post-arte

El engendro denominado «Verraco en Berrocal*» está en una rotonda de la Ctra de Burgohondo, calle que comienza rodeando la muralla por el lado sur y después coge la linde hasta llegar a la susodicha localidad y más allá. Se compone de una figura zoomorfa perpetrada a imitación de los verracos celtas (vean nuestro post anterior, del Ávila Street Museum), colocada en una peana del mismo material y rodeada de rocas recién exprimidas. El monumento no es nada postmedieval, como se puede ver. O mucho, según se mire.

Amo a ello. Por algún motivo**, nos olvidamos de santateresas y alguien pensó en crear un monumento que hojomenease a nuestro pedrusco artístico favorito, el verraco. Pero la combinación de esa escultura de piedra pulida surgiendo con una peana regular de entre los pedruscos irregulares…sobre un suelo de adoquín de barro cocido, es más que desacertada. Siendo misericordiosos, podemos decir que es una rotonda que, con elementos tradicionales (esto es, sin ser una modernez de fierro morroñoso), consigue provocar desconcierto y desasosiego al contemplador. Si somos justos, es horrorosa. Usando elementos que en otras rotondas hemos alabado por su acierto, pero juntos, y de esta manera, en nuestra escala de valoración Halon-Musk, quedaría un par de lugares por debajo del nivel de «improvisación cutre» y sólo uno por encima del «sujétame el cubata».

Piensen cuando, dentro de 4000 años, alguien contemple esta rotonda (o lo que quede de ella), qué pensará de nosotros. Nada bueno, y con razón.

(*) Para los foráneos, un berrocal es un lugar campestre con mucho pedrusco asomando del suelo. Más de la mitad de la provincia de Ávila está petada de estos afloramientos cantosos; y forma parte de muchos topónimos y algunos antónimos, como La Alamedilla del Berrocal, Santa María del Berrocal, y otros. Hay pequeños berrocales incluso dentro de la ciudad.

(**) Parece ser que el motivo fue que en unas excavaciones cerca del río apareció un verraco, bastante deteriorado; y se decidió hacer una copia (el original -lo que queda de él- está en el Museo de Ávila).

Verraco jabalinesco

Se dijo que Ávila es tierra de cantos y de santos, pero realmente Ávila es tierra de cantos y de verracos. Por ello, en el Ávila Street Museum no pueden faltar estas muestras de escultura mucho y muy prepostmedievales; que datan, como dice mi hija para todo lo que es muy antiguo, «de antes de internet» (lo que me incluye en la prehistoria). Son esculturas zoomorfas de las que desconocemos casi todo. Pero aquí llegamos nosotros para explicarlo. El que figura sobre estas líneas está en la plaza de Adolfo Suárez, al ladito de la muralla y del edificio anteriormente conocido como el Banco de España.

En primer lugar, no se sabe con certeza a qué bicho representan, algunos parecen toros, otros parecen cochinos-jabalíes. El nombre de verraco alude más a la actitud -estado de (mucha) predisposición a reproducirse- que al animal propiamente dicho. Por cierto, en el ambiente rural en el que a veces me muevo, el femenino de verraco sería «verrionda» o -más frecuentemente- «torionda». «Cachonda» se aplicaría -originalmente- sólo a la patrulla canina, pero es la palabra que más ha prosperado.

Lo siguiente, no se sabe para qué servían. Se han escrito muchas chorradas: que si para marcar territorios, que si como amuleto protector del ganado, que si relacionados con algún rito funerario… El caso es que en la ciudad tenemos muchos. Aquí va otra muestra, el adjunto al Palacio de los Verdugo.

Este parece más un toro.

Tenemos verracos hasta formando parte de los cimientos de la muralla (aquí se aprovechaba todo). En la provincia hay un montón; los más famosos serían los Toros de Guisando (QUE NO ESTÁN JUNTO AL PUEBLO DE GUISANDO: están entre El Tiemblo y San Martín de Valdeiglesias), donde dicen que se firmó el tratado que legalizaba la ruin usurpación del trono por parte de Isabel I de Castilla. También los hay por toda esta parte del reino, y en la zona colindante de Portugal. En el resto del territorio ex-celta, sin embargo, no se han encontrado verracos, se ve que eran un endemismo, como la salamandra de Gredos o el topillo nival.

Y aquí va la explicación. A ver, vosotros viajad en el tiempo miles de años patrás. Las poblaciones carpetovetónicas están allí tan felices, viviendo en castros, bajo el mando de su jefe tribal. Y este jefe está necesitado de hacer ver a su pueblo que es importante, necesita dejar para la posteridad alguna muestra de su poder omnímodo. ¿Y qué hace? Pues una rotonda con un chirimbolo en medio, lo que se ha hecho toda la vida. A falta de fierro morroñoso y otros materiales duraderos, se decide por el granito, abundante en este contorno. Mi teoría es, pues, que todos los verracos estuvieron en alguna rotonda o cruce de los caminos prerromanos, a la mayor jloria del líder. Lamentablemente, las rotondas no fosilizan bien, y sólo se han conservado los chirimbolos. Próximamente veremos un ejemplo moderno de este hecho.

Imaginad a un tío duro, antecesor de los Viriato, Indíbil o Satrústegui, delante de su tribu, leyendo su inflamado discurso de autobombo subido a un verraco y echando la culpa de todo lo malo a la herencia recibida. A mí es que se me ponen los pelos como escarpias.

De mis paseos vespertinos, directo al Ávila Road Museum, viene hoy una construcción rotondera. Se ubica en la Avda de Juan Carlos I, que también es la N-501 Madrid-Salamanca, pero que originalmente fue la Carretera de Villacastín a Vigo y que también coincide ¡ole! con la N-110 Soria-Plasencia. O lo era, porque ahora que hay circunvalación ya no sé cómo va eso. Está a la altura de las entradas a las gasolineras que hay por allí cerca, y al tanatorio. Soporta bastante tráfico, por eso me dio miedo a meterme dentro a hacer la afoto.

Estas construcciones tenían una doble función. La pública: servían para el control del abastecimiento de agua a esta nuestra ciudad; se conservan otros casutes parecidos en las proximidades. Pensaréis que con una tapa de registro habría bastado, y es cierto… Es porque tenían otro cometido, éste menos público; o más, según se mire. El habitáculo era, realmente, un lugar donde irse a solazar en privado; un picadero, vamos; el equivalente a un motel in illo tempore. Como veis, estaba todo inventao.

En este caso, a diferencia de la Rotonda Inversa (o de la Ermita de la Virgen de las Aguas), el casute NO estaba ahí cuando se hizo la rotonda (habría sido problemático, ya que la antigua carretera de Madrid no tenía rotonda y se habría esnafrao tol mundo). Se encontraba en medio del campo por allí cerca.

Como detalle a destacar, cuando se trasladó, piedra por piedra, a la rotonda donde se ubica, se incluyó una roca asomada (hela en primer plano) para reforzar la sensación de que se hubiera respetado el entornillo de la caseta al construir la rotonda. Eso sí que es harte y no la chorrá esa de los jardines con pedruscos japoneses, a ver si aprendéis. Una joia piedra, es un esquema muy sintético que conviene utilizar poco, y utilizarlo bien, casi en plan poético, diría yo.

Jran y ejemplar rotonda.

Reptilianos esiten

Con el nº 33 llega a nuestro bló uno de nuestros monumentos más entrañables: la fuente de la Sierpe, ubicada en el Jardín de San Antonio, en su esquina noreste (ma o meno), esto es, la más cercana a la clínica y/o a la iglesia. Es una figura muy reconocible por los locales, formada por un bicharraco de granito que -a veces- echa agua por el morro y otros orificios (lo que serían los ojos y oídos del bicho), la del morro se desliza por un acueductillo en una pieza del mismo material para permitir su aprovechamiento en el borde del pequeño estanque ovalado en el que está colocada. Antiguamente estuvo decorada con colores y todo.

Yo, de pequeño, desconocía que «sierpe» era otra forma de decir «serpiente», que cayó en desuso en época postmedieval; ambas evolucionaron del mismo latinajo (serpens, serpentis), como «cobra» y «culebra» (de colubra, colubrae). Porque para nosotros los abulenses, la palabra «sierpe» yo diría que significa solamente «la fuente esa vieja que hay en San Antonio».

En nuestro descargo he de decir que el reptil que se representa en la escultura, quizá por aparentar monstruosidad, no parece una serpiente; de hecho yo creo que ¡¡¡tiene patas!!! (al menos delanteras, véase la afoto) y su cabeza es poco culebrera, más parece de un cocodrilo o reptil similar; la cola sí que es cierto que se enrosca sobre ella de un modo más propio de los ofidios. Está claro que el autor (es del XVI, creo) quería acohonar al espectador.

El progreso yo creo que ha perjudicado al bicho y ya no es tan «famoso» como antes, cuando junto con el Lagarto de Sonsoles* eran los reptiles favoritos de la chavalería autóctona. Muchas veces ya no echa agua, y el estanquillo que la protege acumula mierda.

(*) El lagarto, lamentablemente, no forma parte del ámbito del Ávila Street Museum por estar ubicado en interior. Aunque, considerando un Á.S.M. sensu lato, podríamos sacar al que procesiona con los gigantes y cabezudos el día de la copatrona.

Fuente-Lineout

Vamos con otra rotonda con fuente. El Monumento al Saque de Touch corresponde a nuestro grupo de esculturas rotondiles no morroñosas, y se ubica en la glorieta Donantes de Sangre, en la confluencia de la Avda de Juan Pablo II con la Ctra de Burgohondo, que por esas cosas de la superposición cuántica de nombres de calles, un ramal de la Juan Pablo II y otro de la Ctra de Burgohondo se consideran también parte de la N-403 (antes, Toledo-Valladolid, ahora, Toledo-Adanero).

En la imagen se representa ese lance tan peculiar del rugby, el saque de touch, en el que los jugadores forman dos líneas perpendiculares a la de banda, y el que saca lanza el balón parriba y pallá, siendo legal -véase la escultura- que algún jugador se ayude de sus amiguetes para conseguir más altura, en una muestra más de que las reglas del rugby se las inventaron estudiantes ingleses borrachos que no respetaban las del fúmbol. Siempre se dijo que el fútbol es un juego de caballeros jugado por villanos, mientras que el rugby es un villanos jugado por cabestros*.

La fontana fue erigida para animar al Rugby Ávila Club, que, a pesar del interés de sus miembros, suele estar falto de vocaciones para configurar un equipo de peso (ya se sabe que los abulenses somos, por lo general, enjutos y canijos, algo que siempre ha lastrado nuestras posibilidades deportivas excepto para el ciclismo, el alpinismo y el curling).

(*) Por otra parte, y siendo justos, mientras que en el rugby, al terminar el partido, las aficiones de los dos equipos confraternizan en el «tercer tiempo» (es rara la excepción); en el fútbol, los antidisturbios (a caballo y con tanquetas) tienen que mantener separadas a las aficiones para que no se maten entre ellos.

Entrada a Khazad-Dum

Muy cerca del Monumento al Aleph, en la Calle Candeleda (o Plaza de San Jerónimo) el Ávila Street Museum se vanajloria en ofrecerles otro fermoso monumento literario: Las Puertas de Moria. Esta original representación del legendario mundo de Tolkien está realizada con piedras y elementos de mampostería postmedieval. Nota: ningún enano fue dañado durante la construcción del mismo.

Detrás de estas puertas se encuentran los restos de San Jerónimo (quicir, no los restos del santo, sino las ruinas del monasterio de San Jerónimo de Jesús, antes Colegio de San Gil, y después de la desamortización de Mendizábal, botellonódromo y pista de parkour)*.

Hasta hace unos años todavía podía leerse, en el recuadro del dintel, la inscripción en élfico (di amigo y entra) pero fue robada. Apareció durante unos días a la puerta de la sede local de UPyD (en lo que podía ser un postrer intento de captar afiliados), pero volvió a desaparecer; sin que hasta la fecha tengamos noticia de dónde puede estar. Se agradece cualquier información que pueda conducir a la recuperación de la misma.

(*) La espadaña también contiene varios nidos de cigüeña, en precario equilibrio.

¡Qué chorrazos!

Llegamos hoy a una rotonda que no podía faltar, la megarrotonda con la fuente más enorme y profunda de las que chorrean por nuestra ciudad. Se ubica en la Plaza del Descubrimiento, y es también conocida por ser aquella en la que se celebraban los triunfos de los equipos abulenses en las competiciones deportivas. Por ello se diseñó más como una piscina que como una fuente ornamental, su volumen embalsado daría para varios concursos hípicos*. Lo malo -precisamente por esas dimensiones- es que en tiempos de escasez hídrica se ha de vaciar, o de lo contrario la fuente contendría más agua que el resto de los reservorios de Ávila juntos.

El funcionamiento, pues, es el siguiente:

  • Si hay abundancia de agua y el tiempo no lo impide: hermosos y cambiantes chorros de agua surcan los aires, ora uno gordo en el centro, ora una corona de chorrillos alrededor.
  • Con agua pero tiempo problemático (viento, hielo, etc): se prescinde momentáneamente** de los chorros, y la fuente queda configurada como abrevadero de patos en su viaje desde las estepas del norte de Europa hacia Doñana.
  • Con dudas sobre las reservas acuáticas: se cancelan los chorros y el rellenado/filtrado de la fuente, con lo que sus aguas van bajando de nivel y adoptando un tono verdoso, a la vez que se van acumulando ex-patos y residuos arrastrados por el viento.
  • Sequía pertinaz: la rotonda se vacía y se convierte en un recinto circular, apto para celebrar corridas de toros o una nueva edición de Los juegos del hambre.

Sobre la otra actividad asociada a la rotonda, la de celebrar los triunfos de los clubes de la localidad, tiene la ventaja de que el aforo completo de aficionados cabe dentro de la fuente y de que, aunque el evento se produzca en pleno verano, la temperatura del agua desaconseja permanecer en la misma más de unos pocos segundos, con lo que en media hora todos están en su casa con catarro y las fuerzas de orden público les comentan eso de «mira que os lo habíamos avisao». Afortunadamente, la periodicidad de celebraciones es superior al ciclo largo del calendario maya, estando prevista la siguiente (victoria del Club de Arqueros en el XVI Memorial Mariano Légolas) para el 13 Baktún 57 Takatún, según los arúspices.

(*) Es un chiste de abulenses.

(**) Alguna vez no se ha hecho a tiempo, y les puedo garantizar que la combinación de viento y temperaturas bajas convierte la Plaza del Descubrimiento en Disney On Ice. Sucedía también en la Bragueta de Villatoro cuando era una fuente.

Nada te traume, nada te turbe, vivo sin vivir en mí y habilito Javascript.

En Ávila somos seres respetuosos con las autoridades, y como muestra de nuestro apoyo y sumisión, aquí va un simbólico monumento, dedicado al software que nos permite (cuando los planetas se alinean y no hay conflicto de versiones) relacionarnos con la administración digitalmente: Cl@ve Firma. Se ubica en la plazuela que forma la calle Martín Carramolino, a la puerta de la iglesia de San Juan.

Como no podía ser de otra manera en nuestra teresiana y postmedieval ciudad, se ha elegido la firma digital de Santa Teresa, en la tipografía original de sus manuscritos. Teresa de Jesús tuvo también problemas para firmar sus escritos, y eso que no se había inventado la máquina virtual Java ni el lector del DNI electrónico; en su caso era la Spanish Inquisition la que no paraba de dar errores de compatibilidad.

Casualidad o no, en la misma iglesia de San Juan, al lado de la que se ubica la firma, es posible que fuese bautizada Teresa. Debido a un error de hardware (faltan las hojas del año 1515 del libro de bautismos) no se ha podido verificar este dato. Otra posibilidad es que hubiese sido bautizada en Gotarrendura, localidad cercana a la capital, donde sus padres tenían un casoplón.

La Torre Morroñosauron

En el Ávila Road Museum tenemos el jhonor de presentarles una de nuestras maravillas escultórico-morroñosas, la dedicada a la torre-fortaleza Barad-Dur, conocida también como La Torre Oscura, Lugburz o Los Ojos de Sauron* (para nosotros, Torre Morroñosauron). Construída -obvio- en fierro morroñoso, se ubica en la rotonda de la plaza de toros, el punto donde se bifurcan la carretera de Toledo (N-403) y la de Burgohondo (AV-900).

Si en Madrid tienen una estatua dedicada al ángel caído, en Ávila, mucho más literarios, se la dedicamos al malvado** Señor Oscuro, cuyo ojo nos vigila desde su atalaya (intimida, intimida, mirad si no la foto panorámica del gúguelmaps). En la concepción inicial del monumento, ahí en lo alto, una poderosa llama, ardiendo perpetuamente, lo haría aún más visible y terrorífico; pero al precio que va el gas se desestimó la idea. Hay que decir que nos ha salido más barato que el obelisco de la Plaza de Castilla en Madrid (que llegó a dar vueltas durante un par de días antes de que alguien -sensatamente- lo parase).

(*) Sauron tenía dos ojos, la imagen mental que tenéis los que habéis visto la pelicula es de un gran ojo, pero por lógica, en la torre pondría los dos. No es lo mismo para mirar por el palantir, que es algo así como su catalejo, y se arrima sólo con uno,

(**) Malvado, porque la historia la narran los vencedores, elfos de mierda, claro; en caso contrario ahora lo estaríamos llamando «Sauronísimo por la Gracia de Morgoth».

¿quién me presta una escalera…?

Llegamos a la entrada trigésima del Ávila Street Museum con una estatua que saluda a los visitantes ante una de las principales puertas de la muralla, la de la Catedral o de las Carnicerías o del Peso de la Harina o de Los Leales*… en el punto medio de la calle de San Segundo.

La estatua creo que representa al Cristo de las Murallas, una talla que procesiona en la semana santa abulense. Y para que fuera más abulense y mucho abulense pues le han cascao -en plan chalé adosado- una extraña versión de la puerta de San Vicente en formato zip y encaramada a algo en forma de yoquesé, configurando un híbrido más mercadotécnico que otra cosa. Luego está el tema del pedestal, estrecho pero más alto que la estatua, lo que contribuye a aumentar este aspecto extraño y nada postmedieval que ya de por sí tiene la figura.

Dentro de que el arte lo aguanta todo, personalmente creo más que una escultura, eso que se ha puesto ahí pretende configurar un branding logo que llegue al target audience in the morning, que es cuando el sol le da de lleno, pues la fachada de la muralla -que es lo que está detrás- y la escultura miran al sol naciente.

Los boomers teníamos un dicho «te queda como a un cristo dos pistolas», para expresar cosas como ésta. Afortunadamente, el color grisáceo -que la mimetiza con el fondo- y la ubicación de la estatua, aislada en un parterre de cuidado césped que permite que la atención del viandante se desplace a las coloridas terrazas de los bares que invaden ostentóreamente esta parte de la Calle San Segundo, permiten que pase desapercibida.

(*) Las puertas de la muralla de Ávila tienen nombre, lo que pasa es que son nombres con superposición cuántica. Seguro que me he dejado alguno.