Por ser hoy mi cumpleaños, el Ávila Road Museum trae una entrada especial (no me apetecía trabajar mucho). La primera que no se ubica en una rotonda, porque entonces no existían; pero sí es un icono muy carreteril. Se trata de un leguario, que se ubica en el antiguo camino a Madrid (actualmente, carretera de Ávila a El Espinar, denominada AV-500 en su sector abulense, y SG-500 en el sector segoviano, que está lleno de baches y sin arreglar porque los muy envidiosos no quieren que nos ahorremos la autopista de peaje).
Como pueden observar, la distancia entre Ávila y Madrid es de 19 leguas, que en la época postmedieval se tardaba dos o tres jornadas en recorrer; actualmente en tren puede que se tarde un poco más, sobre todo si intentas sacar los billetes en la web de Renfe.
El leguario ha sido merecidamente restaurado, y pueden comprobar que es más bonito que los chirimbolos de las rotondas de ahora.
Ávila es una caja de sopresas. Y paseando por ella, el viandante (aparte de tropezar con una losa mal puesta) puede contemplar cosas insólitas. Más allá de la puerta Tannhäuser, digo de El Rastro, nos podemos encontrar con una estatua dedicada al león torpe. En todas partes se ponen efigies de leones: a las puertas del Congreso de los Diputados, tirando del carro de La Cibeles, rodeando la Catedral de Ávila… Son leones rampantes, hermosos; representan a los reyes de la selva, al monstruo de Nemea, a la esfinge, al Seat León Turbo Road Runner Special When Lit… Pero ninguno como éste.
El león que tenemos en la entrada al jardín de El Rastro es, claramente, un león torpe. Colocado al lado de una figura con forma de torre de ajedrez, este león es como yo cuando en gimnasia me mandaban trepar por la cuerda: se ha quedado abajo, tratando de no rozar el suelo (lo que supondría la descalificación) y buscando la manera de que la gravedad negativa (esa fuerza oscura que en algún lugar del Universo aún espera a ser descubierta) le impulse hacia arriba.
La pieza fue construida en época postmedieval, y por ello luce en granito brillante. Sin duda, el escultor ha querido reflejar la perdida nobleza de Ávila, que llegó a ser una de las ciudades más importantes de Castilla y sede de la corte en tiempos de los Reyes Católicos, y ahora es un mega-restaurante temático donde los madrileños vienen a jartarse de chuletón y a pasear en el Murallito.
Cerca de la rotonda del monumento a los perritos se ubica otro engendro enigmático de fierro morroñoso. Se trata del monumento conocido como Jamón Jamonja, un bello chirimbolo abstracto que representa a la bellísima Audrey Hepburn blandiendo un cuchillo jamonero, según aparece en la aburrida «Historia de una monja» (versión sin censurar). Además, es una de las escasas obras del Á.R.M. en la que conozco al escultor, pues fue conmigo a clase bastantes años. Por lo que se ve, Santi tampoco consiguió salir de la educación primaria sin secuelas graves.
Además, ha tenido la mala suerte de que la obra se haya instalao en plan Manolo y Benito; la base está en estado putrefacto y corre el riesgo de caer, según denunció el propio autor al Ayuntamiento. Y con lo alta que es, lo mismo pilla a algún coche pasando y le clava la cofia, lo digo por lo que lo digo.
Tengo que decir que la foto no le hace justicia (volvía yo con la bici de dar una vuelta, polvo, sudor y hierro, y no estaba pa mucho arte); pero si la ves desde lejos, con el adecuado ángulo del sol, y fumando lo mismo que Santi, se ve clarísmio que es Audrey Hepburn. Se ubica en la Carretera de Valladolid, en lo que los abulenses llamamos «la rotonda de los bomberos».
Ni en agosto dejamos de darles la brasa con el Ávila Street Museum. Hoy traemos a primera plana una de las esculturas más bellas de Ávila (de las que están fuera de edificios, in de estrit, que tenemos un tostao y un segundo muy bonitos). Se trata de la figura denominada «Declaración complementaria fuera de plazo», y -lógicamente- se ubica frente a la Delegación de Hacienda, en la Plaza del Corral de las Campanas.
El autor ha sabido captar la expresión compungida que el contribuyente -llamémosle Juan- presenta ante el inspector de Hacienda que le acaba de pillar en un renuncio y le ha metido el correspondiente sartenazo. Sus ojos imploran perdón y la sanción mínima. Si alguna vez buscan esta delegación, pregunten por Juan, y sigan su mirada.
La historia de Juan data de tiempos postmedievales, as usual. Al parecer, el chaval vivía feliz fundando sociedades offshore sin licencia; pero, descubierto por Hacienda, fue encarcelado varias veces entre 1575 y 1577. Mientras estaba en prisión, escribía poesías que luego rapeaba en voz alta, para disgusto de los carceleros. Y como curiosidad, fue amigo de una tal Teresa (no digo más).
El fondo de la foto está raro pero son cosas de mi móvil, que no es pa tirar cohetes. Días antes de realizarla, alguien había añadido, para dar más realismo, un ramito de flores; que ya aparecen algo mustias.
Si en la anterior entrada hemos podido ver una rotonda estándar, hoy les presentamos una rotonda barata, que no es lo mismo. Como todas, esta rotonda tiene su historia, y no se van a librar de ella. Retrocedemos en el tiempo. Como ustedes saben, la crisis hizo mella en Ávila. Nos referimos a la crisis postmedieval de finales del XVI, de ahí en adelante sólo hemos ido a peor, con breves momentos de esperanzas casi siempre frustradas, como la llegada del ferrocarril o la propuesta de derribar la muralla (que no se llevó a cabo por falta de fondos), ambas en el S. XIX.
En una de estas estábamos cuando surgió la necesidad de decorar esta rotonda, frente a la Puerta de San Vicente (la original, no la que está a la entrada del Poble Espanyol de Montjuic). Y de dedicársela a alguien. Porque, ahí donde la ven, esta rotonda está dedicada. Y aquí les pido que se pongan en el lugar del técnico municipal al que le cayó este marrón:
«Oye, tú, ta tocao el poyesto de la rotonda del Sanvi. Como sabes, según el Acuerdo de Gobierno del pasado martes, se va a dedicar a X. Así que ya puedes ir pensando en encargar un monumento, un auténtico portento» (y sigan ustedes con la canción de Krahe… sólo que, como verán, estábamos en Villatripas de Abajo).
Cuando el técnico leyó la partida presupuestaria para la erección de la obra, encontró que era más bien escasa, por decirlo suavemente. Por un momentó pensó en encargarle a su hijo pequeño que hiciese una manualidad con papel maché, pero claro, podría verse afectada por la lluvia. Así que se personó en casa de un cantero, y con la pieza sobrante de tallar una lápida, encontró la manera de ubicar un chirimbolo a modo de piedra hita o miliario, por poco dinero. Y he aquí el resultado.
Luego ya, una vez colocado, alguien pensó en que la cosa quedaba cutre de cohone, y se decidió poner una iluminación potente, formando una estrella alrededor del chisme. Con ello se consigue, sobre todo, que los turistas se metan en la rotonda -arriesgando su integridad- para hacerse una foto con el inmarcesible fondo de la muralla, en artísticas poses.
La escultura de hoy no necesita presentación, pero la vamos a hacer, porque en el Ávila Street Museum somos así de impertinentes. Esta figura tiene una razón de ser, quicir, las otras supongo que también, pero ésta está a la puerta de lo que antiguamente se llamaba Escuela de Artes y Oficios (y hoy supongo que tendrá un nombre mucho más rimbombante). Vamos, es donde hacen el bachillerato esos chavales que se pintan el pelo de colores y saben de lo que va la canción «Lucy in the sky with diamonds» (mi señora fue una de ellas, sé de lo que hablo).
Como no podía ser menos, pusieron una escultura a la puerta; de fierro morroñoso, lo bueno es que es de cuando el fierro morroñoso casi no se conocía por estos pagos, se puede decir que es el más postmedieval de nuestros morroños. Seguro que ahora que está de moda hasta para hacer fachadas de casas de señores ricos no se les habría ocurrido usar este material, los de Artes son así; ahora lo harían de adobe fabricado a la manera de Tombuctú.
Lo he llamado «Pino puente» por fastidiar, porque seguro que el artit-ta que la realizó pensó en otra cosa mucho más trascendental, como dos diapasones copulando; a mí me ha querido recordar algún episodio gimnástico de mi juventud. Ya sé que estrictamente hablando no parece estar haciendo el pino puente, pero los que hicieron gimansia con profesores reconvertidos desde la antigua asignatura de Formación del Espíritu Nacional seguro que recuerdan estas cosas.
Se ubica a la puerta del susodicho centro, en la Plaza de Granada, saliendo hacia la Avda de la Juventud.
Interrumpimos la serie de rotondas hartística que hasta ahora ha configurado el Ávila Road Museum para presentar lo que viene siendo una rotonda normal, sin chirimbolos, fierro morroñoso ni madera podrida. La rotonda estándar. La rotonda koiné. La errotonda batua. Porque estas rotondas también tienen derecho a estar en el ÁRM, y aún diría más, con mayor merecimiento que las otras.
La que presentamos hoy está ubicada en el Paseo de San Roque, en su confluencia con un montón de gente: San Pedro del Barco, Santa Clara, Cristo de la Luz y Fontiveros. Y sólo tiene un arbusto gordo, y una farola que alumbra (por las noches). En primavera hasta hay florecillas.
La rotonda ha presentado problemas a lo largo de su historia, pero no son culpa propiamente de lo que viene siendo el centro rotondil. Por ejemplo, cuando la plaza estaba adoquinada, los días de lluvia, como además tiene cierta inclinación, era una alegría observar el patinaje de conductores inexpertos (a mí mesecruzó alguna vez el forsierra de mi hermano -tracción trasera- sin ir más lejos). Y recientemente ha dado lugar a un episodio de obras de esas que se empieza a escarbar pa sanear y la zanja se tira allí una temporada larga.
Lo que venimos a reivindicar desde este bló son más rotondas humildes y funcionales. Y un saludo al jardinero que la mantiene. Lamentablemente, son la excepción.
Interrumpimos la serie de santateresas para colgar hoy una novedad en el Ávila Street Museum: un concurso. Y no un concurso cualquiera. El titular de este bló, nuestro amado lidl, libre temporalmente de algunas de sus obligaciones, se ha mirao al espejo, un lunes por la mañana, y con un cacho del codiciado granito™ local, ha esculpido una figura en la que se autorrepresenta, resacoso y desmadejao, a punto comenzar sus obligaciones laborales. El relieve, lógicamente, se denomina Autorretrato.
Ojo, que la figura le ha quedao niquelá; el parecido es espectacular. Se le fue un poco el cincel cuando estaba con las manos, y ya no había manera de rectificar. Pero bueno, así parece postmedieval o más antigua, si cabe. Y aquí viene lo divertido; que el Camarada se lo ha currao pero bien: esta pieza, de enorme valor sintáctico, la hemos colocado escondida pero a la vista de todo el mundo, como la carta robada de Edgar Allan Poe.
¿Andandará? ¿Serán capaces vuesas mercedes de encontrarla antes de que los operarios municipales la descubran y la tiren a la basura, o peor aún, la coloquen en una rotonda?
Como pistas:
Un haiku:
Son tus amigos
estudiantes ávidos
de nicotina
Y una referencia cinéfila: Protagonista de El nombre de la rosa.
Ávila fue una ciudad muy revolucionaria y levantisca en tiempos pasados, recordemos sucesos como el Rey Niño, la farsa de Ávilao la Santa Junta de los Comuneros. Luego ya, siendo postmedievales, se nos pasó la tontería. Y nuestro servilismo ha llegado a tal extremo que le hemos hecho un monumento al Rodillo del Gobierno. Se ubica en una de las primeras rotondas que el viajero se encuentra, si viene a Ávila desde Salamanca.
El Rodillo del Gobierno es ese procedimiento por el cual, presentada una propuesta de ley o cualquier otra iniciativa, el partido en el poder bloquea -una tras otra- cualquier enmienda o tentativa de mejora que se plantee desde la oposición. Y como en Ávila somos mucho de ir con el que manda, vamos y le plantamos un monumento rotondero bien gordo.
La servil iniciativa también permitió dar salida a un trasto inservible que seguramente criaba polvo y óxido en el parque móvil municipal; aunque ahora me asalta una duda, algún camión de los bomberos es más antiguo que este trasto y sigue operativo.
La ex-cultura de hoy, denominada «Registro de fitosanitarios» o «Cuaderno de campo» muestra (una vez más, paciencia) a Teresa de Jesús en una de sus facetas más desconocidas. Viajemos a la época postmedieval (hagan «fiuuuuu»), a un pueblecito llamado Gotarrendura, a cuatro leguas al norte de Ávila…
La familia de Santa Teresa tenía una casa solariega en esta localidad, y la pequeña Tere pasaba allí largas temporadas(1). Los Cepeda tenían -entre otras propiedades agrícolas- un palomar; citado por ella en sus escritos con nostalgia. Y por aquí llegamos a la estatua de hoy. Como todo agricultor de la Unión Europea, Teresa debía rellenar el documento conocido como Registro de Fitosanitarios, también llamado «Cuaderno de Campo Agrícola»; en este documento se registraban todos los potingues, emplastes y ungüentos destinados al saneamiento de plantaciones y cabañas ganaderas. El documento debía estar disponible ante una inspección inesperada de la Inquisición…
Si conoces la referencia, también eres postmedieval.
Teresa, muy concienzuda y adelantada a su tiempo, ya anotaba (véanla con pluma en mano, qué abnegación) en una libreta todos aquellos mejunjes y purgaciones que proporcionaba a las palomas, animal promiscuo y propenso a contraer parásitos. Estas dotes organizativas le servirían para la gran empresa fundacional que acometería en su madurez.
El monumento se ubica en la Plaza de la Santa (no confundir con la Plaza de Santa Teresa, en Ávila somos la leche de originales en esto de los monumentos y las calles). Esta plaza es en la que está la Iglesia de Santa Teresa, y su Casa-Museo, edificado sobre una de las casas en las que nació (la otra está en Gotarrendura, of course).
Bola extra: al fondo de la imagen pueden contemplar -intencionalmente borroso- un pedestal con un pequeño busto oscuro, en el rincón de la plaza; que trataremos en una próxima entrada.
1: De hecho, es posible que Teresa naciera en Gotarrendura. Si visitan el pueblo acepten esta versión o pueden ir de un vuelo al pilón. Según los estudiosos, es menos probable que la otra versión (Ávila), pero el caso es que no existe anotación de su bautismo en ninguno de los dos registros. ¿Nacería realmente en Cataluña?