Escuchando «Así habló Zaratustra» gana mucho.

El Ávila Street Museum, superado el medio centenar de entradas sin poder confirmar o no el posible intercambio de subsedes entre el Á.S.M. y el Museo del Prado, les trae una nueva maravilla monumental abulense. Se trata de «Morroñito», el logotipo-mascota de esta nuestra postmedieval ciudad. Morroñito se ubica al principio del Paseo del Rastro (o al final, si vienen ustedes desde el otro lado), al lado de uno de los torreones del antiguo alcázar de la ciudad. Está fabricado en -obvio- fierro morroñoso con incrustaciones de algo parecido a la baquelita.

Morroñito simboliza la perfecta simbiosis entre las Ciudades Patrimoño de la Humanidad y ese metaaaaal* denominado, en su nombre no comercial, «fierro morroñoso». Un material que, desde el mismo día de su fabricación, ya parece deteriorado e inservible. Que te dan ganas de llevarlo al punto limpio, porque el chatarrero no te va a dar ni las gracias. Y que expande su morroñez, si la lluvia y demás inclemencias colaboran, descargándola sobre las losas para pringarlas de orín, marcando el territorio.

El hábitat natural de los fierros morroñosos son las rotondas, pero la especie ha demostrado una gran adaptabilidad para invadir otros nichos ecológicos, como los paseos peatonales o las plazas porticadas. En el caso que nos ocupa, y para aumentar la propia inservibilidad del fierro morroñoso, Morroñito tiene una inscripción de autobombo. Nos explica que, con cargo a presupuestos de muy diversas fuentes, se sometió a la muralla a una terapia de rehabilitación, o algo así, para que todos los presentes lo vieren y entendieren (y nos votaren**, si llega el caso).

En un bello giro del destino, el escudo que preside la inscripción de Morroñito está algo perjudicao. En otro giro, este engendro propagandístico de lo bien que se hacen las cosas se ubica a escasos metros de donde se produjo uno de los últimos derrumbes de la muralla. No diremos es cosa del karma, pero se le aproxima.

Aquí pringamos todos

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(*) Se nos ha ido un poco el puntillo heavy.

(**) Dado que las partidas presupuestarias de realizador y colaboradores pertenecían a partidos distintos, de esos que escenifican su rivalidad en el Congreso y otros foros, no se debió de ver conveniente citar nombres que pudieran arrastrar votos al adversario. Si hubieran sido todos del mismo lao, la cosa hubiera sido distinta.

Nuestros PostHornos más PostFamosos

Llegamos a la quincuagésima entrada de este museo, con un especial, especialmente dedicado al cartel que traigo ante sus fauces: «Hornos Postmedievales». Se ubica en la Calle del Marqués de Santo Domingo, justo a la entrada de los Hornos Postmedievales, en la zona baja del recinto amurallado, muy cerca de uno de los accesos para la visitación de la muralla.

Quede claro que el monumento es EL CARTEL (o, para ser más exactos, la expresión en él contenida), que es el que está en la calle, no los susodichos hornos, que por encontrarse en el interior de un entresuelo adaptado para usos museísticos, no cumplen el principal requisito de esta página. Los hornos pueden visitarse abonando el precio de la entrada y penetrando en el interior durante el horario que se indica. O mirando por los ventanales, lo que ustedes prefieran.

Los hornos, vistos desde la época actual, por la ventana.

Como ya conocerán los visitantes de este museo, la palabra «postmedieval» es una de nuestras favoritas, empleada para describir cualquier artefacto arqueológico aparecido en este nuestro bló. Ávila es muy postmedieval y mucho postmedieval. Algunos pensarían que nos la inventábamos, pero, como habrán podido ver, el 80% de lo que les hemos ido contando en estas paginas es cierto y 80% restante, si acaso, se puede considerar licencia poética.

A lo que vamos. Los prefijos «pre» y «post» pueden tener sentido en determinados contextos. Se puede hablar de un chisme preincaico o posclásico, hablando de civilizaciones/periodos de los que se conoce menos que de los que se toman como referencia. Vale. Existe, poejemplo, la acepción «postmoderno», para describir a determinados individuos o a su producción artística, pero en este caso es por su antagonismo con el periodo anterior, incluyendo -no me negarán- cierta rechifla en su significado: «se oponen a los llamados ‘modernos’ pero no saben ni lo que son, porque tampoco tienen mucho más en común».

Pero esto de decir que hemos encontrao un «horno postmedieval» es, como la canción de las Spice Girls, «wannabe», en el sentido de «querer y no poder». Si los hornos son del XVI, no son medievales. Y punto. Que son postmedievales: sí. Pero también postvisigodos, postneanderthales y postjurásicos. Búsquense otra expresión; para una vez que esquivamos lo de «de Santa Teresa»… Hornos de alfarería renacentista, Talleres Artesanales del Siglo de Oro, Hornos Viejunos de Cohone, «Botijos Lope, est. 1542», Antiguos Hornos Intramuros.

Desde este bló aceptaríamos, y de hecho recomendamos, sin embargo, denominar «Mercado Postmedieval» a ese carnaval con cosas que los abulenses celebramos al final del verano*. Miren, ahí igual sí que está bien aplicado.

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(*) Seguro que @gbuenadicha prefiere algo más clarificador, como «simulación de mercado pocomedieval en diferido sin aparcabicis». Pero nunca llueve a gusto de todos.

Hágase un selfie aquí, hombre, pero con sol.

El fotogénico monumento «Si en Ávila estás» se compone de 5 letras metálicas sobre una peana del mismo material. Complementa el chirimbolo un conjunto de focos que por las noches puede iluminar las letras en colores variados, según el pantone de la celebración que toque somewhere over the rainbow. También se pueden iluminar de día, pero no queda tan vistoso, claro; gastarías luz a lo tonto. Se ubica en lo que viene siendo el aparcamiento junto al Humilladero de Los Cuatro Palos, sito en la Carretera de Salamanca s/n a mano derecha.

La función de este esdrújulo letrero es servir de compañía para las fotos de los turistas, que pueden posar haciendo el canelo al lado de las letronas, con las murallas de Ávila de fondo. Hay que reconocer que la idea ha tenido éxito, pues el sitio se presta a ello. En la foto que presento no es tan aparente, que la he hecho apóstata con una luz bastante pestosa en fondo y forma, pero en realidad es posible realizar encuadres de lo más artístico y fotos de lo más curiosas, sobre todo si la luz acompaña y tienes la suerte de ser un ser muy empotrable. Hasta el Gúguel Maps tiene, en la foto tomada desde el lugar, el momento en el que se produce uno de estos eventos.

Así, con este identificador, nuestra ciudad se une a otras con míticos letreros, como el de Hollywood, el de Schweppes o -sin duda, el más logrado- el de Marbiella. Y aquí pienso yo, ante tanta belleza, qué no diría Kant, si pudiera ver estas letras. A nosotros, con algo a mitad de camino entre el síndrome de Stendhal y la intoxicación por salmonella**; nos empujaría a escribir algo como su famoso Beobachtungen über das Gefühl des Schönen und Erhabenen mit Kartoffeln und Solch und Solch.

Como dato campestre y biológico, en la rústica parcela que hay en la ladera detrás del letrero, si se tiene paciencia y el día acompaña, es fácil ver conejillos de la subespecie local (Oryctolagus cunilingus) correteando por la hierba (si se están quietos es más difícil verlos, salvo para un ojo avezado en avistar conejos).

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(*) El título del post, para los afortunados que no lo sepan, es pura casualidad, en ningún caso hace referencia a esta bella melodía. Que ustedes pueden escuchar, bajo su cuenta y riesgo, si lo desean. No nos hacemos responsables.

(**) Es el estado habitual del Camarada los viernes por la noche, pero no lo suele usar para escribir posts. Una pena.

El famoso bló de palos, hecho piedra

El Monumento a Los Cuatro Palos es un bello grupo de postes con dintel, alrededor de una cruz, ubicado al lado de la carretera salamanquesa, en un cerro sito frente a nuestra ciudad*, desde el que se disfruta de una jran vista de la muralla y cosas adyacentes. Homenajea a uno de los más famosos blóses abulenses, que está algo inactivo últimamente debido a que sus miembros (o más bien, los miembros de sus miembros) comenzaron a levantar ampollas, con sus sagaces comentarios, entre los sectores más poderosos de nuestra ciudad. Así que les pusieron una cruz (ahí está, entre los palos), y les dijeron que estaban más guapos comentando los partidos de voley playa.

Técnicamente, el conjunto es lo que se denomina «humilladero», esto es, que los escritores del bló tuvieron fueron humillados y silenciados, y castigados de rodillas con los brazos en cruz, después de escribir en la pizarra 50 veces «no volveré a exponer las vergüenzas de la política local en mis asquerosos posts».

Cuando nuestro áspero clima lo permite, el lugar se llena de turistas que acuden en masa a fotografiarse en tan majestuoso promontorio, desde tiempos postmedievales. La propia Santa Teresa, copatrona local, dicen que tiene dos fermosas historias relacionadas con este lugar. La primera cuenta que -siendo niña- se escapó de casa para buscar el martirio en tierra de moros, siendo alcanzada por su tío en este preciso lugar (lo que demuestra que la Tere de geografía andaba un poco regulinchis, porque iba pa Salamanca**). La segunda, que harta de las trabas de las autoridades locales (religiosas, civiles y militares, en esto coincidía con nuestros ojomeneados del bló), se fue cabreadísima de Ávila, a fundar conventos en cualquier otro sitio, y tuvo el bello gesto de sacudir sus alpargatas, también junto al humilladero, exclamando a los vientos en pose indómita cual Escarlata O’Hara postmedieval, que de nuestra ciudad no quería llevarse ni el polvo.

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(*) Técnicamente, el cerro ahora forma parte de nuestra ciudad, por lo que topológicamente está dentro, a la vez que enfrente de. Seguro que los alemanes tienen alguna preposición que rige acusativo y que expresa esta situación con una sola palabra. Hinausgegenüberinnerhalbkartoffeln, o algo con más diéresis.

(**) Claro, que igual iba a solicitar el traslado de expediente para el Erasmus al secre de la USAL.

Hold my beer

«Sujétame el cubata» es una escultura alegórico-deconstructivista ubicada en el centro de una fuentecilla que a su vez se encuentra en el centro geotérmico del jardín de San Antonio. Estuve tentado de ponerlo en el Ávila Road Museum (pues la fuente sería la rotonda central del parque), pero la ausencia de vehículos (excepto carritos de bebé y sillas de ruedas) y la posibilidad de bordearla en el sentido de las agujas del reloj me hicieron decantarme por el Á.S.M.

La escultura representa a un par de ninios angelicales haciendo cosas propias de la edad, con la chorra al aire. A diferencia del más famoso de sus congéneres, el manneken pis, el chorrillo de agua -cuando funcionaba- lo echaban por el cubata; y también por otros chorriproyectores alrededor de la base. Debido a su antigüedad -y a estar destinada a un lugar mayormente húmedo-, no está construida en fierro morroñoso. Tanto la escultura como la base y los mecanismos hidráulicos han sido restaurados varias veces, sin mejorías destacables.

Para los que seáis de otras partes menos áridas, sabed que el estado natural de una fuente en la meseta abulense es ésta: seca y sin chorro alguno. Sobre todo, si está puesta en la plaza de un pueblo de la Moraña (que es la parte norte y menos montañosa de la provincia). Algunas de esas yo creo que no han echao chorro en la vida; pero hay que ver la fiebre que les dio a los alcaldes por poner fuentes ornamentales en lugares en los que, en verano, hasta las lagartijas llevan cantimplora. Aquello fue un culo veo, culo quiero, y alguien se forró vendiendo ranas, venus afroditas o patos que teóricamente echaban agua por algún orificio.

La fuente, como dije, está rodeada de un pequeño estanque en el que de pequeño tuve un incidente: haciendo el canelo sobre la superficie helada del mismo, ésta se rajó bajo mi peso y el principio de Arquímedes hizo el resto. Me salvó la vida el hecho de que en el estanque sólo cubra unos 15 ó 20 cm. Me calé los pieses hasta por encima de los tobillos; si llega a ser la otra fuente, que está en el lado del parque cercano a la antigua estación de autobuses, termino como Leonardo di Caprio en Titanic.

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Soldadito, marinero, conociste a una sirenaaaaaa

El monumento a las Anclas de Rana se ubica en la Plaza de la Marina, un pequeño espacio ajardinado en la zona norte de la ciudad. Se compone de un ancla de metal (¡Ojo! ¡Que no es de fierro morroñoso!) y de una roca, ambos de considerables dimensiones. Una placa muestra la leyenda «Primer Día del Mar», que fue una fiestuqui que se inventó la Organización Marítima Mundial (una cosa de la ONU), declarando tal efeméride el 29 de septiembre de 1978.

El caso es que, quizá por lo reducido de nuestra línea de costa (0’000 kms, redondeando*), es un monumento al que los abulenses nunca le hemos dedicado mucha atención. Vamos, que no pegaba mucho con nuestra pertinaz falta de conciencia marina. Nos falta know-how marítimo, nos falta espertise, nos falta flower-power… Vamos, que vivimos en un sitio tal que si el nivel de los mares subiera un kilómetro, seguiríamos teniendo que coger el coche para ir a la playa. El único ancla que conocíamos por aquí era un pub en la zona sur de la ciudad, ande la rotonda con fuente.

Es de suponer que el ayuntamiento buscaba, con esta erección monumental, conseguir para nuestra ciudad algún tipo de ente u organismo, como la Escuela Naval Militar o los astilleros de la Armada; pero -como nos suele pasar- se descartó nuestra candidatura por defecto de forma.

Lo que sí que echo en falta es que Ávila no tenga un monumento conmemorativo del Día del Espacio, que es el 4 de Octubre, y que coincide con la fecha del fallecimiento de nuestra copatrona Santa Teresa (aunque su festividad se celebre el siguiente, el 15**). Sobre todo, porque trésnicamente, el espacio nos pilla más cerca que el mar.

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(*) El problema de determinar cuánto mide la línea de costa de cualquier sitio tiene implicaciones matemáticas curiosas, ya que depende de la precisión de tu mapa. En Ávila, en cualquier caso, lo hemos solucionado rápidamente, asignando de manera arbitraria la longitud citada, sea cual sea la precisión del mapa.

(**) Volvemos a recordar que la reforma del calendario coincidió justo con aquel evento, en 1582. Se eliminaron 10 días de un plumazo.

Ahora no hay manera de amorrarse al caño ni bajarse al pilón

La Fuetne del Pardillo es uno de los monumentos más famosos y celebrados de Ávila, a pesar del estado en el que lo ven. Se ubica en un paraje al norte de la ciudad, al final de la Calle Valladolid, justo al lado de la Ermita del Resucitado*. Realizada en piedra, en época postmedieval, hasta hace poco echaba chorrazos de agua por sendos caños, actualmente desaparecidos. Tiene labrados los escudos de armas de gente importante (supongo); polomenos del escudo central cuelga el famoso pellejo de ovejo, ese que era el símbolo de la casa de Borgoña (el Tostón de Oro, creo que lo llamaban).

De su importancia da fe un cuadro de Joaquín Sorolla, pintor que pasó por nuestra ciudad. Contratado para dibujar (sin salirse ni dejar huecos) lo más representativo de cada región española, Sorolla pintó un fermoso cuadro alusivo a nuestra ciudad. ¿Y qué pintó? Pues las murallas y la Fuetne del Pardillo, en una vista imposible (las murallas no están detrás de ella; antes tó eso era campo), pero que prueba que en aquel tiempo los abulenses gustaban de festejar, al lado de la fuente y de la citada ermita, con mucha más marcha de la que tenemos ahora, y bien arreglaos y espercojaos. Véase:

Detalle de la Fuetne pintada por Sorolla

A Sorolla, como a Caprotti por aquellos mismos años, le gustó Ávila; y éste podría haber sido el principio de una gran amistad pero, lamentablemente, los abulenses empezamos a hacerle rimas con el apellido y lo que nos podía comer, y Joaquín se fue cabreado de esta ciudad, de vuelta para su levante natal (menos mal que Caprotti no rima con nada, aunque el apellido también se las trae). Se conservan muchos más cuadros de esta colaboración. Vamos, que Sorolla casi nos hizo un Ávila Street Museum avant la lettre.

Me informan por el pinganillo que el Ayuntamiento de Ávila tiene pensada, licitada y desenclaustrada la reforma integral de esta fuente y su entornillo. Al paso que van estas cosas aquí, suponemos que con la integral reforma pasará, durante bastante tiempo, como con la integral de ex (es un chiste matemático mu malo).

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(*) Y cerca de donde vive mi amigo Eu, que me ha recordado la existencia de esta fuetne, y ha reivindicado su importancia y la de las fiestas de su barrio, que comienzan dandopolculo con cohetes a las 6 de la mañana del Domingo de Pascua, y luego derivan en procesiones y un megabotellón -con abundante comida panificada, eso sí- en ese mismo lugar.

¿Ustedes lo ven? Yo tampoco

No, no nos estamos tragando el bulo ese de que Adriana Lastra había publicado una foto del acueducto de Segovia con la leyenda «me gustaría visitar Ávila». Es más, esto no es un bulo: Ávila tiene acueducto. Bueno, para ser más exactos, Ávila tuvo un acueducto, del que apenas quedan restos ruinosos. El tramo más largo (un par de arcos mor or les) está ubicado en un patio privado*, sito entre el Convento de San José (primera fundación de Santa Teresa) y el edificio de Sindicatos (probablemente, el más horroroso de la ciudad, incluso más que el de Moneo, fijársus lo que os digo; es muy alto porque fue construido cuando los sindicatos eran más verticales**).

Aparte del estado de conservación, el nuestro tiene otra diferencia con el de Segovia: no es romano, es…jojojojojo… postmedieval. Quesverdad, como todo lo que ponemos aquí. Bueno, probablemente existiera un acueducto romano con el mismo o similar trazado, pero no queda mucho que lo atestigüe. El caso es que durante nuestro momento favorito de la historia se construyó o reconstruyó un acuducto, que partía desde las fuentes de Las Hervencias (que, como se indicó en nuestro post «Motel Postmedieval«, no era sino parte de nuestra infraestructura acuática), para abastecer a la ciudad.

¿Y por qué no tenemos acueducto? Ávila está en un cerro, como cualquier ciudad defensiva que se precie; pero la diferencia con Segovia es que ésta está un cerro aislado, con laderas descendentes hacia todos los puntos cardinales; mientras que en Ávila nuestro flanco oriental sigue cerreando en llano o cuesta arriba, por lo que no hubo que salvar grandes desniveles ni construir dos filas de arcos. De hecho, hay fuentes naturales en la misma ciudad, como la de La Sierpe (bueno, en la época postmedieval pillaba un poco a trasmano) y otras ya perdidas.

Brujuleando por internet se pueden encontrar antiguos documentos gráficos que muestran otros fragmentos del acueducto, ya desaparecidos. Creo recordar de mi lejana infancia que al lado del Bar Roca quedaba algún otro resto, pero no lo puedo asegurar, se me nublan los recuerdos (las cañas del Roca tienen parte de culpa).

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(*) Me dice el Camarada que la casa con el patio que contiene los restos del acueducto está en venta, pero he buscado en Hidealista «casas con acueducto» y no me sale ninguna. Jracias a su perseverancia, la ha encontrado y me manda el link.

(**) El edificio de Sindicatos ya sale en el centro de esta foto de lo que parece una imagen de Ávila devastada por los bombardeos, y no, Ávila era así, sin necesidad de bombas. A la derecha se ven arcos del acueducto que ya no existen (esa zona se edificó a finales de los 60). En primer plano, a la izquierda, la tapia del convento de San José, ya citado, y detrás del hododoso edificio de Sindicatos se ve el enorme recinto de otro convento, el de Santa Ana (hoy sede de la Junta de CyL). En la parte superior, el antiguo campo de fútbol. Y al fondo a la derecha se ve mi ex-colegio; ahora lleva el nombre del inventor del albornoz, pero antes era la escuela aneja a la de Magisterio, y por eso era llamado «la aneja» (o «la coneja», por nuestros enemigos de los centros concertados). Lugar que fue el del cuartel de las tropas anti-gas; esto lo sé porque ahí interrogaron a mi padre durante la guerra civil, con 12 ó 14 años, por un sabotaje en la vía Ávila-Medina del Campo, cerca de donde curraba cuidando ovejas. Todo esto es postmedieval, también.

¡¡¡Drakaris!!!

El Ávila Street Museum se complace en abrir hoy una doble entrada, special when lit*, para conmemorar el vidrioclís promocional de Ávila que ha inundado las redes como una bomba nucelar y es tendrin tópic mundial. Y como, a diferencia del fierro morroñoso y del granito local, es posible que un día esto se pierda como lágrimas en la lluvia, como la receta de las revolconas del Bar Germán, o como Pedrolo (nuestra exmascota oficial), aquí está el Á.S.M. para dejar constancia de este engendro como parte de nuestro Patrimoño Inmaterial (in saecula saeculorum et plus ultra, amen).

Como paseo previo a protagonizar anuncios de Galería del Coleccionista, Rosa López nos ha honrado poniendo voz a esta bella melodía que, de no ser por haber coincidido con «Pa tipos como tú», de Shakira, estaría ya en el nº 1. El caso es que la voz no me suena como si fuera la suya, debe de ser la reverberación en el granito murallesco, o que el injiniero del autotune se ha pasao tres pueblos; se ve muy forzado todo el tono. La canción parece que va a comienzar con la llamada del destino (sonido de turuta grandilocuente), pero rápidamente se transforma en una versión pop a mitad de camino entre «La puerta de Alcalá» y «Always look on the bright side of life» o, quizá también, la sintonía del jingle de Mercadona.

La letra de la canción es una constante adivinanza sobre cosas que tenemos en Ávila, que si el claustro del silencio del Monasterio de Santo Tomás, que quién será ese arquero semioculto que apunta con su saeta a nuestros corazones, o -el más celebrado- que quién será «la chica de Las Moradas» (no podía faltar, ya tú sabeh). Sin duda, una manera de avergonzarnos a los locales y de que los foráneos (a quienes va dedicada -supuestamente- la canción) no sepan ni de quién habla.

Las imágenes son un precioso paseo a vista de pájaro por varios de los monumentos del Ávila Street Museum (claro, cabr#nes, ya podréis, yo no tengo dron ni permiso pa volarlo asín por medio de la ciudá, me tengo que valer de mi móvil mierdoso pa encuadrar las afotos a ras de suelo). Es una pena que la banda sonora provoque un efecto similar al del bardo Asuranceturix** de Astérix y Obélix.

En resumen, desde aquello de «Murcia, qué hermosa eres», nunca una promoción turística había logrado un efecto boomerang parecido, con la gracia (o la ventaja) de que esto probablemente no lo verá casi nadie, fuera de Ávila. Yo me estoy encargando de difundirlo entre mis conocidos, pero pa fastidiar porque, como dijo Cohen el Bárbaro, el secreto de la vida es aplastar enemigos, verlos destrozados y escuchar el lamento de sus mujeres.

(*) Pa los que no habéis jugao nunca a máquinas de petacos… bueno, mejor lo dejamos. No tiene gracia.

(**) Pa los que no sepáis francés, como yo, el nombre es un juego de palabras que suena parecido a «assurance tous risques», seguro a todo riesgo, sentido que se pierde en la traducción.

Sanchooooooquijote

A todos los que la presente vieren y entendieren: lo entendierán ustedes, porque yo no. El PostMuseo de Ávila Street es un espacio hartístico-psicótico ubicado en mitad de una parcela no urbanizada de nuestro Eixample, entre Bélgica y Chipre (algo que, en el callejero abulense, es posible). Se compone de un montón de siluetas dispersas que deja estupefacto al que lo contempla por primera vez. Un cartel de «por favor, no tocar», sin mención alguna del tipo «Este lugar fue inaugurado por Josete y Chusma, en plan Pimpinela, el día tal del año cual», me indica que probablemente sea una iniciativa privada (no financiada con fondos europeos, a pesar del barrio).

Fusilao el 3 de mayo

Ante sus fauces traigo algunas afotos que hice un día que pedaleaba yo por allí y, de la misma, a punto estuve de sufrir un accidente. A esas tempranas horas, la luz y la bruma transformaban el paraje en un fantasmal decorado para «El perro de los Baskerville» o, quizá mejor, «Aterriza como puedas». Dejé la bici tirada en la acera (las mountanbáis ya no tienen pata de cabra) y me bajé a imortalizar el lugar.

La cabra, la cabra…

Ante mí se extendía un páramo misterioso, pleno de siluetas -la mayoría negras, alguna en color- que representan cosas. Posiblemente, ese tipo de cosas a las que se refería Rajoy cuando decía «me gustan los catalanesh porque hacen coshash». Es decir, cosas sin sentido, cosas que podrían existir en la mente del propio Eme Punto (alguien cuyo principal momentazo para la historia transcurrió mientras se tomaba unos whiskis).

Señales de humo, Manitú, Manitú… Nos avisan… Manitú, Manitú…. Que llegamos tarde y nos demos prisa

Al rato, llegué a una conclusión: ¡el mineralismo va a yegaaaar! Y después, a otra conclusión. Alguien estaba intentando crear un Ávila Street Museum, pero no en el mundo virtual, como el de los bitcoins, sino en el mundo tangible, como el de los espárragos con mahonesa. No podemos pasar por alto a este competidor, que lejos de ser un adversario, enriquece el panorama museístico de Ávila con algo mucho más bizarro* que nuestro Á.S.M. Tres pueblos más bizarro, sa pasao. Hablemos del milenarismo, coño.

El Águila Nacional en su posadero

No tengo mucho más que decir, las imágenes hablan por sí solas. Y cantan y bailan. Ójala el esforzado caballero que, con más tiempo que yo, se dedica a instalar estas hobras de harte, continúe su labor con el reconocimiento que merece. Me parece un milagro que esto subsista sin haber sido vandalizado; probablemente, el hecho de estar en un lugar de la ciudad que no merece ni ser llamado «un lugar de la ciudad», de tan recóndito y apartado como está, lo ha permitido. Que la fuerza le acompañe, estimado colega. Usté es lo más postmedieval de esta ciudad.

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(*) Sí, uso bizarro con el significado de «raro», y no con el de «valiente», que es el más y mucho español. Me he dejado contaminar por el sentido perfidoalbionesco de la palabra. Mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa.