Ahora no hay manera de amorrarse al caño ni bajarse al pilón

La Fuetne del Pardillo es uno de los monumentos más famosos y celebrados de Ávila, a pesar del estado en el que lo ven. Se ubica en un paraje al norte de la ciudad, al final de la Calle Valladolid, justo al lado de la Ermita del Resucitado*. Realizada en piedra, en época postmedieval, hasta hace poco echaba chorrazos de agua por sendos caños, actualmente desaparecidos. Tiene labrados los escudos de armas de gente importante (supongo); polomenos del escudo central cuelga el famoso pellejo de ovejo, ese que era el símbolo de la casa de Borgoña (el Tostón de Oro, creo que lo llamaban).

De su importancia da fe un cuadro de Joaquín Sorolla, pintor que pasó por nuestra ciudad. Contratado para dibujar (sin salirse ni dejar huecos) lo más representativo de cada región española, Sorolla pintó un fermoso cuadro alusivo a nuestra ciudad. ¿Y qué pintó? Pues las murallas y la Fuetne del Pardillo, en una vista imposible (las murallas no están detrás de ella; antes tó eso era campo), pero que prueba que en aquel tiempo los abulenses gustaban de festejar, al lado de la fuente y de la citada ermita, con mucha más marcha de la que tenemos ahora, y bien arreglaos y espercojaos. Véase:

Detalle de la Fuetne pintada por Sorolla

A Sorolla, como a Caprotti por aquellos mismos años, le gustó Ávila; y éste podría haber sido el principio de una gran amistad pero, lamentablemente, los abulenses empezamos a hacerle rimas con el apellido y lo que nos podía comer, y Joaquín se fue cabreado de esta ciudad, de vuelta para su levante natal (menos mal que Caprotti no rima con nada, aunque el apellido también se las trae). Se conservan muchos más cuadros de esta colaboración. Vamos, que Sorolla casi nos hizo un Ávila Street Museum avant la lettre.

Me informan por el pinganillo que el Ayuntamiento de Ávila tiene pensada, licitada y desenclaustrada la reforma integral de esta fuente y su entornillo. Al paso que van estas cosas aquí, suponemos que con la integral reforma pasará, durante bastante tiempo, como con la integral de ex (es un chiste matemático mu malo).

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(*) Y cerca de donde vive mi amigo Eu, que me ha recordado la existencia de esta fuetne, y ha reivindicado su importancia y la de las fiestas de su barrio, que comienzan dandopolculo con cohetes a las 6 de la mañana del Domingo de Pascua, y luego derivan en procesiones y un megabotellón -con abundante comida panificada, eso sí- en ese mismo lugar.

¿Ustedes lo ven? Yo tampoco

No, no nos estamos tragando el bulo ese de que Adriana Lastra había publicado una foto del acueducto de Segovia con la leyenda «me gustaría visitar Ávila». Es más, esto no es un bulo: Ávila tiene acueducto. Bueno, para ser más exactos, Ávila tuvo un acueducto, del que apenas quedan restos ruinosos. El tramo más largo (un par de arcos mor or les) está ubicado en un patio privado*, sito entre el Convento de San José (primera fundación de Santa Teresa) y el edificio de Sindicatos (probablemente, el más horroroso de la ciudad, incluso más que el de Moneo, fijársus lo que os digo; es muy alto porque fue construido cuando los sindicatos eran más verticales**).

Aparte del estado de conservación, el nuestro tiene otra diferencia con el de Segovia: no es romano, es…jojojojojo… postmedieval. Quesverdad, como todo lo que ponemos aquí. Bueno, probablemente existiera un acueducto romano con el mismo o similar trazado, pero no queda mucho que lo atestigüe. El caso es que durante nuestro momento favorito de la historia se construyó o reconstruyó un acuducto, que partía desde las fuentes de Las Hervencias (que, como se indicó en nuestro post «Motel Postmedieval«, no era sino parte de nuestra infraestructura acuática), para abastecer a la ciudad.

¿Y por qué no tenemos acueducto? Ávila está en un cerro, como cualquier ciudad defensiva que se precie; pero la diferencia con Segovia es que ésta está un cerro aislado, con laderas descendentes hacia todos los puntos cardinales; mientras que en Ávila nuestro flanco oriental sigue cerreando en llano o cuesta arriba, por lo que no hubo que salvar grandes desniveles ni construir dos filas de arcos. De hecho, hay fuentes naturales en la misma ciudad, como la de La Sierpe (bueno, en la época postmedieval pillaba un poco a trasmano) y otras ya perdidas.

Brujuleando por internet se pueden encontrar antiguos documentos gráficos que muestran otros fragmentos del acueducto, ya desaparecidos. Creo recordar de mi lejana infancia que al lado del Bar Roca quedaba algún otro resto, pero no lo puedo asegurar, se me nublan los recuerdos (las cañas del Roca tienen parte de culpa).

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(*) Me dice el Camarada que la casa con el patio que contiene los restos del acueducto está en venta, pero he buscado en Hidealista «casas con acueducto» y no me sale ninguna. Jracias a su perseverancia, la ha encontrado y me manda el link.

(**) El edificio de Sindicatos ya sale en el centro de esta foto de lo que parece una imagen de Ávila devastada por los bombardeos, y no, Ávila era así, sin necesidad de bombas. A la derecha se ven arcos del acueducto que ya no existen (esa zona se edificó a finales de los 60). En primer plano, a la izquierda, la tapia del convento de San José, ya citado, y detrás del hododoso edificio de Sindicatos se ve el enorme recinto de otro convento, el de Santa Ana (hoy sede de la Junta de CyL). En la parte superior, el antiguo campo de fútbol. Y al fondo a la derecha se ve mi ex-colegio; ahora lleva el nombre del inventor del albornoz, pero antes era la escuela aneja a la de Magisterio, y por eso era llamado «la aneja» (o «la coneja», por nuestros enemigos de los centros concertados). Lugar que fue el del cuartel de las tropas anti-gas; esto lo sé porque ahí interrogaron a mi padre durante la guerra civil, con 12 ó 14 años, por un sabotaje en la vía Ávila-Medina del Campo, cerca de donde curraba cuidando ovejas. Todo esto es postmedieval, también.

¡¡¡Drakaris!!!

El Ávila Street Museum se complace en abrir hoy una doble entrada, special when lit*, para conmemorar el vidrioclís promocional de Ávila que ha inundado las redes como una bomba nucelar y es tendrin tópic mundial. Y como, a diferencia del fierro morroñoso y del granito local, es posible que un día esto se pierda como lágrimas en la lluvia, como la receta de las revolconas del Bar Germán, o como Pedrolo (nuestra exmascota oficial), aquí está el Á.S.M. para dejar constancia de este engendro como parte de nuestro Patrimoño Inmaterial (in saecula saeculorum et plus ultra, amen).

Como paseo previo a protagonizar anuncios de Galería del Coleccionista, Rosa López nos ha honrado poniendo voz a esta bella melodía que, de no ser por haber coincidido con «Pa tipos como tú», de Shakira, estaría ya en el nº 1. El caso es que la voz no me suena como si fuera la suya, debe de ser la reverberación en el granito murallesco, o que el injiniero del autotune se ha pasao tres pueblos; se ve muy forzado todo el tono. La canción parece que va a comienzar con la llamada del destino (sonido de turuta grandilocuente), pero rápidamente se transforma en una versión pop a mitad de camino entre «La puerta de Alcalá» y «Always look on the bright side of life» o, quizá también, la sintonía del jingle de Mercadona.

La letra de la canción es una constante adivinanza sobre cosas que tenemos en Ávila, que si el claustro del silencio del Monasterio de Santo Tomás, que quién será ese arquero semioculto que apunta con su saeta a nuestros corazones, o -el más celebrado- que quién será «la chica de Las Moradas» (no podía faltar, ya tú sabeh). Sin duda, una manera de avergonzarnos a los locales y de que los foráneos (a quienes va dedicada -supuestamente- la canción) no sepan ni de quién habla.

Las imágenes son un precioso paseo a vista de pájaro por varios de los monumentos del Ávila Street Museum (claro, cabr#nes, ya podréis, yo no tengo dron ni permiso pa volarlo asín por medio de la ciudá, me tengo que valer de mi móvil mierdoso pa encuadrar las afotos a ras de suelo). Es una pena que la banda sonora provoque un efecto similar al del bardo Asuranceturix** de Astérix y Obélix.

En resumen, desde aquello de «Murcia, qué hermosa eres», nunca una promoción turística había logrado un efecto boomerang parecido, con la gracia (o la ventaja) de que esto probablemente no lo verá casi nadie, fuera de Ávila. Yo me estoy encargando de difundirlo entre mis conocidos, pero pa fastidiar porque, como dijo Cohen el Bárbaro, el secreto de la vida es aplastar enemigos, verlos destrozados y escuchar el lamento de sus mujeres.

(*) Pa los que no habéis jugao nunca a máquinas de petacos… bueno, mejor lo dejamos. No tiene gracia.

(**) Pa los que no sepáis francés, como yo, el nombre es un juego de palabras que suena parecido a «assurance tous risques», seguro a todo riesgo, sentido que se pierde en la traducción.

Sanchooooooquijote

A todos los que la presente vieren y entendieren: lo entendierán ustedes, porque yo no. El PostMuseo de Ávila Street es un espacio hartístico-psicótico ubicado en mitad de una parcela no urbanizada de nuestro Eixample, entre Bélgica y Chipre (algo que, en el callejero abulense, es posible). Se compone de un montón de siluetas dispersas que deja estupefacto al que lo contempla por primera vez. Un cartel de «por favor, no tocar», sin mención alguna del tipo «Este lugar fue inaugurado por Josete y Chusma, en plan Pimpinela, el día tal del año cual», me indica que probablemente sea una iniciativa privada (no financiada con fondos europeos, a pesar del barrio).

Fusilao el 3 de mayo

Ante sus fauces traigo algunas afotos que hice un día que pedaleaba yo por allí y, de la misma, a punto estuve de sufrir un accidente. A esas tempranas horas, la luz y la bruma transformaban el paraje en un fantasmal decorado para «El perro de los Baskerville» o, quizá mejor, «Aterriza como puedas». Dejé la bici tirada en la acera (las mountanbáis ya no tienen pata de cabra) y me bajé a imortalizar el lugar.

La cabra, la cabra…

Ante mí se extendía un páramo misterioso, pleno de siluetas -la mayoría negras, alguna en color- que representan cosas. Posiblemente, ese tipo de cosas a las que se refería Rajoy cuando decía «me gustan los catalanesh porque hacen coshash». Es decir, cosas sin sentido, cosas que podrían existir en la mente del propio Eme Punto (alguien cuyo principal momentazo para la historia transcurrió mientras se tomaba unos whiskis).

Señales de humo, Manitú, Manitú… Nos avisan… Manitú, Manitú…. Que llegamos tarde y nos demos prisa

Al rato, llegué a una conclusión: ¡el mineralismo va a yegaaaar! Y después, a otra conclusión. Alguien estaba intentando crear un Ávila Street Museum, pero no en el mundo virtual, como el de los bitcoins, sino en el mundo tangible, como el de los espárragos con mahonesa. No podemos pasar por alto a este competidor, que lejos de ser un adversario, enriquece el panorama museístico de Ávila con algo mucho más bizarro* que nuestro Á.S.M. Tres pueblos más bizarro, sa pasao. Hablemos del milenarismo, coño.

El Águila Nacional en su posadero

No tengo mucho más que decir, las imágenes hablan por sí solas. Y cantan y bailan. Ójala el esforzado caballero que, con más tiempo que yo, se dedica a instalar estas hobras de harte, continúe su labor con el reconocimiento que merece. Me parece un milagro que esto subsista sin haber sido vandalizado; probablemente, el hecho de estar en un lugar de la ciudad que no merece ni ser llamado «un lugar de la ciudad», de tan recóndito y apartado como está, lo ha permitido. Que la fuerza le acompañe, estimado colega. Usté es lo más postmedieval de esta ciudad.

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(*) Sí, uso bizarro con el significado de «raro», y no con el de «valiente», que es el más y mucho español. Me he dejado contaminar por el sentido perfidoalbionesco de la palabra. Mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa.

Soluciones, en la última página

El Monumento a la Sopa de Letras es una placa de granito editado con letrujas mayúsculas en tipo Arial*, ubicado en la Plaza Concepción Arenal, al lado del Archivo Histérico Provincial, que anteriormente fue el Convento del Carmelo, y también fue la casilla de la cárcel, cuando se inventó el «monopoly de las murallas», aquí en Ávila. Es otro engendro detectado en su momento por @gbuenadicha, que no sé cómo hace para descubrir cosas como éstas y mantener la cordura.

La frase oculta de la sopa es «¡Aquí, ah, ora!, grato granito. Gran hito, granito. Gracias a La Gracia«, que parece que me lo he inventado plagiando el Monólogo mal puntuado de Les Luthiers, pero en este bló sólo decimos la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, que esto salió en la prensa. En Ávila cuando nos ponemos místicos somos la leche, y no os pensamos decir lo que fumamos pa que no nos copiéis.

Sobre el monumento, qué podemos decir que no se haya dicho ya. Básicamente, nada. Estuve tentado de tumbarme encima y hacerme una foto posando como el hombre de vitrubio, pero la losa mide 2 m de lado y por tanto yo no habría quedado correctamente circunscrito, ni calzándome unos taconazos de drag-queen.

Por mi parte, yo he encontrado otra curiosidad del crucigrama, y es ésta:

HHHH

…esas 4 haches encadenadas que, como todo el mundo sabe, son las siglas de «Himmlers Hirn heißt Heydrich», lo cual nos permite cumplir la Ley de Godwin y terminar este post.

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(*) En la noticia dice que es tipografía «Futura», pero a mí no me engañan. La Arial de toda la vida que ya venía con el guorperfet.

«Rechazando al Enemigo» es un monumento de arte efímero, un happening o performance, recientemente colocado para demostrar al visitante la capacidad defensiva de nuestras murallas. Se ubica (provisionalmente) en el Paseo del Rastro, cerca de la curva que conduce a la Plaza de Santa Teresa (donde estuvo el alcázar de la ciudad hasta la época postmedieval), entre dos cubos (torreones) muy próximos. Dense prisa si desean contemplarla, vayan antes de que -aunque aún no hay fecha- la exposición sea clausurada.

El happening no sólo es una muestra de harte, también es un haviso a naveghantes, que se dice. Lo explico. Sepan vuesas mercedes que el Paseo del Rastro, orientado al sur, es un lugar propicio para el paseo y el esparcimiento, en especial de personas de cierta edad que necesitan -necesitamos- hacer la fotosíntesis en un lugar tranquilo, soleado y protegido del viento, y con sitios para sentarse. Y entre este tipo de personas, algunas -también por esas cosas de la edad- vamos teniendo ciertas urgencias repentinas que es necesario aliviar. Y hasta bien entrado el siglo XX, la muralla era un lugar propicio para ello (todavía recuerdo algún cartel prohibiendo -bajo multa- «hacer aguas», colocado en nuestro singular monumento).

Este tipo de actos han ido desapareciendo, pero no del todo. La proximidad de los dos cubos, como se ve en la foto (atípica, pues la habitual es de unos 20 ó 25 metros) es, de algún modo, la que explica el lugar elegido para el happening, pues ha creado un lugar escondido de la vista y propicio para hacer una guarrerida. Algo que, sin duda, a partir de este momento está bajo una amenaza bastante mayor que la pragmática sanción que nuestro ordenamiento prevé para estos actos. A ver quién tiene narices de echar un pis cuando te pueden caer encima un montón de pedruscos.

Por otra parte, y para el que no entienda de historia real, digamos que la muralla se defendía así. Todavía recuerdo las explicaciones de Chuchi Gu* ante un grupo de compañeros, en una visita guiada, cuando pasábamos por una puerta de la muralla, y nos indicó que mirásemos hacia arriba por un hueco que -con evidente función defensiva- hay a través del techo del arco, y que para qué servía. Todos coincidimos en indicar que «para echar aceite hirviendo a los enemigos», y con una carcajada nos dijo «pero qué cohone aceite, con lo caro que va, y encima aquí en Ávila que no hay olivos**». Evidentemente, lo que se les echaba por ese orificio podía ser cualquier tipo de material contundente o punzante, y entre ellos, y en caso de emergencia, las mesmas piedras que componen la muralla.

Así, en el caso que nos ocupa, una almena o merlón de la propia muralla ha sido usado como contundente amenaza para meones y otros seres poco respetuosos con el patrimonio, y se ha considerado instalar un automatismo (el alcalde últimamente está muy por la labor de instalar cosas automáticas) para que en caso de detectar una micción, se dispare este mecanismo de defensa.

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(*) Guía turístico local*** que tuvo un coche de segunda mano con matrícula de Guadalajara, y se quedó con ese apodo.

(**) En el sur de la provincia de Ávila hay olivares, y producen un excelente aceite; pero aquí en la capital tan solo tenemos alguno más ornamental que otra cosa.

(***) El tema de las visitas guiadas a la ciudad no pertenece a esta sección del bló, pero últimamente tiene cierta polémica, ya que lo que antes era un coto interesadamente cerrado, ahora se ha visto invadido por «paragüeros» (porque suelen llevar ese instrumento a modo de señal identificativa par su grupeta) que se anuncian por internet, y a los que -cuando paso a su lado- he escuchado decir alguna que otra barbaridad, por ejemplo, que Santa Teresa fundó el Monasterio de la Encarnación.

Una pasota postmedieval

Continuando con los homenajes literarios, como el de ayer a Terry Pratchett
(en el Á.R.M.), presentamos hoy la ingeniosa placa “Todo se pasa, pasa de
todo”, dedicada al efecto placebo, ese proceder que tenemos algunos humanos de
asociar la mejoría de una dolencia a cualquier remedio que nos hayan
administrado, independientemente de la validez de éste. La versión infantil de
este lema sería “Cura, sana, culito de rana; si no sana hoy, sanará mañana”. Se
ubica, a modo de ventana ciega, en una pared de la Calle Duque de Alba, poco
antes de la confluencia con la Calle Candeleda.

La ortografía de la inscripción, como pueden ver, corresponde a la de una
doctora postmedieval, que en Ávila somos muy y mucho de parecer antiguos. El
libro de recetas sigue el modelo del SACYL de 1562. La frase, por tanto, podría
muy bien ser un mantra destinado a sanar al enfermo de todos sus males,
probablemente con la ayuda del reiki y del aguardiente de San Juan de la Nava*
o cualquier otro producto fitosanitario local.

Hay que tener en cuenta que la mayoría de los remedios de la medicina
tradicional, hasta el siglo XVIII, procedían bien de la superstición, bien de
las disposiciones de la Tanned Balls University. Algunos de estos remedios
todavía subsisten, como la acupuntura, la homeopatía y los seguros médicos
baratos, a los que -todavía hoy- muchas personas siguen atribuyendo propiedades
curativas**.

En cualquier caso, el placebo, convenientemente administrado, es una
herramienta útil y -sobre todo- barata. Todavía recuerdo cómo mi padre, que con
la más leve enfermedad se veía al borde de la tumba, recuperaba milagrosamente
la plena salud a los 15 segundos de tomarse la primera dosis de antibiótico
(siempre barajamos la posibilidad de cambiárselo por otra cosa, pero conocía
bien el sabor de la amoxicilina, y todavía no habían inventado los gintónic sin
alcohol).

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(*) Localidad abulense, antiguamente famosa por el destilado de aguardientes*** artesanales.
(**) El truco de esta nueva brujería está en emplear palabros cientéficos, como: “flujos de energía”, “resonancia mórfica” o “coberturas y exclusiones”.
(***) Como suele suceder con los aguardientes caseros, a lo de San Juan de la Nava, llamarlo aguardiente es quedarse corto.

Conocido aquí como «piedras jincás»

El monumento a los Campos Frisios es, a la vez, un monumento y una estructura defensiva (como el cimorro de la catedral de Ávila). Se ubica en el exterior de la iglesia de San Andres, en la plaza del mismo nombre, protegiendo a los ábsides del templo de los ataques de los vándalos.

El monumento hace un guiño al pasado vetón de nuestra comarca. Todavía hoy, en castros cercanos, como el de Las Cogotas, se puede admirar la zona de piedras hincadas que constituía un elemento de protección para dificultar el avance de los enemigos. Este mecanismo defensor es el precedente de otros más postmedievales, como los espárragos de Rommel o la Arquitectura Hostil.*

Diseñada contra la tribu de los Meones

Sepan vuesas mercedes que los rinconcillos que quedan entre los ábsides eran utilizados por chavales y no tan chavales para hacer sus necesidades, lo que sin duda es algo reprobable. San Andrés es una pequeña joya del románico abulense, y los campos frisios contribuyen a evitar esta guarrerida española. Queda claro, a la vista de las imágenes, que es muy desaconsejable -sobre todo en estado de embriaguez- tratar de caminar entre las defensivas piedras, por el riesgo de perder la dentadura en el intento. Lo que no se ha evitado del todo es la acumulación de basura, fundamentalmente bolsas de patatas fritas que se enredan entre las piedrecillas (claro, los barrenderos también tienen complicado entrar a limpiar; es un pequeño problema de este diseño).

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(*) La vecina ciudad de Madrid es puntera en esto de la Arquitectura Hostil, creando un nuevo paradigma de hostilidad minimalista (nihilista, incluso). Véanse los ejemplos de reformas como la Plaza de España**, la Plaza del Callao o la Puerta del Sol, donde la progresiva supresión de elementos citizen-friendly (vegetación, mobiliario urbano…) consigue la misma función que las piedras jincás, pero por ausencia.

(**) Ojo, que -aunque inaugurada por el actual- ese proyecto es mérito de la anterior; que las hizquierdas también se dejan comer el tarro por los urbanistas; es más, yo diría que resultó más fácil dorarle la píldora a la abuela; a Dickface al menos hubo que disuadirle de su idea original (construir un megaparking de 16 pisos), porque taparía la imagen del reloj en las campanadas de nochevieja.

Plano Interactivo Marca Acme

El fermoso elemento monumental denominado «Gúguel Maps Postmedieval» es un loable chisme colocado en la Plaza de Adolfo Suárez, al lado de la estatua «Transición Atropellada«, ya descrita en este bló. Como se puede ver en la afoto, es un plano en relieve del recinto amurallado, algo vandalizado, a pesar de su reciente instalación.

La idea de colocar este plano-cosa fue consecuencia de las constantes reivindicaciones de hosteleros y comerciantes de Ávila: tratar de revertir el bajo promedio de gasto de los visitantes foráneos. El turista tipo llega a Ávila y se pone a pasear por nuestro bello entorno: las murallas, las iglesias, los palacios, el Ávila Street Museum al completo…. Cuando se quiere dar cuenta, está cansado y se le han congelado las orejas (normalmente, sucede antes lo segundo), y se vuelve pa Madrid, que lo tiene al lado, sin dejarse un euro en nuestra ciudad.

¿Y cuál es remedio? Pues a partir de ahora, se atrae al turista al Gúguel Maps Postmedieval. Aquí puede contemplar, a vista de pájaro, todos nuestros monumentos. Los puede hasta toquetear y sobetear. Incluso lamer, llegado el caso*. Hale, ya conoces Ávila, ¿no? Pues esto era lo que había que ver. Ahora te vas de tiendas, de cañas, y luego a un buen restaurante, a jartarte de revolconas y chuletón, con yemas de Ávila y chupito. Lógicamente (segunda parte del plan), esto provoca sopor y pesadez, incompatibles con el desplazamiento, por lo que se ve obligado a pernoctar en nuestra ciudad y seguir consumiendo. Es un plan sin fisuras. Con Guido Caprotti nos funcionó.

Nos consta que nuestro alcalde, siempre en pos de escalerizar y mecanizar la urbe, está preparando un videomapping que, proyectado sobre la fachada norte de la Catedral o lugares similares, mostraría las maravillas de nuestra ciudad** en plan mecano urbano futurista (como esos de la intro de «Guego de Dronos»). Terminada la proyección, uno de los concejales, infiltrado entre los turistas, comentará: «qué frío, me voy a tomar unas revolconas calentitas a un bar de estos de por aquí»; «ah, sí, que aquí en Ávila las tapas son gratis***», responderá otra, provocando sin duda la reacción mimética de los allí presentes. Y todos a consumir.

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(*) El Camarada ya lo hizo, una noche volviendo de copas; y nos comenta que presenta un cierto aroma calizo, complejo en nariz y persistente en boca, redondo y con retrogusto a pattex-no-más-clavos.

(**) Entre las maravillas de la ciudad se encuentra el propio alcalde, como presentador del vídeo (pero doblado con la voz de Ramón Langa).

(***) Gratis, gratis, no son; pero normalmente la tapa va incluida en el precio de la caña, sin opción de reembolso en caso de renunciar a la misma.

La entrada de hoy no tiene nada que ver con San Mamés, pero, de todas formas, ¡aúpa Athletic! ¡Iñaki Lehendakari!

Tras las esculturas de los verracos, seguimos con bichos pétreos. Los leones de la catedral son una serie de figuras leoniformes (hay 12 ó 14 polomenos) que se ubican alrededor de la catedral, perimetrándola por el lado de dentro de la muralla. Están encaramados en pedestales, todo ello de nuestro afamado Granito™ con denominación de origen.

Según me contaron, antiguamente marcaban el límite de la jurisdicción donde los perseguidos por la justicia podían acogerse a sagrado*. Hasta hace algunos años estaban unidos entre sí por unas cadenas, con lo que era más patente la separación iglesia-estado; pero últimamente esa separación se ha difuminado. Por eso los leones ya no muerden con fruición el último eslabón de las cadenas, quedando visibles los orificios donde se insertaban; como se puede comprobar en los morros de la fiera.

Alguno de ustedes verá esto como algo muy viejuno, de antes de internet, pero (voz de Christopher Lee) ¡que tenga cuidado quien ose molestar el eterno y sagrado descanso de los leones! ¿Os reís? Sus voy a contar su historia, en la que se explica cómo una estatua de piedra vengó una afrenta, y es cierta y verdadera y más impresionante que la leyenda «El beso», de Bécquer. De hecho, es la culpable de que los leones ya no tengan cadenas interleoniles.

Estamos en la Ávila postmedieval. Un grupo de chavaletes guiris, de visita a nuestra ciudad, se aburre de las explicaciones de su profesora. Y uno de ellos decide colgarse a hacer el mono de las cadenas de los leones. Entonces, el león aquí retratado, de nombre Simba (esto lo añadimos por mantener el pathos) decide castigar al impío extranjero, saltando desde su pedestal y cayendo sobre el infiel; el combate se salda con la aplastante victoria del felino, que además provoca varias fracturas a su agresor y la consiguiente maldición «mira que os lo tengo dicho, lamadrequeosparió, no se os pué sacar de casa» pronunciado en la extranjera lengua de la tícher.

Como consecuencia del incidente, y en previsión de ulteriores sucesos, en lugar de sujetar los leones con algún podheroso adhesivo de esos que anuncian por la tele, el ayuntamiento decidió curarse en salud y eliminar las cadenas que tan fermosas lucían en la plaza; pagando una vez más justos por pecadores. El Ávila Street Museum les homenajea como merecen, y clamamos por la restitución de las cadenas, a ser posible electrificadas.

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(*) Esta prerrogativa eclesial comenzó siendo una especie de habeas corpus para evitar linchamientos in itinere, para terminar convirtiéndose en un recurso para eludir a la justicia by the face**. Dejó de estar vigente en estos reinos no hace tanto… Era rey un tal Juan Carlos I de España y V de Botswana, de hecho. Y hay quien afirma que realmente no está explícitamente derogada. Otras iglesias locales, como la de San Pedro, tienen leoncillos rampantes marcando el perímetro, como se vio en la foto del edificio del MaMoneo.

(**) Ejemplo: El duque de Lerma.