El balonmano es una de las variantes del fúmbol en las que las trampas son al revés. Éste se juega en unos campos que ahora sirven, mayormente, para el fútbol-sala (eso es reciclaje y no lo de Ecoembes). En tiempos postmedievales estuvo más de moda en España; hasta los 70 andaba ahí a la par con el baloncesto, pero luego ha ido decayendo hasta ser bastante minoritario. Afortunadamente.
El balonmano es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Es algo así como practicar lucha libre mientras un balón anda por ahí (haciendo daño). Lo mejor, que -debido a ello- si no tienes pinta de culturista, máquina, monstruo, crack, figura, no te dejan ni jugar. HABER. Los jugadores de balonmano son casi igual de altos que los de baloncesto, pero ¿a que no lo parecen? Porque están proporcionaos, no son del tipo larguirucho; son como el increíble Hulk pero sin el color verde. Igual de cabreao, eso sí, que los jugadores se están empujando y achuchando todo el rato.
Para compensar la agresividad, es el deporte en el que menos se protesta (claro, que si aplicasen esa regla de «te he pitao falta, deja el balón ahí y te vas patrás calladito, o te pasas un rato expulsao» en el fúmbol se quedarían jugando un 3 pa 3). Luego, claro, siempre queda una tensión no resuelta; con tanto contacto pero que no se note y sin golpear, el ambiente va siendo como estar en una sauna finlandesa o en el Blue Oyster Bar. Mucho sudor, mucho baile agarrao, mucho cambio de pareja… y BDSM.
¿BDSM? Pues sí, si hay una cosa peor que ser jugador de balonmano, y que entra directamente dentro del sadomaso, es ser PORTERO DE BALONMANO. Ya habría que estar mu loco para estar ahí en la portería (en la que casi no caben) tratando de esquivar los balonazos, pero es que ¡tienes que colocarte y moverte pa que te den! Es como ser el plato en el tiro al plato o trabajar de crash test dummy de los Boeing 737 Max. Es ponerte a gritar «Jehova» en bucle el día de tu lapidación. Un dinosaurio que se pusiera a dar saltitos -¡aquí, aquí!- en las afueras de Chicxulub, mirando al cielo, eso es un portero de balonmano*.
Tradicionalmente, el balonmano ha sido un deporte de países fríos y germánicos; algo para entrar en calor y pasar el rato mientras fuera del pabellón la glaciación da sus últimos coletazos. Por ello tiene la gracia de que cuando el balón circula rápidamente entre los jugadores, como todos terminan en «son» (o en «dotir», ellas), la locución de los comentaristas tiene cierto soniquete repetitivo, que te va adormilando hasta que llega un grito «¡DEEENTRO!»; algo que ayuda a entender la música de Bjork.
Y luego, las reglas son raritas, para compensar lo fácil que es -comparado con otros deportes de portería- meter goles. El área de portería es como en el juego de «el suelo es lava» y los jugadores hacen escorzos de lo más raro para no cometer infracciones. Los cambios se pueden hacer en pleno juego, sin parar, todos los que quieras, por parejas o tríos, es todo libertinaje y desenfreno. El balón hay que botarlo de vez en cuando, no como en baloncesto, que te pitan pasos a la que te descuides; aquí es medio opcional. Eso sí, no puedes pivotar sobre un pie; entonces te pitan pasos y se ríen de tí y te dicen que se nota que vienes del basket, so memo.
Por todo esto y más, aquí queda nuestra recomendación.
(*) Una curiosidad: si el árbitro considera que le has tirao aposta a los morros al portero, te puede descalificar. Y también suele dar pie a una bronca reacción del equipo contrario.