Camaleónico

Un uso desconocido de las rotondas es el de servir de camuflador de algunos adefesios urbanos que, de no ser por ellas, provocarían disgusto al observador. Es el caso de la rotonda de hoy, camufladora como pocas en nuestra ciudad. Se ubica en lo que no sé si es la Avda de la Unión Europea o la Calle de Manuel Gómez Moreno, en su confluencia con la Calle del Cronista Gil González Dávila (la de cronistas que ha dado nuestra ciudad*) .

Todo este batiburrillo de nombres tiene un origen: lo que tendría que haber sido una vía de circunvalación por el lado oriental de la ciudad, que facilitase la ruta desde la Ctra del Escorial a la Ctra de Madrid en dos minutos, salvando la vía del tren y descongestionando el principal paso bajo ésta (el puente de la estación), se convirtió en -jracias, una vez más, a nuestros hurbanistas- en una laberíntica ruta que, plagada de rotondas y otros obstáculos, invita a evitarla salvo necesidad.

Sea como sea, con esta rotonda hemos de felicitar a su perpetrador, pues tiene a bien evitarnos la vista de una caseta de esas dedicadas a la intermediación electromotriz, que se ubica en su interior, bien disimulada con una masa arbórea (por el otro lado de la rotonda, ni se ve). Al césar lo que es del césar. Aprovechamos para sugerir la misma idea para la rotonda que está debajo de esta, Qué ven mis hojos, que bien podría disimularse con un bosquecillo de coníferas o caducifolias o con 10 kgs de dinamita, llegado el caso.

(*) Incluso se convirtió en historiador al músico Antonio Cabezón, entuerto en vías de desfacerse.

Esa pueeerta

Seguimos con las rotondas de la zona sur. En la de hoy, ubicada en la confluencia de la Ctra de Burgohondo con la Calle Burgohondo (anda, que somos imaginativos…) se encuentra el adefesio de hoy, «Puerta a lo Conocido», elaborada en fierro morroñoso, el material por excelencia de los artittas rotonderos.

La literatura, el cine y otras formah de harte han mencionado muchas veces las puertas a lo desconocido. Es que dices ese nombre y te salen Fríker Jimenez y su amigo el barbachivo explicándote cómo algunos lugares mágicos te permiten pasar a otra dimensión. Pues bien, en Ávila hemos hecho un monumento que es lo contrario: la puerta a lo conocido. Está tan bien hecha que tú la ves y sabes que si la atraviesas sigues en la misma rotonda. Con un poco de suerte, hasta pasa el bus de la línea 5.

La puerta no se puede cerrar, no tiene bisagras, lo que permite tener mayor certeza sobre lo que te vas a encontrar al otro lado. Todo en Ávila es predecible, excepto una vez que se elegía al presidente de la Diputación y se lió parda. O amarilla, más bien.

Sol sostenido

Es cierto que por Ávila pasan muchos caminos; y un buen día a alguien se le ocurrió que, si todos conducen a Roma, dado un conjunto de caminos C ∈ R, podemos tomar un elemento E que pase por los puntos J y Ñ y poner conchas en el suelo S pa que se tropiece la gente G, y así nació el camino de Santiago abulense. Lo siguiente fue hacerle un monumento en una rotonda. Se ubica en la Avenida de la Juventud, pero ya lejos de Ávila y de la juventud, en el quinto pino.

Ojo, que el monumento tiene su ciencia y su poesía. Antonio Machado dijo un día que no hay camino; y su hermano Manuel, que por la terrible estepa castellana se ponía uno perdido de polvo, sudor y hierro. Ambas reflexiones aciertan, y se plasman en el chirimbolo que vemos hoy en esta rotonda sobre una base de hormigón, y lamentablemente, veremos también mañana, salvo que un torbellino de Eryngium campestre lo tape, formando un montón arrastrado por el siroco.

Lo único positivo que se me ocurre decir de esta ruta (que, al parecer, viene desde Murcia y Alicante) es que evita pasar por Madrid, ya que en aquellos tiempos postmedievales no estaba inventado el km 0 ni las nacionales radiales. Una vez pasada nuestra capital continúa por tierras teresianas (cómo no, a pesar de la rivalidad por el patronazgo de la nación, había que adaptar el camino a las nuevas modas) y se pierde en la meseta, dando tumbos hasta llegar a Galicia.

Enorme

Por primera vez, el monumento rotondero de hoy no trata de algo colocado e inaugurado dentro de una rotonda, sino de la propia rotonda en sí misma. El Ávila Road Museum tiene el honor de presentarles la rotonda más grande de Ávila, la Jlorieta de la Constitución, ubicada en la Glorieta de la Constitución. Y se trata, además, de una rotonda construida ex profeso para admirar la rotondez; realmente, es una calle con forma de rotonda; quicir, que no está en un cruce, que a alguien le pareció gracioso urbanizar así una parcela del oligofrénico ensanche sureste de la ciudad (ya vieron alguna de sus consecuencias en la entrada anterior, la Rotonda Inversa, que es casi adyacente).

Por su tamaño, es la única homologada en la ciudad para correr las 500 Millas de Indianápolis. Fíjense que no cabe en el encuadre de la foto, me tendría que ir hasta Segovia para que quedase visible en toda su magnitud. Dentro no es que haya un chirimbolo, es que hay una serie de cosas decorativas: un pequeño bosque, una zona de columnas de esas que luego sujetan vigas; no sé cómo describirlas mejor, es que estas estructuras las he visto en algunas urbanizaciones sólo un poco pijas, y no sé si son para poder poner un toldo o una parra o hiedra o algo que al crecer dé sombra (porque las he visto más veces sin sombrajo que con él). A lo mejor la estructura sirve para poner un monorraíl. Algún urbanista que me lo explique.

La chorri-rotonda no termina ahí, está rodeada de aparcamientos en batería en los dos lados, lo que permitiría aparcar a unos 200 coches pero están casi siempre vacíos, demostrando el nivel de perspicacia de sus autores (los mismos que dijeron que Ávila sobrepasaría los 100.000 habitantes).

Para complementar el cipotismo, uno de los edificios que se construyó alrededor mantiene la forma arredondeada; iban a ser pisos de casi alto estandin, pero les pilló la caída de la burbuja y los tuvo que terminar la entidad bancaria que se los comió con patatas, por lo que son una mezcla de materiales de primeras calidades con otros de últimas calidades y hasta post-últimas calidades; ya han tenido que hacer obras para arreglar humedades gordas y otros vicios; lo sé de buena tinta porque un familiar vive ahí*.

Aquí les dejo un enlace al maps para que la admiren en su magnitud.

*: Cuando le digo a alguien «mi cuñao vive en el edificio ese de pallá pabajo que hace curva», con decir eso ya saben a qué bloque me refiero, y empiezan a contarme «huy, pues ahí vive mi prima y está que fuma en pipa, porque…».

Ruinas rotonderas

Buenas noches. El comité de nombramientos del Ávila Road Museum ha decidido denominar a esta entrada como «Rotonda Inversa» por varias razones que les pasamos a desglosar. Pero primero, como siempre, la ubicación. Este redondel circulatorio se ubica en la intersección de las avenidas de la Juventud y de los Derechos Humanos.

La primera cosa hecha al revés con esta rotonda es la propia construcción. Como vds saben, el proceso normal de la rotondización consiste en fabricar una rotonda virgen, y posteriormente, añadir el chirimbolo, a ser posible vistoso y ajardinado, que se coloca en su centro por los motivos de sobra conocidos: visibilidad, hamor al harte, ansias de inaugurar algo, etc. Pues en este caso, la cosa fue al revés. El monumento postmedieval -restos de una ermita- es lo primero que había (estaba allí cuando tó eso era campo), y luego se hizo la rotonda, como parte del proceso expansivo de la ciudad, desarrollado mediante el sistema de urbanismo cipótico impulsado por burbuja inmobiliaria (esto es, con prisas y mal).

Lo siguiente que se hizo al revés fue la urbanización en sí misma. Teniendo todo el espacio libre, se decidió pintar las el trazado de las calles de tal manera que cuando se dieron de morros con la ermita, qué mala suerte, ésta no estaba en el centro de la intersección, por lo que la rotonda quedó algo excéntrica. Esto es: si bajabas por Derechos Humanos con la intención de seguir recto (lo que aparentemente era posible) te encontrabas de repente con la rotonda, y tenías que efectuar un brusco giro para completar 3π/2 rad de giro; mientras que si subías por la misma calle prácticamente no tenías que hacer rotonda, continuabas recto. Tras causar algún accidente, se ha rectificado un poquillo la cosa, pero no del todo.

Y vamos con otra cosa hecha al revés. Siempre es loable respetar el patrimonio, pero en fin, en Ávila semos mu nuestros. Que nos encontramos la mayor y más completa maqbara de Castilla-León: la arrasamos y construimos pisos y adosados encima. Que «aparecen» las ruinas de una ermita postpostmedieval: se le ponen (sujétame el cubata) unas baldosas de porcelánico para «restaurar» el suelo, y se hace una rotonda alrededor. Oño, si con un poco de imaginación casi parece el Templo de Debod. Ah, que ese también se nos va a desmoronar. Pues no digo más.

pituficasa

Como han podido comprobar los seguidores de este bló, en el Ávila Road Museum tenemos engendros rotondiles de todo tipo, pero el que les mostramos a continuación es especialmente horroroso. Con el título «Qué ven mis hojos», destaca altivo en la entrada de la Carretera de El Escorial/Avenida de los Hornos Caleros, poco después de pasar el mucho más poético «Muerte entre las flores«, recién publicado. Se trata de un chisme metálico de color azul, de una altura considerable, que parece mostrar la silueta de unas ¿casas? extrañamente estiradas en vertical.

Le he buscado explicación al chisme, y no la encuentro, pero el harte habstrazto es asín. Por esta vez, creo que si hubiese sido un fistro de fierro morroñoso cantaría menos, pero el azul pitufo que tiene (menos en las partes donde la corrosión empieza a notarse) lo hace más llamativo y provoca mayor incredulidad en peatones, conductores y acompañantes.

Podría decirse que ni siquiera cumple la función de visibilizar la rotonda para evitar comérsela, porque la impresión que provoca es tal que el conductor se queda mirando el chisme, hipnotizado como Mowgli ante Kaa, y fácilmente puede empotrarse en el seto o en otro vehículo. Me gustaría «Delenda est cacharro», pero admito que la función de las rotondas es contener cosas como éstas, y por tanto, nada puedo hacer sino admirar su horripilancia. Es como el síndrome de Stendhal pero al revés.

Miller’s crossing

Volvemos a la carretera, a lo que hoy podríamos llamar el Ávila Road Movie Museum; porque la rotonda de hoy está dedicada a una jran película de los hermanos Coen, «Muerte entre las flores» (en versión horiginal, Miller’s Crossing, cruce que bien podría ser otra rotonda junto a un molino). Y es que en Ávila semos muy cinefílicos. Y tenemos rotondas para dar y tomar.

El monumento se ubica en una de las numerosas rotondas de la Calle Hornos Caleros; antiguamente Avda 18 de Julio; también conocida como carretera CL-505 encontrisque se va alejando de la ciudad, y M-505 encontrisque se mete en la Comunidad de Madrid, por esas cosas de las competencias. O Ávila-Las Rozas, o Carretera de El Escorial o «la de Rivilla*», son otras de sus denominaciones. No sé si os he liao.

Vamos al monumento, que me estoy yendo por las ramas. Como ustedes saben, Muerte entre las flores es una peli de gánsteres ambientada en una ciudad que nunca se nombra (bien podría ser la nuestra), y en la que la violencia de sus imágenes se transforma, gracias a la portentosa fotografía de los Coen, en otra cosa. No sé cuál, coño, que no soy crítico de cine; vedla y me decís.

Lo mismo pasa con esta rotonda, que vista desde aquí parece algo, el punto de mira de un arma entre las flores. Pero vista desde el otro lao, oh hamijos, se puede decir que es patrimonio de la humanidad. Ved la rotonda y dadle unas vueltas, si no me creéis. Hasta podéis pasear por ella, como John Turturro, desmadejado y abatido, por el otoñal bosque en el que suplica por su vida.

(*) Rivilla no es un pueblo. Bueno, sí, hay un pueblo que se llama Rivilla, pero no viene al caso. Rivilla fue un jugador abulense del At. Madrid, integrante también de la selección campeona de Europa en 1964 frente a la URSS (Rusia, en la narración del NODO) por 1 a 0, gol de su compañero Marcelino. Y tuvo un negocio en esa calle.

Camino de la Legua o Legua del Camino.

Por ser hoy mi cumpleaños, el Ávila Road Museum trae una entrada especial (no me apetecía trabajar mucho). La primera que no se ubica en una rotonda, porque entonces no existían; pero sí es un icono muy carreteril. Se trata de un leguario, que se ubica en el antiguo camino a Madrid (actualmente, carretera de Ávila a El Espinar, denominada AV-500 en su sector abulense, y SG-500 en el sector segoviano, que está lleno de baches y sin arreglar porque los muy envidiosos no quieren que nos ahorremos la autopista de peaje).

Como pueden observar, la distancia entre Ávila y Madrid es de 19 leguas, que en la época postmedieval se tardaba dos o tres jornadas en recorrer; actualmente en tren puede que se tarde un poco más, sobre todo si intentas sacar los billetes en la web de Renfe.

El leguario ha sido merecidamente restaurado, y pueden comprobar que es más bonito que los chirimbolos de las rotondas de ahora.

Jamón jamónja

Cerca de la rotonda del monumento a los perritos se ubica otro engendro enigmático de fierro morroñoso. Se trata del monumento conocido como Jamón Jamonja, un bello chirimbolo abstracto que representa a la bellísima Audrey Hepburn blandiendo un cuchillo jamonero, según aparece en la aburrida «Historia de una monja» (versión sin censurar). Además, es una de las escasas obras del Á.R.M. en la que conozco al escultor, pues fue conmigo a clase bastantes años. Por lo que se ve, Santi tampoco consiguió salir de la educación primaria sin secuelas graves.

Además, ha tenido la mala suerte de que la obra se haya instalao en plan Manolo y Benito; la base está en estado putrefacto y corre el riesgo de caer, según denunció el propio autor al Ayuntamiento. Y con lo alta que es, lo mismo pilla a algún coche pasando y le clava la cofia, lo digo por lo que lo digo.

Tengo que decir que la foto no le hace justicia (volvía yo con la bici de dar una vuelta, polvo, sudor y hierro, y no estaba pa mucho arte); pero si la ves desde lejos, con el adecuado ángulo del sol, y fumando lo mismo que Santi, se ve clarísmio que es Audrey Hepburn. Se ubica en la Carretera de Valladolid, en lo que los abulenses llamamos «la rotonda de los bomberos».

Pedrolo

Si en la anterior entrada hemos podido ver una rotonda estándar, hoy les presentamos una rotonda barata, que no es lo mismo. Como todas, esta rotonda tiene su historia, y no se van a librar de ella. Retrocedemos en el tiempo. Como ustedes saben, la crisis hizo mella en Ávila. Nos referimos a la crisis postmedieval de finales del XVI, de ahí en adelante sólo hemos ido a peor, con breves momentos de esperanzas casi siempre frustradas, como la llegada del ferrocarril o la propuesta de derribar la muralla (que no se llevó a cabo por falta de fondos), ambas en el S. XIX.

En una de estas estábamos cuando surgió la necesidad de decorar esta rotonda, frente a la Puerta de San Vicente (la original, no la que está a la entrada del Poble Espanyol de Montjuic). Y de dedicársela a alguien. Porque, ahí donde la ven, esta rotonda está dedicada. Y aquí les pido que se pongan en el lugar del técnico municipal al que le cayó este marrón:

«Oye, tú, ta tocao el poyesto de la rotonda del Sanvi. Como sabes, según el Acuerdo de Gobierno del pasado martes, se va a dedicar a X. Así que ya puedes ir pensando en encargar un monumento, un auténtico portento» (y sigan ustedes con la canción de Krahe… sólo que, como verán, estábamos en Villatripas de Abajo).

Cuando el técnico leyó la partida presupuestaria para la erección de la obra, encontró que era más bien escasa, por decirlo suavemente. Por un momentó pensó en encargarle a su hijo pequeño que hiciese una manualidad con papel maché, pero claro, podría verse afectada por la lluvia. Así que se personó en casa de un cantero, y con la pieza sobrante de tallar una lápida, encontró la manera de ubicar un chirimbolo a modo de piedra hita o miliario, por poco dinero. Y he aquí el resultado.

Luego ya, una vez colocado, alguien pensó en que la cosa quedaba cutre de cohone, y se decidió poner una iluminación potente, formando una estrella alrededor del chisme. Con ello se consigue, sobre todo, que los turistas se metan en la rotonda -arriesgando su integridad- para hacerse una foto con el inmarcesible fondo de la muralla, en artísticas poses.