Hace unos días leía en Mastodon un hilo estupendo de Álvaro Bayón acerca del mito de que hay que limpiar los cauces de los ríos y los bosques. Es de estas cosas que siempre te dan ganas de discutir con los cuñaos, pero para las que te faltan argumentos. Con su permiso, os traigo aquí los suyos, que es biólogo y sabe de lo que habla. Podéis encontrar más artículos interesantes en su blog Curiosa Biología. Este texto se publica bajo una licencia CC BY-NC-SA 4.0. Las imágenes son de Hermanos Peláez, que el otro día se puso a «limpiar el monte» irónicamente. Espero que os guste.

Sobre la vegetación de ribera y su gestión, la evidencia científica es clara: un bosque ripario bien conservado (con sauces, álamos o fresnos nativos) reduce drásticamente el riesgo de crecidas. 

La vegetación del bosque de ribera actúa como amortiguador natural al aumentar la rugosidad del cauce (aumenta el coeficiente de Manning). Las raíces y los troncos reducen la fuerza del agua, disipando hasta un 40 % de su energía. Además, sujetan el suelo, que se mantiene bien estructurado, lo que mejora la infiltración reduciendo la escorrentía fuera del cauce y mitigando los picos de caudal. Sus raíces también estabilizan márgenes, previniendo erosión y colapsos. 

La «limpieza» indiscriminada de cauces genera efectos opuestos a los buscados. Los canales desnudos aumentan la velocidad del agua, no disipan su energía, lo que incrementa su poder destructivo. 

Además, algunas especies invasoras como la caña (𝑨𝒓𝒖𝒏𝒅𝒐 𝒅𝒐𝒏𝒂𝒙) se ven frenadas por la presencia de bosque de ribera pero crecen indiscriminadamente en cauces «limpios», y al romperse durante las avenidas, crean tapones en puentes y obstáculos. 

Finalmente, los suelos desprotegidos pierden capacidad de infiltración y se erosionan con facilidad, lo que aumenta la cantidad de sedimentos en el agua, haciéndola más destructiva, con impactos más significativos (acumulación de lodos) y mayor facilidad para la transmisión de enfermedades. 

La vegetación nativa es la mejor defensa contra inundaciones, mientras que intervenciones inadecuadas agravan el problema.

Ahora vamos con el bosque. 

La idea de que «limpiar el monte» como un completo previene incendios es un mito peligroso. Las pruebas científicas muestran que los bosques con vegetación bien estratificada, con árboles, arbustos y herbáceas en capas y, mejor aún, en mosaico, es decir, formando parches naturales separados por claros, son más resistentes y resilientes ante fuego. 

Esto es por varios motivos. La heterogeneidad vertical y horizontal rompe la continuidad y reduce el riesgo de expansión del fuego, que tiende a autolimitarse. Además, la vegetación abundante y madura reduce la temperatura por evapotranspiración, reducen la fuerza del viento (por el mismo motivo que lo hacían con el agua en la inundación) y aumenta la humedad ambiental bajo el dosel de árboles, tres particularidades que reducen el riesgo de formación de fuego y su severidad.

Un despeje total del sotobosque aumenta la sequedad del suelo y la radiación solar, creando condiciones más inflamables. Además, rompe la estructura que reduce el viento y mantiene la humedad, acelerando la propagación de llamas. La vegetación joven y homogénea es combustible fácil.  

Para mantener los mosaicos horizontales y la estratificación vertical lo mejor es permitir que actúe la fauna silvestre (como ciervos o cabras) o, de no existir, el pastoreo controlado (y no masivo). Estos animales crean discontinuidades naturales en la vegetación. Esto actúa como cortafuegos biológico sin dañar el ecosistema. 

Además las invasoras tienen de nuevo algo que decir. Hay muchas especies que son pirófitas, es decir, que se ven beneficiadas por el incendio y su biología está adaptada a favorecer el fuego. Ejemplo de esto son los eucaliptos. En sus ecosistemas nativos esos incendios suelen actuar como perturbación regeneradora, pero su invasión en ecosistemas no adaptados al fuego puede ser catastrófica. Conviene, pues, eliminar selectivamente estas especies invasoras que arden con una intensidad explosiva.

Así limpiaba, así, así…

Qué manía con limpiar, limpiar, limpiar. Como si los ecosistemas no tuviesen sus propios sistemas.

Leía hace un par de días una noticia en La Gaceta de Salamanca de esas que me saben a néctar y ambrosía: el presidente de una asociación de hosteleros llora amargamente porque «la cosa está mu’ mal» y como cada temporada «van a la ruina». La ruina de la hostelería es como el coche autónomo de Tesla. Se anuncia siempre para el próximo trimestre pero nunca llega…

El caso es que los lamentos habituales —la gente no viene porque tengo que subir los precios, pobre de mí— acerca de que los turistas se gastan poco, me ha recordado una vieja historia de 2004, el mismo año en que nació Halón Disparado. Así que voy a recuperar una imagen que retoqué para aquella ocasión —espero que sepáis disculpar mi poca habilidad para el diseño gráfico, era igual de mala entonces que ahora— y aprovecharé para recordar a los hosteleros que inspiraron la imagen.

En 2004, la Fundación las Edades del Hombre celebró su exposición en la catedral de Ávila bajo el título «Testigos». Por aquel entonces yo era cliente habitual —habrá quien se referiría a mí como «parte de la decoración»— de un local abulense cuyo nombre recordaba a un famoso torero del siglo XIX. Este bar-restaurante tenía una terraza estupenda situada en una zona casi peatonal en aquella época y ofrecía cerveza fría y ricas raciones, que los habituales consumíamos con fruición en dicha terraza. Los precios eran razonables, así que la terraza estaba todas las tarde-noches completa y animada.

Ante la inminente exposición —que era un exitazo de público allá donde se celebraba—, a nuestros queridos hosteleros les hicieron los ojos chiribitas. Entre ellos a los propietarios del garito arriba referido. Empezaron a comentarlo entre ellos y con nosotros, los clientes. «Esto se va a llenar de guiris y hay que hacer negocio», «Vamos a pedirles lo que queramos» y «Nos vamos a forrar», fueron frases que oímos bastantes veces. Y se pusieron manos a la obra: redujeron la «innecesariamente compleja» carta por la vía de eliminar las raciones más asequibles y subieron los precios. El resultado es que los habituales vimos que nuestros euros ya no daban lo mismo de sí y empezamos a emigrar. ¿Y los turistas? Pues los turistas duraron unos meses y luego llegó el invierno y también desaparecieron. Y el local empezó a decaer y acabó chapando al cabo de un tiempo. La imagen ilustra bastante bien, creo, la idea.

Ya os comenté que el retoque no es lo mío, ¿verdad?

La verdad es que entonces me dio un poco de pena todo. Los clientes perdimos un sitio que nos gustaba y los hosteleros perdieron el negocio. En los veintiún años transcurridos me he radicalizado un poco. Ya no me da ninguna pena cuando cierra un bar. Y me deleito con el sabor de las lágrimas de hostelero.

Bola extra: buscando el catálogo de la exposición que he enlazado antes —y que se vende nuevo por la cantidad de euros diecisiete— he encontrado por ahí a un listo que intenta vender un ejemplar, que sabe el Monesvol las vueltas que ha dado, por casi el doble.

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Como aficionado a la prensa del motor, llevo un par de días leyendo de pasada un titular de esos que te hacen saltar el detector de gilipolleces: Los cursos de recuperación de puntos se suspenden por un error del Gobierno de España. Joder con el Perro Sanxe, ni esto hace bien… Pero veamos qué hay de cierto —spoiler: nada—. En el primer sitio que lo vi fue en Autopista:

Casi siempre que leas «Gobierno de España» o «la DGT» en un titular es: mentira

Lo primero es que lo que dice el titular y lo que se atisba en el cuerpo de las noticias —porque está por todas partes con pocas variaciones— no tiene nada que ver. En esta de El País ya se contradice entre el titular y la entradilla:

¡No habrá más! De momento…

Hmmm… a ver si es algún sitio explican lo del cambio en la normativa. Me topo con otra pieza, esta en Infobae, según la cual la culpable es la DGT que «impide a las autoescuelas impartir cursos de recuperación de puntos a partir del 19 de julio» y «Ante esta decisión de la Dirección General de Tráfico, comunicada este viernes».

A la DGT le da un día por impedir cosas y nadie hace nada. Qué vergüenza…

Entonces, ¿qué ha pasado? Pues que, en efecto, ha habido un cambio en la normativa. Y que como no le ha gustado a una empresa PRIVADA, esta ha decidido tocar los cojones dejar de dar los cursos y «achacar el problema a un error del Gobierno», como explican un poquito es esta pieza de Car & Driver.

Según la empresa afectada, la culpa es de Perro Sanxe

Así que resulta que la empresa hasta ahora concesionaria se ha enfadado mucho con la liberalización que se aprobó en el mes de junio. Porque ellos tenían un monopolio —que es una cosa contraria a la normativa europea y lo único que ha hecho España es adaptarse a ella— y ya no. Y como se han enfadado han dejado de respirar. Pero la culpa, según todos los medios del sector, era del Gobierno de España. Qué casualidad…

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La vagancia —voy a pensar que es indolencia y no maldad, en esta ocasión— de los medios de comunicación resulta curiosa. Ayer me encontraba con la misma «noticia» —copia y pega de una nota de prensa marranera— plantada tal cual en los tres diarios digitales abulenses: Renovación de los parquímetros, Ávila estrena nuevos parquímetros de zona ORA, Renovación de los parquímetros de la ORA para facilitar la utilización de los usuarios. Tuvieron el detalle, no obstante, de ponerle distinto título cada uno de ellos.

Fotografía de uno de los nuevos parquímetros
Parquímetro postmedieval.

Hasta aquí, nada extraordinario. Lo gracioso es cuando lees el texto, común a todos ellos. y te encuentras con la siguiente frase: «conlleva la implantación de un sistema que agiliza el uso de los parquímetros, mediante la introducción de la matrícula del coche».

No sé vosotros, pero yo pensaba que «agilizar» venía de «ágil» y no de «gilipollas». Si en los viejos parquímetros metías monedas, le dabas a UN (1) botón y salía el ticket, no veo la agilidad posterior en un proceso en el que hay que: pulsar ON, elegir la tarifa, introducir siete caracteres de la matrícula, pulsar OK, meter monedas, volver a pulsar OK y esperar ticket.

A ver, que yo entiendo que la empresa concesionaria tiene un argumentario y que así lo plasma en su nota de prensa. Pero, digo yo, ¿A NINGÚN PERIODISTA ABULENSE LE HA LLAMADO LA ATENCIÓN ESTA FRASE?

La de «la introducción de la matrícula del coche, para evitar confusiones que pudieran producirse con el pago tradicional» que viene después también es notable. ¿PERO QUÉ COJONES DE CONFUSIÓN HABÍA EN METER UNA MONEDA Y PULSAR UN (1) BOTÓN? Que yo entiendo la intención. Que ya no voy a poder regalarle el ticket con minutos sobrantes al siguiente paisano y así vais a recaudar un poquito más. Que esto es un negocio. Pero no me argumentéis chorradas, por favor.

Y ahora un disclaimer gordo. Me parece bien lo de introducir la matrícula porque, quizás, el próximo paso sea que, al igual que en otras ciudades, la tarifa sea diferente en función del distintivo ambiental*. A ver si de una vez tenemos alguna ventaja los propietarios de híbridos canijos.

*Total de unidades de esperanza en que así sea: 0. Tampoco espero que el Impuesto sobre Vehículos de Tracción Mecánica siga ese camino y grave más a los propietarios de tanquetas. (Suspiro)

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En estos días de zozobra tuitera, con la red social del pajarito en manos de un señor con graves problemas de autoestima, me he creado una cuenta en Mastodon y, a medida que la he ido usando, me ha traído recuerdos de cosas viejunas que molaban muchísimo. Sí, estoy hablando de blogs. Y de Google Reader.

Voy a ponerme bastante abuelo cebolleta. Salga de aquí mientras aún está a tiempo, joven. Ah, ¿que se queda? Bueno, pues vamos a repasar un poco de Historia. Corría el año 2004 y este Camarada hacía ya algún tiempo que seguía y leía varias páginas web —¿se puede decir todavía «páginas web»?— con un formato de diario. Se les empezó a llamar blogs o «bitácoras». Algunas ya no están entre nosotros —como la de Escolar.net— y otras siguen ahí contra viento y marea —como La Página Definitiva o Microsiervos—. Cada día echaba un ojo a todas ellas y devoraba los nuevos artículos. Aquello era mandanga de la buena. Cómo molaría escribir una bitácora de esas…

Y, entonces, en abril de 2004 nos anunciaron en Microsiervos la aparición de los blogs de Ya.com. Qué guay, un blog sin tener ni idea de montar un blog. Y así nació el primer Halón Disparado. Que tenía esta pinta tan sobria y elegante —no como esas páginas chillonas de GeoCities— y que los maledicentes confundirán, con mala fe, con «cutre».

¿Reconocen alguna de las recomendaciones?

La experiencia era estupenda. Podías escribir esas cosas que siempre te andaban rondando la cabeza y publicarlas para que otros usuarios las leyeran y te contaran a su vez sus movidas. Pero, claro, los planes gratuitos de la época eran limitados y veías que, al ritmo que escribías y te leía la gente*, te lo ibas a fundir en cuatro días. Lo que me llevó a probar otros sistemas gratuitos como el de blogia.com, donde estuvo alojada la hermana cultureta de Halón Disparado: Calíope Furibunda. Se veía así:

Siempre en la vanguardia. Luego se pondrían muy de moda estas estéticas simples.

Total, que en poco más de un año aquello se quedó pequeño y me lancé a registrar un dominio propio y a aprender de qué iba aquello del WordPress. Nacía el segundo —y hasta el momento más exitoso— Halón Disparado, como fusión del anterior Halón Disparado y de Calíope Furibunda.

Entradas de blog que son prácticamente un tweet. Lo dicho, un vanguardista.

Aquello fue estar en el lugar apropiado en el momento preciso. Llegó la explosión de los blogs y nos encontramos en medio de toda la salsa. El blog recibió la inyección de un montón de colaboradores —Supermon, Bismillah, Los lunes al sol, Vardebedian, Vladimiro Carmañola, La madre de Whistler, Johnny Ibdil y, por supuesto, Ender— y se convirtió en un uno de los más leídos por aquellos años. Conocimos a gente interesante y acabamos forjando amistades duraderas con los autores de otros blogs. Apareció, entonces, una herramienta de Google que se convertiría en una simiente de red social: Google Reader.

Interfaz similar a Gmail y otros productos de la compañía.

Reader era un potente agregador de contenidos que permitía al usuario estar al tanto de las nuevas publicaciones en los sitios a los que estaba subscrito. De esta forma, podías estar al día de todas las novedades de tus páginas favoritas. Pero, además, te permitía compartir aquellas que quisieras con tus amigos y comentar las que ellos compartieran contigo. Tenías así en tu mano una combinación de medios y blogs hecha a tu medida y la interacción con personas con intereses similares, sin publicidad y sin que nadie eligiera los contenidos por ti.

Demasiado goloso para no intentar convertirlo en otra cosa, ¿verdad? Como esto va a acabar siendo un poco extenso, continuaremos con ello en una próxima entrada.

*Sí, queridos niños, en aquella época heroica los propietarios de blogs estábamos todo el día pendientes de no quedarnos sin espacio de almacenamiento y sin ancho de banda para servir páginas a nuestros lectores. Si tenías un poco de éxito, y tuvimos bastante, era bastante angustioso.

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A ver, ya somos todos mayorinos y sabemos que los fabricantes de hamburguesas quieren vender hamburguesas y que los fabricantes de coches quieren vender coches. Lo que me resulta fascinante es que ya te digan tan descaradamente que te compres la hamburguesa y que no hace falta que te la comas. Que te la puedes insertar en el recto si te place, pero que se la compres a ellos. Porque el que compra su hamburguesa es una persona guay, concienciada y responsable. Es una hamburguesa verde, ecológica y amiga del medio ambiente, claro. Pero que no hace falta que te la comas, de verdad. Basta con que la tengas en el frigorífico, abras de vez en cuando la puerta del mismo, mires tu hamburguesa y sientas que estás «haciendo algo» por el planeta.

¡Qué exagerado eres, Baku!, diréis. JA. Ayer me topé con el anuncio de un coches que dice exactamente lo que os estoy contando. Sólo que no lo dice de una hamburguesa sino de un automóvil de precio a partir de 26.000 boniatos. Vedlo vosotros mismos, que son quince segunditos de nada.

Si no te sientes mejor persona con este carro en el garaje, es que no tienes remedio.

Os juro que fue verlo y pensar que quién sería el genio que ha dado el visto bueno a este disparate. No se me ocurre algo menos ecológico que fabricar un coche para no moverlo. Cuando lo que deberíamos procurar es que esté moviéndose el mayor tiempo posible. Y estamos jodidamente lejos de ello, como bien explica Marcos Martínez en este hilo de Twitter sobre el factor de simultaneidad.

Y es que, aunque te sudara mucho la polla el cambio climático, adquirir y mantener un coche es bastante caro. Así que comprar uno para «mirarlo» no parece una opción muy inteligente desde un punto de vista puramente económico. Pero es que, encima, que tú te compres y utilices un coche tiene un coste oculto para el conjunto de la sociedad del que no eres consciente porque ya se encargan los fabricantes de automóviles de gastar más de 4.000 millones de euros al año, sólo en Europa, para «transmitirte los valores positivos del invento». Y para hacerte creer —no sólo que eres más guapo, más sexy y más sostenible— que eres libre para hacer lo que te pete, cosa que acaba teniendo divertidas consecuencias.

Así las cosas, soy de los que aplaudió muy fuerte la iniciativa Z.A.P., del colectivo Homo Velamine, para acabar con la publicidad de automóviles. Si fue posible hacerlo con el tabaco, no veo por qué no deberíamos soñar lo mismo en este caso. Y me congratulo por lo lejos que ha llegado la cosa mientras yo estaba ocupado estudiando oposiciones y sin pisar por aquí.

¿Qué os parece?

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Leemos con regocijo que los coches sin etiqueta medioambiental ya no pueden circular por el interior de la M-30. Pero resulta curioso el muy distinto tratamiento que han dado los medios a la noticia ahora y cómo lo hacían hace once años. Vean el titular que recogimos entonces y que recuperamos en Halón Clásico. Qué chorprecha, ¿verdad?

¡Qué chorprecha!
Me voy a hartar de poner esta captura

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Antigua cabecera de Halón Disparado
Halón Clásico. O viejuno.

Echando un vistazo a antiguas entradas del blog que mereciera la pena recuperar, me he animado a crear una sección para ellas. Irán apareciendo con periodicidad genital* con su fecha original de publicación. La primera de ellas —Desmantelando lo público, de junio de 2012— me ha servido para preguntar a una amiga que trabaja en el ECYL cómo seguía su relación laboral con la administración autonómica. La respuesta os sorprenderá: diez años después sigue trabajando en precario.

¡Qué chorprecha!
¡Ay, pero qué chorprecha!

Llamadme loco, pero sospecho que con el nuevo gobierno autonómico esto no va a ir a mejor…

*Cuando a un servidor le salga de los hue*SE LO LLEVAN*

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Pancarta con el texto «Villanueva, busca trabajo en tus ETT»

Hace ya tiempo que se veía venir otro “recorte” —luego entenderán por qué entrecomillo la palabrita de marras— en los servicios públicos de Castilla y León. Finalmente, la semana pasada más de 300 empleados del ECyL —el servicio público de empleo de Castilla y León— recibieron su carta de despido. A pesar de las reiteradas negativas de la consejería de Economía sólo unos días antes. Para que se hagan una idea de la magnitud del tijeretazo, esos 300 trabajadores constituyen el 25% de la plantilla del ECyL.

De estas 300 personas, 70 llevaban trabajando desde el año 2003 con contrato por obra y servicio. ¡Casi 9 años contratados en fraude de ley! Algo muy rentable a la hora de despedir a esta gente ya que, en lugar de pagarles los 45 días por año trabajado, se les puede despachar con 8 días por año. La “buena” noticia para ellos es que este tipo de fraude implica que, de facto, son trabajadores indefinidos y que, juzgado mediante, tienen ganada la indemnización de mayor cuantía.

Sin embargo, lo más cojonudo del asunto son las razones esgrimidas por la Junta de Castilla y León para el despido: el sueldo de estos empleados venía de partidas presupuestarias estatales que la Junta ha dejado de recibir. Vaya, qué cabrón es el Estado, dirán ustedes. Pues no. Resulta que la Junta tiene prevista una partida de 12 millones de euros destinada a contratar los servicios de agencias privadas de colocación y empresas de trabajo temporal. Esto no va de “recortes”. Esto no va de ahorrar dinero. Esto es, amigos míos, un nuevo ataque a los servicios públicos con el único fin de ponerlos en manos privadas. Los más de 250.000 desempleados de la comunidad son un jugoso bocado al que los tiburones no pueden dejar de hincar el diente.

Es por esto que estos trabajadores —y otros muchos empleados públicos en precario— se han echado esta semana a la calle. Y es por todos ellos y por vosotros mismos que deberíais apoyarles.

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Primero ponemos lo que nos salga de los huevos en el titular. Cuanto más escandaloso, y más daño haga a la imagen de nuestro muñeco de paja favorito, mejor. Luego ya lo explicaremos en la noticia, si eso…

Captura de Autopista.es

Claro, así no extrañan los comentarios de los lectores que sólo saber leer en negrita.

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