Reptilianos esiten

Con el nº 33 llega a nuestro bló uno de nuestros monumentos más entrañables: la fuente de la Sierpe, ubicada en el Jardín de San Antonio, en su esquina noreste (ma o meno), esto es, la más cercana a la clínica y/o a la iglesia. Es una figura muy reconocible por los locales, formada por un bicharraco de granito que -a veces- echa agua por el morro y otros orificios (lo que serían los ojos y oídos del bicho), la del morro se desliza por un acueductillo en una pieza del mismo material para permitir su aprovechamiento en el borde del pequeño estanque ovalado en el que está colocada. Antiguamente estuvo decorada con colores y todo.

Yo, de pequeño, desconocía que «sierpe» era otra forma de decir «serpiente», que cayó en desuso en época postmedieval; ambas evolucionaron del mismo latinajo (serpens, serpentis), como «cobra» y «culebra» (de colubra, colubrae). Porque para nosotros los abulenses, la palabra «sierpe» yo diría que significa solamente «la fuente esa vieja que hay en San Antonio».

En nuestro descargo he de decir que el reptil que se representa en la escultura, quizá por aparentar monstruosidad, no parece una serpiente; de hecho yo creo que ¡¡¡tiene patas!!! (al menos delanteras, véase la afoto) y su cabeza es poco culebrera, más parece de un cocodrilo o reptil similar; la cola sí que es cierto que se enrosca sobre ella de un modo más propio de los ofidios. Está claro que el autor (es del XVI, creo) quería acohonar al espectador.

El progreso yo creo que ha perjudicado al bicho y ya no es tan «famoso» como antes, cuando junto con el Lagarto de Sonsoles* eran los reptiles favoritos de la chavalería autóctona. Muchas veces ya no echa agua, y el estanquillo que la protege acumula mierda.

(*) El lagarto, lamentablemente, no forma parte del ámbito del Ávila Street Museum por estar ubicado en interior. Aunque, considerando un Á.S.M. sensu lato, podríamos sacar al que procesiona con los gigantes y cabezudos el día de la copatrona.

Entrada a Khazad-Dum

Muy cerca del Monumento al Aleph, en la Calle Candeleda (o Plaza de San Jerónimo) el Ávila Street Museum se vanajloria en ofrecerles otro fermoso monumento literario: Las Puertas de Moria. Esta original representación del legendario mundo de Tolkien está realizada con piedras y elementos de mampostería postmedieval. Nota: ningún enano fue dañado durante la construcción del mismo.

Detrás de estas puertas se encuentran los restos de San Jerónimo (quicir, no los restos del santo, sino las ruinas del monasterio de San Jerónimo de Jesús, antes Colegio de San Gil, y después de la desamortización de Mendizábal, botellonódromo y pista de parkour)*.

Hasta hace unos años todavía podía leerse, en el recuadro del dintel, la inscripción en élfico (di amigo y entra) pero fue robada. Apareció durante unos días a la puerta de la sede local de UPyD (en lo que podía ser un postrer intento de captar afiliados), pero volvió a desaparecer; sin que hasta la fecha tengamos noticia de dónde puede estar. Se agradece cualquier información que pueda conducir a la recuperación de la misma.

(*) La espadaña también contiene varios nidos de cigüeña, en precario equilibrio.

Nada te traume, nada te turbe, vivo sin vivir en mí y habilito Javascript.

En Ávila somos seres respetuosos con las autoridades, y como muestra de nuestro apoyo y sumisión, aquí va un simbólico monumento, dedicado al software que nos permite (cuando los planetas se alinean y no hay conflicto de versiones) relacionarnos con la administración digitalmente: Cl@ve Firma. Se ubica en la plazuela que forma la calle Martín Carramolino, a la puerta de la iglesia de San Juan.

Como no podía ser de otra manera en nuestra teresiana y postmedieval ciudad, se ha elegido la firma digital de Santa Teresa, en la tipografía original de sus manuscritos. Teresa de Jesús tuvo también problemas para firmar sus escritos, y eso que no se había inventado la máquina virtual Java ni el lector del DNI electrónico; en su caso era la Spanish Inquisition la que no paraba de dar errores de compatibilidad.

Casualidad o no, en la misma iglesia de San Juan, al lado de la que se ubica la firma, es posible que fuese bautizada Teresa. Debido a un error de hardware (faltan las hojas del año 1515 del libro de bautismos) no se ha podido verificar este dato. Otra posibilidad es que hubiese sido bautizada en Gotarrendura, localidad cercana a la capital, donde sus padres tenían un casoplón.

¿quién me presta una escalera…?

Llegamos a la entrada trigésima del Ávila Street Museum con una estatua que saluda a los visitantes ante una de las principales puertas de la muralla, la de la Catedral o de las Carnicerías o del Peso de la Harina o de Los Leales*… en el punto medio de la calle de San Segundo.

La estatua creo que representa al Cristo de las Murallas, una talla que procesiona en la semana santa abulense. Y para que fuera más abulense y mucho abulense pues le han cascao -en plan chalé adosado- una extraña versión de la puerta de San Vicente en formato zip y encaramada a algo en forma de yoquesé, configurando un híbrido más mercadotécnico que otra cosa. Luego está el tema del pedestal, estrecho pero más alto que la estatua, lo que contribuye a aumentar este aspecto extraño y nada postmedieval que ya de por sí tiene la figura.

Dentro de que el arte lo aguanta todo, personalmente creo más que una escultura, eso que se ha puesto ahí pretende configurar un branding logo que llegue al target audience in the morning, que es cuando el sol le da de lleno, pues la fachada de la muralla -que es lo que está detrás- y la escultura miran al sol naciente.

Los boomers teníamos un dicho «te queda como a un cristo dos pistolas», para expresar cosas como ésta. Afortunadamente, el color grisáceo -que la mimetiza con el fondo- y la ubicación de la estatua, aislada en un parterre de cuidado césped que permite que la atención del viandante se desplace a las coloridas terrazas de los bares que invaden ostentóreamente esta parte de la Calle San Segundo, permiten que pase desapercibida.

(*) Las puertas de la muralla de Ávila tienen nombre, lo que pasa es que son nombres con superposición cuántica. Seguro que me he dejado alguno.

and the winner is…

«¿Qué leches es eso?», os preguntaréis. El Monumento a la Meritocracia -que así bautizamos- es una prueba más de que en Ávila somos la leche haciendo monumentos. Nada se deja al azar ni al azahar en esta nuestra postmedieval ciudad, o postciudad. Como pueden ustedes ver, lo que hay ahí es un podium realizado en Pedrusco Abulense™ recién tallado, al lado de la acera. Este extraño finstro se ubica en la Cuesta o Calle o Plaza de San Vicente, al poco de salir de la Avenida de Madrid.

Diréis que soy bastante impreciso con las ubicaciones, que si calle, que si plaza… coño, mirad el gúguelmas:

La duda ofende

¿Contentos? Bueno, pues vamos a analizar la majna hovra. Este engendro se halla al lado del paredón bajo la fachada norte de la Basílica de los Santos Hermanos Mártires Vicente, Sabina y Cristeta*, a la altura de la cripta**. Alguien pensó que la cosa esa era una buena manera de escamotear a la vista una tapa de registro, conformando así un raro elemento del ASM (más extraño que horroroso, he de decir).

Primero pondré en contexto a los foráneos. San Vicente (el abulense medio no suele mencionar a sus dos hermanas) es nuestro más bello templo románico (terminado en gótico, éramos algo lentos), pero devotos y turistas suelen admirar sus otros 3 fermosos lados: oeste (los ábsides), sur (el que sale en la foto de la wiki ut supra) y oeste (el pórtico). Pero al lado norte nadie a acompañarle baja, nadie se detiene a oír su eterna estrofa de… tráfico. Y ahí van, y ponen un podium.¿Por qué?

Según Les Luthiers, Warren tiene todas las todas respuestas. Primero, la calleplaza del mapa es una pendiente adoquinada que está en la umbría y, cuando hiela causa no pocos accidentes -leves en su mayoría, por suerte- en esa curva de casi 90º. Pero al final de la cuesta llegamos a uno de los espacios más bonitos de Ávila (igual os recuerda a la entrada del Poble Espanyol de Montjuic).

Tenemos un podium, símbolo de esfuerzo y éxito; en un camino que asciende, primero solitario y umbrío, pero si superas los peligros y perseveras en la ascensión, llegas a la hermosa cima. ¿Qué nos quiere decir? Según Warren: «me-ri-to-cra-cia»; así, silabeando, como lo pronunció un antiguo jefe mío en una arenga a nosotros sus esbirros***. El triunfo es de aquel que se lo curra, mirad si no todos esos emprendedores que empezaron en un garaje: Bil Gueits, Mar Zúquerber o Ana Botín. Si te subes a ese podium, podrás cantar aquello de Sinatra:

And find that I’m A-number-one****
Top of the list
Head of the heap
King of the hill

No obstante, el destino siempre se reserva una trampa. Si entramos a admirar el citado pórtico románico de Sanvi, podemos ver en el tímpano -contada como en un tebeo de casi mil años- la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón (fotos 14 y 15) y ya sabéis lo que les terminó pasando a cada uno…

(*) Cristeta, se llamaba la hermana pequeña, sí.

(**) En lo que sería el sótano de la iglesia -a la altura de este podio, por tanto- está la cripta (holdea, holdea) de la copatrona de Ávila, la Virgen de la Soterraña.

(***) Estaba anunciando un ERE, y en realidad quería decir «quiero echar a los que me dé la gana».

(****) La letra de la canción es realmente es así, aunque frecuentemente se transcribe de otra manera porque los milenials ya no recordáis lo que era «A-number-one» ni la marca ACME.

El Aleph, el inconcebible universo

Otro Jrande de la literatura nos visita hoy, no es otro que el bonaerense Borges. El Monumento al Aleph se ubica en la Calle de Candeleda, pero también pudiera ser la Plaza de San Jerónimo, o en la Calle del Padre Jerónimo Gracián, no lo tengo claro… Hombre, es un Aleph, y por tanto, el Universo y el callejero entero de Ávila están contenidos en él. Está realizado en Piedra de la Nuestra™ .

Como buen Aleph, está cuidadosamente camuflado; en este caso no está debajo de una escalera de un sótano, sino al lado de las ruinosas ruinas del Monasterio de San Jerónimo, hoy reconvertido en botellonódromo y pista de parkour. Te podrías sentar en el banco que hay a su lado y no darte cuenta de que, detrás de tí, el espacio cósmico está ahí. Realmente, el Aleph tendría que haber sido una pequeña esfera tornasolada suspendida en el aire; pero a ver cómo haces tú ese monumento, listillo. Estamos en Ávila y las cosas se hacen de nuestra piedra favorita, el granito; que forjó nuestro carácter y libera constantemente el radiactivo gas radón, a cambio de nada.

Una vez al año, cuando el sol incide en el ángulo correcto sobre el círculo de piedra, tampoco es que suceda nada especial; pero si pasase, nos avisas.

Las Air Tere

Nuevo monumento que viene al Ávila Street Museum. Dirán ustedes que no tiene pinta de antiguo, pero sí, lo es, lo es. Además, es uno de los más entrañables para los ciudadanos de cierta edad que seguimos paseando por nuestras callejuelas. Se trata del monumento a las zapatillas de Santa Teresa. Se ubica en la Calle Caballeros, antaño una de las más comerciales de la urbe.

Las zapatillas de Santa Teresa tienen una historia fermosa. Cuentan que nuestra copatrona*, cabreada por las dificultades que las autoridades de esta ciudad le ponían en el convento (que si inspección de Sanidad, que si debe usted el IBI desde 1562, que si Patrimonio no autoriza todavía el estilo carmelitano), se fue de la ciudad cabreadísima, a fundar franquicias conventos por la geografía española. Y tuvo un bello gesto: al cruzar el río Adaja, se detuvo y se sacudió las zapatillas, diciendo «de Ávila no quiero llevarme ni el polvo». Desde entonces, no ha sido la única. Más de la mitad de nuestros currantes en edad de trabajar han emigrado a otros lugares

A lo mejor piensan vds, como siempre, que me invento todo esto; pues no. Y si no se lo creen, enseñen esto a cualquier lugareño, y exclamará «anda, la zapatilla de…» y les contará la historia.

(*) Casi naide en Ávila -excepto alguno de los lectores de este bló- sabe que la patrona original de la ciudad es la Virgen de la Soterraña (que viene a querer decir subterránea, en castellano postmedieval, nuestro favorito).

Boris I, rey

Ante sus fauces, el Á.S.M. les muestra el monumento a Boris I, rey de Andorra por su propia gracia. Se ubica en los jardines de San Vicente, al ladito mismo de la muralla (lo del fondo de la foto). El chirimbolo está realizado en pedrolo granítico del nuestro™. Representa al rey parapetado en su fortaleza, momentos después de ser coronado, o momentos antes de ser depuesto, que viene a ser el mismo momento. El rey sujeta un muestrario de joyería con la diestra, y unos esquíes con la siniestra (símbolos heráldicos del poder andorrano).

Vamos con la historia del Rey Boris. Si durante el último siglo algunos países, como las todopoderosas potencias USA o URSS, sufrieron ignominiosos fracasos al tratar de imponer un gobierno títere en terceros países (Vietnam, Afganistán…), España puede alzar la frente y mostrar al mundo su poderío. Retrocedamos en el tiempo hasta 1934, y viajemos a uno de los países más postmedievales de Europa: Andorra.

Allí, un advenedizo como Boris Skossireff consiguió convencer al Consejo de los Valles de que le nombrasen rey de Andorra, sustituyendo al sistema de los copríncipes (inicialmente, el rey de Francia y el obispo de la Seo de Urgel). Tampoco es de extrañar, todas las monarquías comenzaron cuando alguien dijo «aquí mando yo», y los demás le hicieron caso, a él y a su ejército. En este caso, Boris no tenía un ejército, pero sí una jran propuesta: convertir Andorra en una mezcla de lo mejor de los principados de Mónaco y Liechtenstein: un paraíso fiscal -Bender dixit- lleno de casinos y furcias.

El presidente de la república francesa —Copríncipe A de Andorra, a falta de cabeza coronada— contestó que, si esa era la decisión de los Consejeros, por él, como se la machacaban con dos adoquines; pero el Copríncipe B de Andorra, el obispo (sin parecerle mal del todo lo de los adoquines, aplicado a los consejeros), reaccionó. Y aquí llegamos a la más grande ocasión que vieron los tiempos…

Informado nuestro gobierno, España no dudó en lanzar una operación sorpresa, cuidadosamente planificada y sin fisuras: se envió a cuatro guardias civiles que sin más contemplaciones (¡zas-zas! como algo prodigioso, ¿tú me entiendes?) detuvieron a Boris, aplicando a todo un monarca ¡¡la Ley de Vagos y Maleantes!! (guiño, guiño) y dando por finiquitada su efímero reinado, algo que plació tanto al descoprincipeandorrizado obispo como a las republicanas autoridades de Madrid.

Tan magno y ejemplar rey fue inmortalizado en piedra, y así de bonito luce en nuestras calles. Bueno, en nuestros jardines.

Ningún cuervo quiso posar para la foto

Como ya explicamos en una de las entradas del Ávila Road Museum (Muerte entre las flores), el cine siempre ha sido importante para Ávila, jrandes directores han alabado nuestra ciudad. Y como de bien nacidos es ser agradecidos, últimamente, Ávila ha dedicado esculturas al cine (no al cine español, esa panda de bolivarianos subvencionaos, excepto Toni Cantó). El ejemplo que les mostramos es una de estas hovras, dedicado al universo tenebroso, gótico y romántico de las películas de Tim Burton. Miren qué bonito nos ha quedao. Se encuentra en el Jardín del Rastro, precioso mirador hacia el valle y las montañas del sur, donde también pueden admirar al León Torpe y al sudoroso trabajador ganándose el pan con el sudor de su frente.

La escultura parece mostrar las alas de un ángel caído o de un vampiro salido de las peores pesadillas; puestas sobre una lápida (¿la de Frankenweenie?) con una extraña y misteriosa inscripción: «gran cosa es el saber y las letras para todo» (creo que es el lema de Shazam). Se complementa -en Ávila somos la leche con la ambientación- con un bosque tenebroso como los que le gustan a Burton; casi puedes imaginarte al jinete sin cabeza de Sleepy Hollow, trotando por allí con la espada en la mano, presto a decapitar a cualquier miembro de la oposición que ose discutir el tema de la herencia recibida.

Yo me he parado al lado y he dicho «Bitelchusma» tres veces, pero no ha pasado nada. Espero que alguno de ustedes consiga realizar bien el conjuro.

Homenajillo u homenajete

Ya estamos en septiembre, creo, momento ideal para presentarles un monumento grandioso que muchos abulenses desconocen, y otros, sencillamente, no saben que existe. Se trata de la placa-pedrolo-homenaje al Jardín del Padre Liquete, una demostración de que en Ávila sabemos cómo deslizar espacios de pleitesía donde no los hay, como el andén 9 y 3/4 de la estación de King’s Cross o como el Art. 47 de la Constitución Española (redactado en el bar del Parador de Gredos frente a varios cubatas).

El Jardín del Padre Liquete es un pequeño espacio verde (0’042 Bernabéus, aprox.) ubicado al final de la calle Jesús del Gran Poder, según se llega a la Plaza de Granada, detrás de un aparcamiento en batería, al lado de la Escuela de Artes (y por tanto, del monumento al Pino Puente). Doy estas indicaciones porque no viene en el Gúguel Maps; es un poco como el Paseo de Rodriguez Almeida. Hay rotondas con más hierba que este «jardín» (sus prometo que es lo que se ve en la foto, y un poco de hierba más por cada lado), y no se les pone nombr… ah, que me dicen por el pinganillo que pronto veremos rotondas con nombre.

Desconozco los merecimientos conseguidos por D. Isaac Liquete en su periplo por Vietnam o en su priorazgo en el Real Monasterio de Santo Tomás (que está en la misma plaza) para obtener tan magra dedicatoria: una placa cutre y moderna, pegada en un hito postmedieval, reciclao de a saber dónde (efecto contraste, yin y yan, mar y montaña…), y en un cacho de césped que ya existía desde tiempos postmedievales sin necesidad de tener nombre. Les ha faltao poner la placa mirando para el lado contrario a la acera, y ya sería un homenaje tipo escape room, que tienes que seguir las pistas para encontrarlo.