presentaron varias iniciativas dedicadas a honrar su memoria, como, por ejemplo, la del concejal @pepeherraez: construir una gigantesca réplica de la imagen del Mundodisco sobre la antigua estación de autobuses, aprovechando su forma de meseta circular (la moción fue desestimada, como todo lo que propone). Al final, el consistorio se decantó por una rotonda -no deja de ser un mundodisco en miniatura- para ubicar este sencillo pero sentido homenaje.

Como se puede ver, las pequeñas esculturas representan tres sombreros muy significativos para los pratchettófilos, colocados sobre bolardos preexistentes a modo de cabeza: a la izquierda podemos ver el sombrero del mago Rincewind**; en el centro y al fondo, el característico sombrero que solía llevar el propio Terry, y a la derecha, un sombrero de bruja***; todos ellos fabricados en el material rotondil por excelencia, el fierro morroñoso. Es de agradecer que la artista, especialmente recomendada por @CamaradaBakunin, se apartase de la tradición rotondil-morroñosa (esto es, plantar chirimbolos de varias toneladas y que encima nadie sepa qué leches son).

Como dato curioso, un munícipe por antonomasia, que prefiere permanecer en el anonimato, pidió agregar el sombrero de Lord Vetinari (alcalde vitalicio de Ankh-Morpork, la principal ciudad del Mundodisco), pero al parecer este arquetipo del gobierno maquiavélico no usa sombrero. Tampoco prosperó la moción de @Sonsoles_Avila, que pedía que la coral Amici Tui entone el himno “I shall wear midnight” cada Glorioso 25 de Mayo (día de Terry Pratchett), desde el cercano templete del Jardín del Recreo, como parte del festival «Moporkensis».

Para todos los que esto que estoy contando os suene a chino, probablemente es porque conocéis poco de la política abulense y del Mundodisco. Sobre lo segundo, os recomiendo leer todos los libros que encontréis. Sobre lo primero, he de deciros que [HTTP Error 404] blog Los 4 palos [400 Bad Request].

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(*) @gbuenadicha protestó por la eliminación de la categoría de “cronista”, ya que, de alguna manera, Pratchett es el cronista del Mundodisco; y su historia no es más ficticia que aquella que dice que San Segundo fue obispo de nuestra ciudad, o que Jimena Blázquez ahuyentó a la aceifa montando un carnaval sobre el adarve de la muralla.

(**) Rincewind es el peor mago del Mundodisco, incapaz de hacer hechizos****. Para reivindicar su profesión, usa un sombrero en el que está escrito «Wizzar» («Echizero»).

(***) Las brujas del mundodisco son todas ellas personajes adorables, siempre que no se enfaden contigo. Y el color preferido de su ropa no es el negro, es el medianoche. De ahí la canción «I shall wear midnight».

(****) Bueno, técnicamente podría hacer UN hechizo. Y sólo ese, porque se instaló en su cabeza y no le deja aprender más. Si lo conjurase, podría destruir el mundo. El nuestro también.

Conocido aquí como «piedras jincás»

El monumento a los Campos Frisios es, a la vez, un monumento y una estructura defensiva (como el cimorro de la catedral de Ávila). Se ubica en el exterior de la iglesia de San Andres, en la plaza del mismo nombre, protegiendo a los ábsides del templo de los ataques de los vándalos.

El monumento hace un guiño al pasado vetón de nuestra comarca. Todavía hoy, en castros cercanos, como el de Las Cogotas, se puede admirar la zona de piedras hincadas que constituía un elemento de protección para dificultar el avance de los enemigos. Este mecanismo defensor es el precedente de otros más postmedievales, como los espárragos de Rommel o la Arquitectura Hostil.*

Diseñada contra la tribu de los Meones

Sepan vuesas mercedes que los rinconcillos que quedan entre los ábsides eran utilizados por chavales y no tan chavales para hacer sus necesidades, lo que sin duda es algo reprobable. San Andrés es una pequeña joya del románico abulense, y los campos frisios contribuyen a evitar esta guarrerida española. Queda claro, a la vista de las imágenes, que es muy desaconsejable -sobre todo en estado de embriaguez- tratar de caminar entre las defensivas piedras, por el riesgo de perder la dentadura en el intento. Lo que no se ha evitado del todo es la acumulación de basura, fundamentalmente bolsas de patatas fritas que se enredan entre las piedrecillas (claro, los barrenderos también tienen complicado entrar a limpiar; es un pequeño problema de este diseño).

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(*) La vecina ciudad de Madrid es puntera en esto de la Arquitectura Hostil, creando un nuevo paradigma de hostilidad minimalista (nihilista, incluso). Véanse los ejemplos de reformas como la Plaza de España**, la Plaza del Callao o la Puerta del Sol, donde la progresiva supresión de elementos citizen-friendly (vegetación, mobiliario urbano…) consigue la misma función que las piedras jincás, pero por ausencia.

(**) Ojo, que -aunque inaugurada por el actual- ese proyecto es mérito de la anterior; que las hizquierdas también se dejan comer el tarro por los urbanistas; es más, yo diría que resultó más fácil dorarle la píldora a la abuela; a Dickface al menos hubo que disuadirle de su idea original (construir un megaparking de 16 pisos), porque taparía la imagen del reloj en las campanadas de nochevieja.

Una radial dentada, apta para cortar madera, metal, granito y partículas entrelazadas cuánticamente

El Monumento a la Sierra Circular rinde un homenaje a esta herramienta tan útil y polisimétrica. Se ubica en la rotonda final de la Ctra de Madrid/Avda de John Charles The 1st, que está a la altura del centro comercial El Bulevar, y también marca el lugar donde comienza la línea circular* de autobuses. El autor, por una vez, se ha limitado a fabricar, en tamaño XXXXL, la pieza que, sin duda, marca el punto a partir del cual se te otorga el título oficioso de Cuñao del Bricolaje.

Esto es así, y os debo una explicación: el común de la población tiene -tenemos- una caja de herramientas que contiene 6 u 8 chismes para realizar reparaciones básicas, que suele incluir la llave allen que viene con los muebles de Ikea, que guardaste por si te vale pa otra cosa.

Luego están los del «quiero y no puedo», que tienen algún parato más: una bládequer, un juego de llaves de tubo, o el de destornilladores con 84 puntas intercambiables que compraron para intentar arreglar un juguete con tornillos raros que no pasó de la tarde del 7 de enero. Ponéis interés y sabéis cambiar un grifo o un enchufe, eso os lo reconocemos.

Y finalmente, los Manitas, esos cuñaos que usan las herramientas no como un medio, sino como un fin en sí mismo; esto es, primero compran la cacharrería y luego ya decidirán qué hacer con ella**: se empieza con una mesa auxiliar hecha de tablas de palés, se continúa con una caseta para los niños en lo alto del árbol del jardín, y al final te montan la Sagrada Familia de Barcelona hecha con bolitas de pellets. Porque os sale más barato que comprándolo, claro. Da igual que luego no se use, lo que os mola es bricolajear.

Y -aquí quería yo llegar- el punto de inflexión es, sin duda, cuando el susodicho se compra una sierra circular, herramienta que -seamos honestos- no tiene utilidad reparatoria conocida, porque -como ellos dicen- Construir es Nuestra Pulsión*** (CNP, véanlo en la peana del monumento). La sierra circular -con es la herramienta a partir de la cual se desencadena este fenómeno, y precede al establecimiento de una «zona de taller» en el sótano/garaje/bodega de la vivienda, que en nada tiene que envidiar al estudio de Bricomanía.

Para toda esta gente que no superó que el Exin Castillos Tente Lego**** sólo te permitía hacer el modelo básico y cuatro chorradas más, y se quedaron con las ganas de haber construido una Estrella de la Muerte atacando al Alcázar de Toledo con Rayos Fotónicos, vaya este sencillo homenaje.

Enlace al mapa del Ávila Road Museum

.(*) En Ávila, el trazado de la línea circular tiene forma de chuletilla de cordero, no de círculo. Somos una ciudad gastronómica.

(**) También se les conoce porque los Reyes Magos les suelen traer un nuevo artilugio: la amoladora de rincones, la trocoladora, etc.

(***) No, no es pasión, lo que tienen es pulsión. Hablemos con propiedá.

(****) Por si lee esto algún milenial, que lo entienda.

Plano Interactivo Marca Acme

El fermoso elemento monumental denominado «Gúguel Maps Postmedieval» es un loable chisme colocado en la Plaza de Adolfo Suárez, al lado de la estatua «Transición Atropellada«, ya descrita en este bló. Como se puede ver en la afoto, es un plano en relieve del recinto amurallado, algo vandalizado, a pesar de su reciente instalación.

La idea de colocar este plano-cosa fue consecuencia de las constantes reivindicaciones de hosteleros y comerciantes de Ávila: tratar de revertir el bajo promedio de gasto de los visitantes foráneos. El turista tipo llega a Ávila y se pone a pasear por nuestro bello entorno: las murallas, las iglesias, los palacios, el Ávila Street Museum al completo…. Cuando se quiere dar cuenta, está cansado y se le han congelado las orejas (normalmente, sucede antes lo segundo), y se vuelve pa Madrid, que lo tiene al lado, sin dejarse un euro en nuestra ciudad.

¿Y cuál es remedio? Pues a partir de ahora, se atrae al turista al Gúguel Maps Postmedieval. Aquí puede contemplar, a vista de pájaro, todos nuestros monumentos. Los puede hasta toquetear y sobetear. Incluso lamer, llegado el caso*. Hale, ya conoces Ávila, ¿no? Pues esto era lo que había que ver. Ahora te vas de tiendas, de cañas, y luego a un buen restaurante, a jartarte de revolconas y chuletón, con yemas de Ávila y chupito. Lógicamente (segunda parte del plan), esto provoca sopor y pesadez, incompatibles con el desplazamiento, por lo que se ve obligado a pernoctar en nuestra ciudad y seguir consumiendo. Es un plan sin fisuras. Con Guido Caprotti nos funcionó.

Nos consta que nuestro alcalde, siempre en pos de escalerizar y mecanizar la urbe, está preparando un videomapping que, proyectado sobre la fachada norte de la Catedral o lugares similares, mostraría las maravillas de nuestra ciudad** en plan mecano urbano futurista (como esos de la intro de «Guego de Dronos»). Terminada la proyección, uno de los concejales, infiltrado entre los turistas, comentará: «qué frío, me voy a tomar unas revolconas calentitas a un bar de estos de por aquí»; «ah, sí, que aquí en Ávila las tapas son gratis***», responderá otra, provocando sin duda la reacción mimética de los allí presentes. Y todos a consumir.

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(*) El Camarada ya lo hizo, una noche volviendo de copas; y nos comenta que presenta un cierto aroma calizo, complejo en nariz y persistente en boca, redondo y con retrogusto a pattex-no-más-clavos.

(**) Entre las maravillas de la ciudad se encuentra el propio alcalde, como presentador del vídeo (pero doblado con la voz de Ramón Langa).

(***) Gratis, gratis, no son; pero normalmente la tapa va incluida en el precio de la caña, sin opción de reembolso en caso de renunciar a la misma.

¿Perraco Vetón o Verraco Petón?

Perraco Vetón* es una escultura de fierro morroñoso ¡yuhu! que se ubica en una rotonda de la Avda de Juan Carlos (el primero de su nombre, etc…) a la altura de Ciudad de Cáceres (quicir, a la altura de la calle Ciudad de Cáceres -perpendicular a la citada avenida-, no es que esté en Extremadura) .

La escultura habla por sí sola, es una pena que haya que arrimar el oído para escuchar lo que dice, entre tanto tráfico. Representa, como fácilmente habrán adivinado, una figura perriforme, tipo caniche con pompones, esquematizada en lo vertical e idealizada en lo trascendental. O a lo mejor, no. Igual es la H de Hávila. Joer, si también la** llaman Ábula y Óbila. O las dos cosas, un chucho/hache.

Jamás de los jamases, con unas simples líneas y morroños, un artista consigue transmitir lo que transmite esta figura. Es como el código Morse de las artes, como el libro de claves del fierro morroñoso, como el asistente virtual de tu banco que siempre finge querer ayudarte en cuanto entras a mirar si tienes saldo, en la app. Dice sin decir. Ladra sin ladrar.

La perspectiva, con la ciudad al fondo, ayuda a elevar a los cielos la figura, como si Chucho-H fuese a saltar a por un frisbee imaginario lanzado desde las lejanas montañas. Cuando los viajeros llegan hasta nuestra ciudad por el lado oeste, al atardecer, el chirimbolo destaca contra el sol poniente, creando un contraste absolutamente paseriforme, anfibológico e incluso diplostémono. Y se nota, vaya si se nota.

Vista crepuscular de Chucho-H desde el mismo sitio. Como verán la escultura gana mucho a esta hora.

En la entrada de nuestra ciudad, el elemento escultórico puede servir como prólogo o como prefacio de nuestra visita, depende de si lo miramos desde el punto de vista del conductor o del acompañante. La cosa es no esnafrarse con la rotonda, eso sí, cuando te quedas embobado mirando la figura, enmarcada en algo tan bello que un germanoparlante lo podría llamar Landschaftsvertikalperspektive mit Kartoffeln (mit Erdapfeln si es de Austria**). Y se quedaría tan oreao.

Enlace al Mapa-A.R.M.

(*) Pensaréis que me invento lo que digo, pero la escultura se llama Vettonia y recibió el premio Ciudad de Ávila.

(**) Siendo abulense, debería decir «le llaman»

(***) ¿Hitler decía Erdapfel o Kartoffel? Dejando a Godwin aparte, yo quiero fumar lo mismo que el autor.

La entrada de hoy no tiene nada que ver con San Mamés, pero, de todas formas, ¡aúpa Athletic! ¡Iñaki Lehendakari!

Tras las esculturas de los verracos, seguimos con bichos pétreos. Los leones de la catedral son una serie de figuras leoniformes (hay 12 ó 14 polomenos) que se ubican alrededor de la catedral, perimetrándola por el lado de dentro de la muralla. Están encaramados en pedestales, todo ello de nuestro afamado Granito™ con denominación de origen.

Según me contaron, antiguamente marcaban el límite de la jurisdicción donde los perseguidos por la justicia podían acogerse a sagrado*. Hasta hace algunos años estaban unidos entre sí por unas cadenas, con lo que era más patente la separación iglesia-estado; pero últimamente esa separación se ha difuminado. Por eso los leones ya no muerden con fruición el último eslabón de las cadenas, quedando visibles los orificios donde se insertaban; como se puede comprobar en los morros de la fiera.

Alguno de ustedes verá esto como algo muy viejuno, de antes de internet, pero (voz de Christopher Lee) ¡que tenga cuidado quien ose molestar el eterno y sagrado descanso de los leones! ¿Os reís? Sus voy a contar su historia, en la que se explica cómo una estatua de piedra vengó una afrenta, y es cierta y verdadera y más impresionante que la leyenda «El beso», de Bécquer. De hecho, es la culpable de que los leones ya no tengan cadenas interleoniles.

Estamos en la Ávila postmedieval. Un grupo de chavaletes guiris, de visita a nuestra ciudad, se aburre de las explicaciones de su profesora. Y uno de ellos decide colgarse a hacer el mono de las cadenas de los leones. Entonces, el león aquí retratado, de nombre Simba (esto lo añadimos por mantener el pathos) decide castigar al impío extranjero, saltando desde su pedestal y cayendo sobre el infiel; el combate se salda con la aplastante victoria del felino, que además provoca varias fracturas a su agresor y la consiguiente maldición «mira que os lo tengo dicho, lamadrequeosparió, no se os pué sacar de casa» pronunciado en la extranjera lengua de la tícher.

Como consecuencia del incidente, y en previsión de ulteriores sucesos, en lugar de sujetar los leones con algún podheroso adhesivo de esos que anuncian por la tele, el ayuntamiento decidió curarse en salud y eliminar las cadenas que tan fermosas lucían en la plaza; pagando una vez más justos por pecadores. El Ávila Street Museum les homenajea como merecen, y clamamos por la restitución de las cadenas, a ser posible electrificadas.

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(*) Esta prerrogativa eclesial comenzó siendo una especie de habeas corpus para evitar linchamientos in itinere, para terminar convirtiéndose en un recurso para eludir a la justicia by the face**. Dejó de estar vigente en estos reinos no hace tanto… Era rey un tal Juan Carlos I de España y V de Botswana, de hecho. Y hay quien afirma que realmente no está explícitamente derogada. Otras iglesias locales, como la de San Pedro, tienen leoncillos rampantes marcando el perímetro, como se vio en la foto del edificio del MaMoneo.

(**) Ejemplo: El duque de Lerma.

La herramienta más buscada

El Monumento a la Llave 13-14 -sí, existe- es una reciente incorporación al Ávila Road Museum. Se ubica en uno de nuestros principales yacimientos rotondíferos, la Avda Juan Carlos I (también carretera de Madrid, de Villacastín, etc, etc, que ya ha salido muchas veces en este nuestro bló) a la altura de la confluencia con las calles Santiago de Calcuta y Teresa de Compostela. O quizá sea al revés. Santiago de Teresa y Compostela de Calcuta.

Buscar la llave 13-14 es una misión imposible, como cazar gamusinos, que se encomienda a un pardillo con el fin de mofarse de él*. Sin embargo, la herramienta existe, y aquí la vemos representada como un giratuercas para trócolas cuadradas, incrustada en una peana de granito. Así, aquel que logre sacar la llave de su pétreo emplazamiento será coronado rey del bricolaje y las chapuzas caseras.

Como no podía ser de otra manera, el monumento ha sido patrocinado por una conocida empresa de venta de chismes y herramientas al por menor. Mu cucos ellos, presionaron para que el monumento a la 13-14 se colocase en las proximidades, como quien no quiere la cosa.

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(*) Sobre el verbo «mofar», en desuso, recuerdo que un compañero de curro tuvo un hermoso lapsus linguae y le dijo a otro «siempre te mofetas de tu suegro», and I think it’s beautiful.

Vista general del edificio más famoso de Ávila

Uno de los monumentos más recientes del Á.S.M., y quizá uno de los pocos que no me atrevo a llamar postmedieval, es el Edificio de Ma-Moneo. Técnicamente, al ser una edificación, no debería formar parte del museo; pero el adifisio trasciende la propia función de «rebaño de viviendas u oficinas y locales comerciales» para formar parte del paisaje urbano, contaminándolo de tal manera que algunos visitantes que ya conocían Ávila, cuando volvían y lo veían por primera vez nos manifestaban a los lugareños su incredulidad y estupor. Y eso también es harte.

Bueno, a lo que vamos… El engendro se ubica en la Plaza de Santa Teresa*, cerrándola por el lado sur. Está formado por dos bloques de pisos diferentes en su tamaño, tonalidad y estilo, separados entre sí por una rejendija que permite bajar -esquivando los meados y basuras de botellón, si es fin de semana- a la Calle del Pilón de las Bestias**

El edificio tiene su historia, y es larga. Un buen día, los próceres abulenses pensaron en dar un niu luk al lado menos vistoso de la plaza, y se pusieron manos a la obra. Lo primero que hicieron fue pedir a léase con la voz del cura de La Princesa Prometida Patrimonio el permiso para derribar unas casas de principios del XX, que estaban en el catálogo de edificios protegidos. El permiso fue denegado. Imposible. Eran edificios muy y mucho representativos del estilo neomudéjar, importantísimos. Imfreszidibles.

Una legislatura más tarde, se repitió la consulta***, añadiendo en la petición que el nuevo proyecto sería obra de un insigne arquitecto (y no como antes, que era -true fact- mi cuñao). Resultó que los edificios se podían derribar, faltaría más, a la mierda el ladrillo visto, los mudéjares y sufrutamadre. Y poco más que decir. Se derribaron las casas y construyeron un parking y dos bloques de pisos de estilo ni fú ni fa, que imagino se encargó al becario recién llegado al estudio, que a su vez hizo un copy-paste de un proyecto tipo «Bloques de viviendas y locales comerciales en el ensanche sur de San Genaro, promotor: Antonio Alcántara».

Otra vista un poco más centrada. Nótese el cabreo de los leones

Parece ser que en las presentaciones previas (planos, maquetas y demás) a nadie de la corporación le gustaba el proyecto; pero como el emperador del traje aquel, ninguno se atrevió a piar, no siendo que quedase como un estúpido e incapaz para su cargo. Que era de Moneo, coño. Autor del Museo de Mérida, la ampliación del Prado, de la estación de Atocha y un sinfín de hovras mahestras.

A ver, que no es que sea horrible****, y los abulenses ya nos vamos acostumbrando; pero nos ha quedado una cosa insulsa de narices en una plaza que –dense una vuelta– pedía a gritos o una réplica ma o menos actualizada de los soportales de enfrente, o algo absolutamente rompedor; nunca algo como lo hecho.

Aparte, tanto el edificio, como el parking, como el enlosado de la plaza han dado bastantes quebraderos de cabeza por los materiales y técnicas empleados. Para empezar, el primer invierno se resquebrajaron las losas de la plaza, no aptas para soportar las heladas abulenses; para continuar con problemas de humedades (pero humedades de las que preocupaban a Noé) en el parking; y este mismo año ha habido que volver a recolocar las losas de la plaza porque parecía que un Godzilla había pasado dando pisotones.

Y esta es la historia del edificio de Ma-Moneo. Muy resumida.

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(*) La dispersión abulense se manifiesta en sus plazas. Tenemos dos «plazas mayores», una más pequeña, pero en la que está el Ayuntamiento, llamada «Mercado Chico» (anteriormente, Plaza de la Victoria -esa-, plaza de la Constitución, Plaza de la Religión y del Rey (sic), plaza de San Juan… y mucho antes, probablemente, fue el lugar donde se cruzaban el Cardo Maximus con el Decumanus Maximus). La otra es ésta, la Plaza de Santa Teresa, frente al Torreón del Homenaje de la muralla, que es más grande (y por ello es conocida familiarmente como Mercado Grande). Las dos tienen soportales, las dos se quedaron a medio construir*****.

(**) Se llama así, pero no he visto nunca el citado pilón. Igual se refiería, avant la lettre, a la citada chavalería que ahora hace botellón en esa zona.

(***) La segunda petición a Patrimonio estaba mejor fundamentada: «Que costara su dinero, pues de mármol alabastro, de nuestro rico catastro la montará un escultor arquitecto en plena Plaza Mayor.»

(****) Vale, igual sí es horrible. De hecho, si conocéis a alguien que le guste, pofavó que nos llame y le derivamos al especialista.

(*****) El Mercado Chico es como si pides a AliExprés la Plaza Mayor de Salamanca y te llega una «Mayor Cuadrado con Arcades y Ayuntamiento, Alcalde no Incluido. Tu pones bien nivelada en Espacio Rectangular en ciudad post-mediebar.»

peligro de incendio

La Glorieta del Brasero de la Dehesa es el nombre dado a esta rotonda (pero no a la plaza en la que se ubica, que sigue siendo la Plaza de San Nicolás) desde el 2013. Aquel año se procedió a inaugurar, con presencia de las autoridades, el monolito que lo indica. No se incluyó estatua de fierro morroñoso ni nada, eran tiempos de crisis. Sólo la placa en medio de una rotonda algo insulsa salvo en primavera florida.

Véase detalle

Salvo los seguidores del bló que estén graduados cum laude en historia abulense, pocos sabrán a qué se refiere este fogoso título. Nos remite a tiempos recién postmedievalizados (si tomamos el 1453 como final de la Edad Media, ni 40 años habían pasado). Estamos en 1491, y las mentes bienpensantes de la época lanzan una nueva andanada contra los judíos hispanos. En concreto, a unos detenidos se les acusó de haber crucificado a un niño en el pueblo de La Guardia (Toledo).

El hecho de que en el pueblo no hubiese desaparecido ningún niño no fue problema para que fueran condenados a morir en la hoguera (de ahí lo de las brasas), pues habían confesado todos esos hechos (y si les hubieran preguntado, habrían asumido la voladura del Maine y las debacles del Atleti en la Champions). El asunto trajo cola, y fue uno de los elementos que contribuyó al decreto de expulsión de los judíos de 1492. Recordemos que Torquemada era el Resident D.J. del convento de Santo Tomás, que ya hemos citado en algún otro post.

Y como a los abulenses nos gusta celebrar eventos históricos, aunque fuese un hecho tan triste, se puso la placa; sin dar ninguna otra explicación ni contexto, y todos tan contentos; al menos se podía haber citado cómo protoejemplo de fake news con resultado de muerte. Dejadme que yo prefiera la hoguera.

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Postura antinatural

De manera especial, les traemos un elemento de harte hefímero del Ávila Street Museum; un oso espatarrao que ha sido colocado provisionalmente en el jardincillo de San Vicente, al lado de la muralla. El bicho ha sido bautizado como «El Herradón-La Cañada» (qué pasa, los ingleses tienen a Paddington, que es otra estación de ferrocarril).

La figura se ilumina por la noche, lo que contribuye a difuminar sus facciones y realzar su fealdad. Por el día el oso está más apagado (me refiero a las luces, no a su estado anímico); aunque, por otra parte, el color blanco aporta invernalidad y volumen.

Acojona un poco

La primera vez que lo vi, pensaba que era un homenaje a Mitrofán, porque esa postura bien podía corresponder a una intoxicación etílica. Luego, dadas las fechas en las que estamos, me he parado a pensar si al oso, su profesor de gimnasia le ha ordenado hacer una figura de extensión pernil sobre el frío suelo, para comprobar su flexibilidad (son reflejos condicionados que tenemo los que cursamos gimnasia, en los 70, con profesores reciclados de Formación del Espíritu Nacional); el siguiente movimiento es tratar de tocarte las puntas de los pieses con los dedos sin cambiar la pose; en mi caso difícilmente pasaba de la espinilla. Pero vamos, relación con la Navidad, poquita.

Seor Arcarde, malamente (tra, tra) vamos a competir con Vigo si mantenemos iniciativas como ésta. Mantengo mi propuesta de cubrir la muralla de papel albal bien estirao y que por la noche brille cual supernova, reflejando la iluminación que ya tiene. Por el día nos puede servir para contactar con los extraterrestres.