Comienzo el lunes con mal cuerpo, muy mal cuerpo, al enterarme esta mañana del fallecimiento, la semana pasada, de una trabajadora que sufrió un grave accidente laboral el pasado 10 de abril. Y me entero en el sindicato porque ha venido la familia a pedir ayuda para demandar a la empresa, no gracias a los medios de comunicación, para los que otra trabajadora muerta no debe de ser noticia. Una familia destrozada, un marido y una hija discapacitados, sin ingresos y que han perdido a un ser querido por querer poner un plato en la mesa. Una familia que necesita la ayuda de los de su clase para, intentar al menos, obtener algún tipo de resarcimiento, porque ser pobre es jodidamente caro. Y si lo que necesita el pobre es justicia, ya no te cuento…

Ya tenía mala pinta el siniestro en su momento cuando se decía que había tenido que ser trasladada a Valladolid en helicóptero medicalizado, pues se suponía que «sólo» le habían quedado atrapadas las manos en una máquina de planchado. Hoy he podido saber que no fueron sólo las manos y que tenía graves lesiones en el tórax.

Y lo que me termina ya de encender es que el lugar de trabajo de esta mujer era un Centro Especial de Empleo. Que son empresas que, supuestamente, deberían servir para la integración laboral de personas con discapacidad y que acaban derivando, en muchos casos, en auténticos infiernos de explotación, falta de respeto a los derechos laborales básicos y robo descarado de plusvalía a trabajadores que suelen necesitar más protección que la media. Me enciendo porque estoy por encontrar un centro de estos en los que se respete el Estatuto de los Trabajadores. Me enciendo porque, encima, les chulean en las nóminas. Y me enciendo porque les tienen realizando trabajos que no deberían realizar por sus capacidades intelectuales, físicas o sensoriales.

Me han bastado unos segundos de búsqueda para encontrar este testimonio de un trabajador de la empresa de marras. Aquí está, tal cual, salvo los nombres de personas que menciona:

Hice la entrevista y ese mismo día me pidieron los papeles del banco y me dijo el señor que manda llamado XXXXXX que empezaría el siguiente día a las 6 de la mañana como conductor repartidor con un furgón. Mil euros brutos. Me dijo que haría una ruta desde Ávila a Toledo. La cual no hice ya que me hizo ir al centro de Madrid a las 11:00 am con un furgón enorme y de alquiler. Termine mi jornada a las 18:30!!! Todo esto yo con una discapacidad. Pero las 12 horas y media que trabaje no fue todo. Se me cayó encima una jaula llena de toallas limpias, un peso de más de 100 kilos… No sé cuánto puede llegar a pesar pero me golpeó en la cabeza y mientras yo estaba en el suelo y la jaula encima mía apareció un hombre que pasaba por allí y levantó la jaula… Las cosas como son. Era un hombre enorme y corpulento. Otra persona no hubiese podido ayudarme. Yo aturdido me pude levantar con un intenso dolor en la cabeza. Llamé inmediatamente al señor que me contrato (XXXXXX). Le conté lo sucedido y me dijo que si estaba bien que si podía seguir trabajando. Le dije que en principio no me encontraba mal y me dijo que siguiese trabajando. Todo esto me paso en Tirso de Molina en pleno centro de Madrid. A donde nos envío a mí, y al compañero que me tenía que enseñar, con un furgón enorme. La jaula me había caído encima por qué la única manera de bajar las jaulas era con una rampa plegable que había en el furgón. Sujeta unicamente con dos garrafas de plástico vacías. En cuanto a prevención de riesgos laborales esto es impensable. Al intentar bajar la jaula la rampa se deslizó hacia el suelo y la jaula de metal me cayó encima quedando yo atrapado. No recomiendo esta empresa ni a mí peor enemigo. Pese al golpe en la cabeza tuve que conducir de vuelta a Ávila. Y tuve un accidente para más inri. Llamo el compañero al señor XXXXXX y este señor le dijo que el accidente le costaba dinero a él. Encima que yo estaba aturdido por la caída de la jaula me quería hacer sentir culpable por el accidente. Cuando llegamos a Ávila a las 18:30 cogí mi coche y me fui al médico de urgencia para que me dieran un parte por lo sucedido. Ahora me encuentro en mi casa aún con dolor en la cabeza. No se en que terminara todo esto.

Todo esto, mientras estas empresas reciben subvenciones y ayudas —echad un ojo el enlace de antes al SEPE— por «integrar» cuando lo único que suelen buscar es mano de obra más barata que la más barata. Me cago en mi puta vida, amigos.

Banda sonora recomendada

Antigua cabecera de Halón Disparado
Halón Clásico. O viejuno.

Echando un vistazo a antiguas entradas del blog que mereciera la pena recuperar, me he animado a crear una sección para ellas. Irán apareciendo con periodicidad genital* con su fecha original de publicación. La primera de ellas —Desmantelando lo público, de junio de 2012— me ha servido para preguntar a una amiga que trabaja en el ECYL cómo seguía su relación laboral con la administración autonómica. La respuesta os sorprenderá: diez años después sigue trabajando en precario.

¡Qué chorprecha!
¡Ay, pero qué chorprecha!

Llamadme loco, pero sospecho que con el nuevo gobierno autonómico esto no va a ir a mejor…

*Cuando a un servidor le salga de los hue*SE LO LLEVAN*

Banda sonora recomendada

Ch, visiblemente excitada, me muestra un libro que acaba de comprar. Parece el folleto de instrucciones plastificado de un electrodoméstico.

—Me ha costado mil doscientos euros, pero ha merecido la pena.

—¡Mil doscientos!

—Sí, pero mira: incluye el poema que escribió el poeta para convertirse en el poema.

—…

—Voy a leerlo ahora mismo.

—¡Espera! Si lo lees, tú también te convertirás en el poema…

—¡Claro!

—¿Y yo qué hago?

—Observar. Esto no tiene sentido si no lo ve nadie.

Y Ch comienza a leer y yo observo. Observo cómo se transforma mientras lee. Y al leer la última palabra, la conversión ha terminado. Qué aspecto tiene convertida en el poema, os preguntaréis. Para mí se asemeja a la vidriera de una catedral gótica. La luz la atraviesa y la luz me cuenta su historia. Y la luz me pide que yo también la lea. Así lo hago. Y siento cómo me transformo mientras leo…

Banda sonora recomendada
Portada de «Qué difícil es ser dios»
Portada de la edición española de Editorial Gigamesh

Aunque los hermanos Strugatski son más conocidos por su novela «Pícnic extraterrestre» —en la que se basó, bastante libremente, Tarkovsky para filmar su «Stalker»—, siempre me ha parecido mucho más interesante su obra «Qué difícil es ser (un) dios».

La verdad es que mi primer contacto con esta historia fue la adaptación cinematográfica rodada en 1989, que en alemán se tituló «Es ist nicht leicht, ein Gott zu sein» —«No es fácil ser un dios»— y que nos llegó a España con el título «El poder de un dios», una peculiar coproducción entre la RFA, la URSS y Francia y con un polaco —Edward Żentara— como protagonista.

Póster ochentero con título en alemán. No se puede pedir más

Un adolescente Bakunin y sus drugos estaban todavía muy flipados con el visionado de «Los inmortales», que se había estrenado en 1986, y un buen día se toparon en el videoclub con «El poder de un dios». Buah, colega, ciencia-ficción, tíos con espadas y premios a mejor guión y mejor banda sonora en el Festival de Sitges. Esto tiene que ser la polla en vinagre. Y la alquilamos, claro.

Cartel español de «El poder de un dios»
«El film de ciencia-ficción más importante de las últimas décadas.» A ver quién es el guapo que se resiste a semejante reclamo.

La verdad es que nos quedamos un poco noqueados con la experiencia. Aquello estaba mal montado, mal dirigido, mal interpretado y rodado con cuatro perras. Y no se parecía en nada a «Los inmortales». Y, sin embargo, tenía algo… ¡Ya lo creo que lo tenía! Una historia potentísima y un desenlace que te dejaba con el culo torcío.

El protagonista, Anton, es un historiador terrícola infiltrado en un planeta poblado por seres humanos con una sociedad muy parecida a nuestra Edad Media. Haciéndose pasar por un noble extranjero —Don Rumata de Estoria—, se mueve por la corte de Arkanar sin poder intervenir en ningún momento —algo que le resulta cada vez más difícil— y limitándose a observar y documentar la evolución de dicha sociedad. Anton y sus colegas esperan la llegada de algún tipo de Renacimiento y una evolución de aquellas gentes «para mejor». Y lo que se encuentran es el ascenso de un déspota, Reba, que utiliza la religión y la represión más brutal para aplastar cualquier atisbo de cultura, filosofía y ciencia que se produzca. Tras discutir con un filósofo local sobre el papel que debería desempeñar un dios en la vida de los hombres y asqueado por la violencia y la barbarie de aquellas gentes, Anton se decide finalmente a intervenir. Se lía pardísima y se produce un giro final que no comentaré por si queréis ver la película o leer la novela.

Al final se lía parda
Los dioses se manifiestan y se lía parda. Suele pasar cuando se manifiestan los dioses.

Aquella peli regulera me llevó a buscar y disfrutar la novela, que se convirtió en una de mis obras favoritas de ciencia-ficción. Y a descubrir otras obras interesantes de los Strugatski.

Así que cuando me enteré de que en 2013 se había realizado una nueva adaptación, con mucha más pasta y medios, ya podéis imaginar que me ilusioné un montón. La crítica especializada la ponía por las nubes y se habían tirado una década para rodarla y montarla. Esto tenía que ser la polla en vinagre.

Cartel español de «Qué difícil es ser un dios»
Presupuesto, premios, estupenda fotografía, gran historia… ¿Qué podría salir mal?

Tras buscarla sin éxito en las plataformas digitales habituales, no me quedó más remedio que recurrir a la vieja fórmula de la «descarga ilegal». Y me dispuse a disfrutar de tres horas de diversión. La verdad es que me quedé completamente noqueado por la experiencia. Aquello estaba sublimemente rodado, magníficamente montado, correctamente interpretado… y me parecía una reverenda mierda. La fotografía es excelente. Los largos planos secuencia están magníficamente montados. Técnicamente es una jodida obra maestra. Y ya. De la historia original no queda apenas nada. Vemos una sucesión impresionante de personajes sucios, zafios y enloquecidos interactuar sin ton ni son. Mucha mugre, escupitajos y mierda. Muchas miradas enloquecidas. Y ni una sola explicación de qué cojones está pasando.

Fotograma de «Qué difícil es ser un dios»
¿Qué cojones acabo de ver?

Si no conoces la novela, o viste la primera adaptación, no te vas a enterar de nada. Bueno, es que ni con esas te vas a enterar de nada. Vamos, que me la bufa lo que digan los señores críticos. Me quedo con la cutre adaptación de 1989. Y con la novela, sobre todo con la novela.

Banda sonora recomendada

Hace un rato leía en Twitter una conversación de Undívaga sobre teletrabajo, ahorro energético y costes de desplazamiento. Y me he puesto a echar unas cuentas rápidas para aquellos que piensan que moverse en vehículo privado es barato comparado con el transporte público. Ojo, que estos cálculos son con mi coche: pequeño, relativamente barato —comprado de segunda mano— e híbrido. Como híbrido, aparte de la ventaja de poder entrar —de momento— en las zonas de bajas emisiones y pagar menos en zonas de aparcamiento regulado, el seguro es bastante barato. De hecho me cuesta menos que el de mi anterior coche, un utilitario diesel de la mitad de potencia y precio. Y gasta poco combustible.

En los once meses que hace que lo tengo los costes han sido los siguientes:

  • Combustible: 1160,87€
  • Seguro: 175,26€
  • Mantenimiento: 254,62€
    Incluye una revisión periódica, un antiniebla cascado por un chinazo, una ITV y una escobilla de limpia.
  • Compra: 1386,92€
    Aquí se incluyen los gastos iniciales de transferencia e impuesto de transmisiones patrimoniales y la amortización mensual teniendo en cuenta que «debería» durar diez años.

A falta del impuesto municipal, que será poca cosa, el coste total del coche en once meses ha sido 2977,67€. Que traducido a mensual serían 270,70€ al mes. Unos 24 céntimos por kilómetro recorrido.

Para llevar el registro de todos estos datos utilizo una app llamada Fuelio. También la tenéis disponible para iPhone.

Banda sonora recomendada

«El fin del mundo, en incómodos plazos.» De esta forma se presentaba en 2016 la edición española de esta novela de Will McIntosh, que pude leer hace unos meses.

Me gustó mucho la premisa, principal aliciente para hincarle el diente, y aunque el resultado acaba siendo irregular, en general me ha gustado. ¿Y cuál es el punto de partida? Pues un «fin del mundo» suave, a cámara lenta, sin cataclismos ni sucesos apocalípticos. No hay un punto de inflexión a partir del cual puedas decir que comienza la decadencia de la civilización. Simplemente asistes a la misma a través de capítulos separados, temporalmente, por días, meses o años. En cada capítulo, la sociedad actual funciona un poco menos que en el anterior. Y todo ello constituye el telón de fondo de la vida del protagonista, mucho más preocupado por su situación sentimental —¿hay sitio para el amor en un escenario postapocalíptico?— que por el declive de la sociedad en la que le ha tocado vivir. Esto mismo, que otras críticas presentan como un defecto, me parece todo un acierto. El mundo de Jasper es así y él lo va aceptando, al igual que los restantes miembros de su tribu, con total naturalidad. No hay ninguna explicación de lo que sucede en el resto del mundo, ni siquiera en otras regiones de EEUU, y de esta forma vemos el mundo a través de la misma mirilla que Jasper.

Otro acierto es la organización tribal que acabo de mencionar. El protagonista y sus acompañantes han adoptado una organización comunal en la que cada uno aporta lo que puede y todos tratan de alcanzar consensos a la hora de tomar decisiones —aunque esto acabe llevando en ocasiones a la escisión de la tribu—. Y esta forma de comuna es, precisamente, la mayor fortaleza del grupo.

No quiero comentar mucho más para no chafaros la historia por si os decidís a leerlo. Tiene sus fallos, partes poco verosímiles y un poco —pero no muy grave— de deux ex machina. Y aun con todo os lo recomiendo.

Banda sonora recomendada

Pancarta con el texto «Villanueva, busca trabajo en tus ETT»

Hace ya tiempo que se veía venir otro “recorte” —luego entenderán por qué entrecomillo la palabrita de marras— en los servicios públicos de Castilla y León. Finalmente, la semana pasada más de 300 empleados del ECyL —el servicio público de empleo de Castilla y León— recibieron su carta de despido. A pesar de las reiteradas negativas de la consejería de Economía sólo unos días antes. Para que se hagan una idea de la magnitud del tijeretazo, esos 300 trabajadores constituyen el 25% de la plantilla del ECyL.

De estas 300 personas, 70 llevaban trabajando desde el año 2003 con contrato por obra y servicio. ¡Casi 9 años contratados en fraude de ley! Algo muy rentable a la hora de despedir a esta gente ya que, en lugar de pagarles los 45 días por año trabajado, se les puede despachar con 8 días por año. La “buena” noticia para ellos es que este tipo de fraude implica que, de facto, son trabajadores indefinidos y que, juzgado mediante, tienen ganada la indemnización de mayor cuantía.

Sin embargo, lo más cojonudo del asunto son las razones esgrimidas por la Junta de Castilla y León para el despido: el sueldo de estos empleados venía de partidas presupuestarias estatales que la Junta ha dejado de recibir. Vaya, qué cabrón es el Estado, dirán ustedes. Pues no. Resulta que la Junta tiene prevista una partida de 12 millones de euros destinada a contratar los servicios de agencias privadas de colocación y empresas de trabajo temporal. Esto no va de “recortes”. Esto no va de ahorrar dinero. Esto es, amigos míos, un nuevo ataque a los servicios públicos con el único fin de ponerlos en manos privadas. Los más de 250.000 desempleados de la comunidad son un jugoso bocado al que los tiburones no pueden dejar de hincar el diente.

Es por esto que estos trabajadores —y otros muchos empleados públicos en precario— se han echado esta semana a la calle. Y es por todos ellos y por vosotros mismos que deberíais apoyarles.

Banda sonora recomendada

Primero ponemos lo que nos salga de los huevos en el titular. Cuanto más escandaloso, y más daño haga a la imagen de nuestro muñeco de paja favorito, mejor. Luego ya lo explicaremos en la noticia, si eso…

Captura de Autopista.es

Claro, así no extrañan los comentarios de los lectores que sólo saber leer en negrita.

Banda sonora recomendada