La guerra es un deporte de lucha que, según Terry Pratchett, es como una pelea de borrachos en un bar, en la que, tras los preceptivos insultos y amenazas (sal a la calle y te lo explico, ¿tú y cuántos más?, etc), cada uno de los líderes dispone de un ejército.

La guerra es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Es el más antiguo y el peor de todos los que hemos sacado en esta lista, pero su número de practicantes, voluntarios o forzosos, sigue creciendo.

Ir a la guerra por tu país o tus ideales siempre se consideró una cuestión de honor y valentía, a la que se tenía que ir contento y cantando himnos (y borracho o drogado, aunque eso se suele omitir). Uno de los libros del susodicho Pratchett, “Voto a bríos”, describe perfectamente esa sensación de “euforia prebélica” por ir a pegarse con otros chavales de tu edad sólo porque nuestros mandamases se odian o quieren más territorio a costa del enemigo. En el original, el libro se llama “Jingo”, que es un palabro británico relativo al nacionalismo militarista y expansionista sobre otras naciones, razas o religiones, a las que hay que conquistar porque yo lo valgo (entendiendo ese yo como la patria).

Este expansionismo donde ya no había sitio fue una de las causas de la Primera Guerra Mundial. Una antigua máxima dice “si vis pacem, para bellum”. Sin embargo, en este conflicto se produjo el hecho inverso; todos se preparaban para la guerra tan deprisa que, en lugar de disuasión, el miedo a que los rivales se adelantaran y atacasen por sorpresa precipitó los acontecimientos. Soldados de todos los países, contagiados por la propaganda que vendía una “guerra justa”, estaban seguros de volver a casa por Navidad, tras apalizar al enemigo; pero las trincheras pronto estabilizaron el frente, y aquello se convirtió en una máquina de picar carne de tropa durante más de cuatro años.

Sobre la Segunda Guerra Mundial, muchas veces se nos ha dicho que la cobardía de los líderes occidentales tras las anexiones, por parte de Hitler, de los Sudetes y Austria, fue contraproducente y condujo al ataque a Polonia; tras la cual ya sí que hubo una respuesta valiente. Pero la confianza en sí mismos de los generales también tuvo su parte de culpa. Por un lado, Polonia respondía sin ceder a las bravuconadas alemanas sobre el corredor de Danzig, confiada en la ayuda de Francia e Inglaterra (y alomojó también de la muy antifascista Unión Soviética) y en su propio ejército; ya que según las teorías imperantes desde la antigüedad hasta 1918 (y en el Risk) era necesaria una proporción de fuerzas de 2 a 1 o hasta de 3 a 1 para iniciar un ataque contra el ejército que defiende con posibilidades de éxito. Por otro, Alemania estaba confiada en que estos países se volverían a acobardar; y en caso contrario, estaba segura de vencer. Y tanto Francia como Inglaterra suponían que sus fuerzas combinadas y la Línea Maginot bastarían para derrotar a Alemania. La táctica y la tecnología se encargaron de demostrar que no era tan fácil. El resultado, sí, finalmente fue una victoria aliada; pero para Polonia, que era el “casus belli”, supuso devastación, millones de muertos y pasar a ser un estado títere de la URSS*. Con su honor a salvo y monumentos a los caídos, eso sí. ¿Qué hubiera pasado si se hubiesen achantado ante Hitler? A cojón visto, la valentía polaca salió mal, pero no sabemos dónde se habrían detenido las ganas de Lebensraum del bigotes; y los analistas coinciden en que haber dado más tiempo a los nazis les habría permitido tener más y mejores armas.

Las religiones también han tenido un gran papel en esto de montar guerras, si bien muchas veces era más una excusa para justificarse y motivar a la soldadesca; y el trasfondo real era meramente de poder y territorios para los que mandaban. Eso de que matar infieles está bien pero si te matan ellos a ti irás al cielo es un win-win que nunca falla para convencer a valientes. Pocos se paran a pensar en aquellos ripios…

Vinieron los sarracenos
y nos molieron a palos,
que Dios ayuda a los malos
cuando son más que los buenos.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación, y ójala existieran un infierno, un karma y reencarnaciones en escarabajo para todos los que promueven estas matanzas, empezando por los diminutivos (Putín y Benjamín).

(*) De hecho, Churchill, rendida Alemania, quería continuar la guerra hasta liberar Polonia de las garras soviéticas, y preguntó a sus generales** por la viabilidad de la operación. Le respondieron algo parecido a eso de “No es por no ir…”.
(**) Stalin preguntó a los suyos lo mismo, en este caso, para seguir liberando el resto de Europa*** de las garras capitalistas, con similar respuesta por parte de sus generales terminados en “ov” o “enko”.
(***) Por cierto, al principio de la guerra muchos comunistas franceses estaban en contra de la intervención contra Alemania; pero no por pacifismo, sino porque técnicamente supondría declarar la guerra**** a su amada URSS, aliada de los nazis en ese momento.
(****) Tanto Francia como Inglaterra estuvieron a punto de declarar la guerra también a la URSS, sobre todo tras la invasión de Finlandia, el 30/11/1939. Pero se decidió posponer la cosa, a la espera del “secreto a voces” que sería la traición alemana al pacto Ribbentrop-Molotov.

Hace unos días leía en Mastodon un hilo estupendo de Álvaro Bayón acerca del mito de que hay que limpiar los cauces de los ríos y los bosques. Es de estas cosas que siempre te dan ganas de discutir con los cuñaos, pero para las que te faltan argumentos. Con su permiso, os traigo aquí los suyos, que es biólogo y sabe de lo que habla. Podéis encontrar más artículos interesantes en su blog Curiosa Biología. Este texto se publica bajo una licencia CC BY-NC-SA 4.0. Las imágenes son de Hermanos Peláez, que el otro día se puso a «limpiar el monte» irónicamente. Espero que os guste.

Sobre la vegetación de ribera y su gestión, la evidencia científica es clara: un bosque ripario bien conservado (con sauces, álamos o fresnos nativos) reduce drásticamente el riesgo de crecidas. 

La vegetación del bosque de ribera actúa como amortiguador natural al aumentar la rugosidad del cauce (aumenta el coeficiente de Manning). Las raíces y los troncos reducen la fuerza del agua, disipando hasta un 40 % de su energía. Además, sujetan el suelo, que se mantiene bien estructurado, lo que mejora la infiltración reduciendo la escorrentía fuera del cauce y mitigando los picos de caudal. Sus raíces también estabilizan márgenes, previniendo erosión y colapsos. 

La «limpieza» indiscriminada de cauces genera efectos opuestos a los buscados. Los canales desnudos aumentan la velocidad del agua, no disipan su energía, lo que incrementa su poder destructivo. 

Además, algunas especies invasoras como la caña (𝑨𝒓𝒖𝒏𝒅𝒐 𝒅𝒐𝒏𝒂𝒙) se ven frenadas por la presencia de bosque de ribera pero crecen indiscriminadamente en cauces «limpios», y al romperse durante las avenidas, crean tapones en puentes y obstáculos. 

Finalmente, los suelos desprotegidos pierden capacidad de infiltración y se erosionan con facilidad, lo que aumenta la cantidad de sedimentos en el agua, haciéndola más destructiva, con impactos más significativos (acumulación de lodos) y mayor facilidad para la transmisión de enfermedades. 

La vegetación nativa es la mejor defensa contra inundaciones, mientras que intervenciones inadecuadas agravan el problema.

Ahora vamos con el bosque. 

La idea de que «limpiar el monte» como un completo previene incendios es un mito peligroso. Las pruebas científicas muestran que los bosques con vegetación bien estratificada, con árboles, arbustos y herbáceas en capas y, mejor aún, en mosaico, es decir, formando parches naturales separados por claros, son más resistentes y resilientes ante fuego. 

Esto es por varios motivos. La heterogeneidad vertical y horizontal rompe la continuidad y reduce el riesgo de expansión del fuego, que tiende a autolimitarse. Además, la vegetación abundante y madura reduce la temperatura por evapotranspiración, reducen la fuerza del viento (por el mismo motivo que lo hacían con el agua en la inundación) y aumenta la humedad ambiental bajo el dosel de árboles, tres particularidades que reducen el riesgo de formación de fuego y su severidad.

Un despeje total del sotobosque aumenta la sequedad del suelo y la radiación solar, creando condiciones más inflamables. Además, rompe la estructura que reduce el viento y mantiene la humedad, acelerando la propagación de llamas. La vegetación joven y homogénea es combustible fácil.  

Para mantener los mosaicos horizontales y la estratificación vertical lo mejor es permitir que actúe la fauna silvestre (como ciervos o cabras) o, de no existir, el pastoreo controlado (y no masivo). Estos animales crean discontinuidades naturales en la vegetación. Esto actúa como cortafuegos biológico sin dañar el ecosistema. 

Además las invasoras tienen de nuevo algo que decir. Hay muchas especies que son pirófitas, es decir, que se ven beneficiadas por el incendio y su biología está adaptada a favorecer el fuego. Ejemplo de esto son los eucaliptos. En sus ecosistemas nativos esos incendios suelen actuar como perturbación regeneradora, pero su invasión en ecosistemas no adaptados al fuego puede ser catastrófica. Conviene, pues, eliminar selectivamente estas especies invasoras que arden con una intensidad explosiva.

Así limpiaba, así, así…

Qué manía con limpiar, limpiar, limpiar. Como si los ecosistemas no tuviesen sus propios sistemas.

Leía hace un par de días una noticia en La Gaceta de Salamanca de esas que me saben a néctar y ambrosía: el presidente de una asociación de hosteleros llora amargamente porque «la cosa está mu’ mal» y como cada temporada «van a la ruina». La ruina de la hostelería es como el coche autónomo de Tesla. Se anuncia siempre para el próximo trimestre pero nunca llega…

El caso es que los lamentos habituales —la gente no viene porque tengo que subir los precios, pobre de mí— acerca de que los turistas se gastan poco, me ha recordado una vieja historia de 2004, el mismo año en que nació Halón Disparado. Así que voy a recuperar una imagen que retoqué para aquella ocasión —espero que sepáis disculpar mi poca habilidad para el diseño gráfico, era igual de mala entonces que ahora— y aprovecharé para recordar a los hosteleros que inspiraron la imagen.

En 2004, la Fundación las Edades del Hombre celebró su exposición en la catedral de Ávila bajo el título «Testigos». Por aquel entonces yo era cliente habitual —habrá quien se referiría a mí como «parte de la decoración»— de un local abulense cuyo nombre recordaba a un famoso torero del siglo XIX. Este bar-restaurante tenía una terraza estupenda situada en una zona casi peatonal en aquella época y ofrecía cerveza fría y ricas raciones, que los habituales consumíamos con fruición en dicha terraza. Los precios eran razonables, así que la terraza estaba todas las tarde-noches completa y animada.

Ante la inminente exposición —que era un exitazo de público allá donde se celebraba—, a nuestros queridos hosteleros les hicieron los ojos chiribitas. Entre ellos a los propietarios del garito arriba referido. Empezaron a comentarlo entre ellos y con nosotros, los clientes. «Esto se va a llenar de guiris y hay que hacer negocio», «Vamos a pedirles lo que queramos» y «Nos vamos a forrar», fueron frases que oímos bastantes veces. Y se pusieron manos a la obra: redujeron la «innecesariamente compleja» carta por la vía de eliminar las raciones más asequibles y subieron los precios. El resultado es que los habituales vimos que nuestros euros ya no daban lo mismo de sí y empezamos a emigrar. ¿Y los turistas? Pues los turistas duraron unos meses y luego llegó el invierno y también desaparecieron. Y el local empezó a decaer y acabó chapando al cabo de un tiempo. La imagen ilustra bastante bien, creo, la idea.

Ya os comenté que el retoque no es lo mío, ¿verdad?

La verdad es que entonces me dio un poco de pena todo. Los clientes perdimos un sitio que nos gustaba y los hosteleros perdieron el negocio. En los veintiún años transcurridos me he radicalizado un poco. Ya no me da ninguna pena cuando cierra un bar. Y me deleito con el sabor de las lágrimas de hostelero.

Bola extra: buscando el catálogo de la exposición que he enlazado antes —y que se vende nuevo por la cantidad de euros diecisiete— he encontrado por ahí a un listo que intenta vender un ejemplar, que sabe el Monesvol las vueltas que ha dado, por casi el doble.

Banda sonora recomendada
Loada sea la sagrada barandilla

Después de varios Edificios Singulares, retomamos la senda de Ávila Street Museum, aunque en este caso sería Ávila Stairs Museum… Lo que traemos hoy ante ustedes es el tramo central y único de las escaleras de la Cuesta de Julio Jiménez*. No se trata de una escalera imperial, ni de una escalera santa; pero para los abulenses tiene mucho más valor, porque su barandilla es la misma que usaba Santa Teresa cuando iba paquí o pallí. Así estaba, la pobre. La barandilla, quicir. Oxidada y morroñosa.

Donada a la ciudad por Raimundo de Borgoña en 1102, durante siglos y siglos este agarradero ha facilitado a los abulenses el proceso de ascenso y descenso por esta inestable cuesta; entre ellos, a su habitante más ilustre, fundadora de conventos, señora de los pucheros y doctora de teólogos. La Copatrona, aquejada de artrosis en las rodillas, gustaba de agarrarse a la barandilla, teniendo la otra mano libre para atizar con el bastón a quien osase interponerse en su camino.

Tras haber tenido expuesto para la veneración su cuerpo incorrupto (cof, cof, uhgm), ahora ha tocado a esta Su Sagrada Barandilla pasar por el restaurador. Cada vez más floja, en algunos puntos ya no estaba anclada al suelo; por lo que era cuestión de tiempo que algún transeúnte de avanzada edad, pensando que agarrado al pasamanos circulaba seguro, provocase una torsión y se esnafrase inmisericordemente. La barandilla fue retirada, pero está siendo poco a poco reintegrada a su lugar, protegido mientras tanto por un laberinto de cintas y conos de obra artísticamente dispuestos. Los soportes se han modificado, pero la barandilla es la misma mismita.

Aparte de para los jubilados y prejubilados, la barandilla también ha desempeñado su función en las noches de desenfreno que carcterizan a nuestra ciudad. La propia Cuesta de Julio Jiménez ha llegado a albergar una discoteca, un pub y una hamburguesería; todavía queda abierta la primera, aunque ha cambiado de nombre más veces que Podemos. Más de una vez he contemplado con mis asombrados ojos cómo los últimos de la noche se aferraban a la baranda, en su sopor etílico, tratando de ascender por la cuesta a trompicones, como si estuvieran en el tramo final del Everest.

(*) Julio Jiménez fue un ciclista abulense** de éxito, gran escalador (grimpeur, dicen los gabachos); llegó a ganar el premio de la montaña en el Tour de Francia varias veces, y en el del 67 además quedó segundo en la general. Por eso, en lugar de una calle, se le dedicó UNA CUESTA. ¿Eh? ¿Cómo os quedáis?

(**) Ávila es patria de biciclistas. Recordamos aquí que la mayor hazaña del ciclismo abulense fue la de Agustín Jiménez «El Gafas», en la Subida a Arrate. En un día ventoso y lluvioso se lanzó raudo y veloz hacia la cima, adelantando como una exhalación a todos sus rivales… menos a uno. Tras entrar en meta con el típico gesto de «no ha podido ser» (puñetazo en el manillar) quedóse sorprendido al verse felicitado por todo el mundo: no sólo había ganado, sino que había pulverizado el récord de la prueba. El ciclista que veía delante (remember: «El Gafas», y llovía) y al que no pudo pillar era la moto que abría carrera.

Creative Mode

En Ávila, a pesar de las apariencias, somos modernos para según qué cosas; por eso tenemos todo un edificio (singular y abulense, claro) dedicado al juego de moda entre chiquillos y adultos disfuncionales: Minecraft. Se ubica en la Calle Vallespín, justo enfrente del Palacio de Polentinos (A.K.A. Demia). Los jugadores pueden desplazarse por él, superar pruebas legales e incluso contraer matrimonio entre ellos, como en el SIMS. Al ser un juego tipo sandbox, no hay un objetivo predefinido.

Vista del interior del edificio

Para los que no conozcáis Minecraft, es un juego que combina la construcción y la exploración prospectiva (lo del juez Peinado), aunque su característica «marca de la casa» es el uso de bloques cúbicos* de distintos materiales, que le dan a todo ese aspecto típico de «Exin Castillos» (Lego, para los mu jóvenes). El usuario puede elegir entre distintas estrategias de juego, respetando las reglas y modalidades de cada mundo (supervivencia, aventura, social, contencioso, penal…).

El edificio siempre tiene trajín y a veces hay periodistas a la puerta y todo; por algo Minecraft es el vidriojuego más vendido de la historia. Últimamente, se quejan de que los servidores están colapsados y se han solicitado éstas y otras mejoras.

(*) Todo es cúbico, no sólo las construcciones, también los seres vivos y las personas.

¡Voy a buscar pruebas!

El edificio parece un helao de esos de tres sabores, vainilla, chocolate y nata. Faltan las galletas.

El Archivador Provincial es un edificio construido en varias oleadas y que ha tenido múltiples usos. Su estilo es ecléctico e inverosímil, como pueden ver en la foto que les arrejunto. Lo que se ve a la derecha y arriba de la foto es la espadaña del (convento del) Carmen, que también forma parte de la muralla. El susodicho convento fue uno de los edificios que precedió al Archivador.

El edificio -que es lo que comentamos en este blo- es raro, pero el contraste entre sus añadidos y empalmes tiene cierta originalidad no exenta de valor estético. Por poner algún «pero», las intervenciones en los espacios y en el mobiliario urbano que tiene alrededor (tanto en la Plaza de Concepción Arenal como en la Calle del Marqués de Santo Domingo) muestran un aspecto poco adecuado, desangelado, hostil, cuadriculado, artificial, desprovisto de estilo, descuidado… En resumen, eso que uno lo mira y dice «la de dinero que se han gastao aquí pa dejarlo peor».

Este Archivador conserva, mayormente, papelorios viejos producidos por la Administración (con mayúsculas). Es posible que haya gente que alguna vez vaya a buscar alguno, no digo que no; a veces los historiadores además de admirar pedruscos viejos (como comentamos en el post anterior) también se dedican a hurgar entre documentos que informan de antiguos pleitos, ordenanzas y datos registrales; y así pueden saber de quién eran esos pedruscos o quién los heredó de quién.

Por Javiermes – Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=83456512

Las Tendrías de San Segundo (es su nombre correcto) son una serie de residuos arqueológicos correspondientes a las antiguas instalaciones donde se curtían las pieles y se realizaban otros trabajos que se ubicaron en los arrabales de nuestra ciudad, al lado del río; por la cosa de tener agua. El nombre procede de un malentendido entre un ejperto en Patrimonio y el entonces alcalde. Cuando aparecieron los restos, el munícipe preguntó «¿qué cohone son estas ruinas y que hago con ellas?», y el historiador le contestó: «Las tenerías, las tendrías que mantener», y el alcalde se lió un poco; y como entonces había perras, se hizo una tapia alrededor para la conservación y puesta en valor de este yacimiento.

Sabrán ustedes, por otras entradas de este bló, que cuando alguien reclama «poner en valor» algo, es porque ese algo no suele ser mu’interesante, y el siguiente paso es crear un Centro de Interpretación*. Si leen esta noticia que enlazo, y buscan por su cuenta otras similares, verán los sucesivos intentos de crear algo medianamente visitable en este lugar nunca han llegado a nada positivo. De hecho, la foto que traigo es de la Wiki, del autor que (re)cito, porque el sitio ese normalmente está cerrado. Recuerdo que a Hija y sus secuaces del cole les llevaron en una visita educativa, y lo único tengo que decir es que al menos ninguno se cayó a ningún bujero de esos.

Las relaciones con Patrimonio no siempre han sido fluidas, siempre está el eterno debate sobre qué valor real tienen las cosas viejas que van apareciendo en nuestro subsuelo. Últimamente las cosas no andan bien, y dicen que «el ayuntamiento desobedece«, pero es normal, los historiadores flipan con cada pedrusco que encuentran, excepto cuando Alguien Importante decide que no es necesario flipar tanto**. Otras veces, como cuando aparecieron cosas medievales al hacer unas escaleras mecánicas postmedievales, se decide volverlas a tapar «y aquí no ha pasado nada». Una opción más barata, desde luego.

Otro inconveniente del sitio es que, salvo en los casos como esta primavera de 2025 que nos ha regado con lluvias abundantes, el río Adaja no pasa de ser un arroyuelo maloliente, y no invita al paseo por sus riberas. Creo, sin embargo, que debería usarse esta circunstancia para que la visita sea más inmersiva, recordando a los visitantes que los olores del tintorero lugar en el que se encuentran serían mucho más nauseabundos cuando estaban en activo.

(*) Ávila cuenta con varios Centros de Interpretación de Cosas. Propongo al Ayuntamiento que cree un Centro de Interpretación de Nuestros Centros de Interpretación.

(**) Sobre estos cambios de criterio pueden leer la entrada sobre el Edificio del Mamoneo, de este mismo blog, en la que me consta que el criterio sobre el derribo de los edificios neomudéjares de la Plaza de Santa Teresa, al lado de San Pedro, no fue el mismo cuando lo preguntó un arquitecto del montón (AKA mi cuñao) que cuando lo preguntó el Sr. Moneo. Y vaya si se permitió derribarlos, en pro de la construcción del engendro que ahora tenemos ahí. Y tenemos más casos: el cementerio musulmán, la fábrica de harinas…

Y tan cerrá

Desde tiempos inmemoriales, las gentes de Ávila se han referido al mercado cubierto de nuestra ciudad como «la plaza cerrá», en contrayuxtaposición a las otras plazas donde se celebra(ba)n «mercados abiertos» (al aire libre), como el Mercado Chico, el Mercado Grande, el Mercad(ill)o del Rastro, el Mercado de Ganados, y no olvidemos al más esparramao, el Mercado Medieval. En estos días su nombre cobra más sentido, pues se acaba de emprender la enésima reforma con vistas a yo qué sé qué, dado el éxito de las anteriores; y se encuentra cerrado al público. La plaza cerrá cerrá.

Uno de los problemas que tiene el centro histórico de Ávila es que ya no es el centro; esto es, la desparramación urbanística de la ciudad se ha hecho como la Ventana de Overton en la política: escorándose siempre hacia la derecha (al este, según se mira el mapa). El siguiente problema es que en el centro vive poca gente. Quicir, tampoco es que en el resto de la ciudad estemos hacinados; pero juntando a todos los habitantes de las 33 hectáreas de la zona amurallada, no llenamos ni medio campo de fútbol (el nuestro, el Adolfo, en el Bernabéu cabe Ávila entera y si nos apretamos un poco, también Soria). Con esas premisas se comprende que este mercado sea cada vez un lugar menos atractivo para hacer la compra diaria u semanal. A ver, en general, el comercio abulense anda de capa caída, pero esto del centro está por los suelos, y si se mantienen algunas tiendas es un poco por la fiel y envejecida clientela, unida al magro aporte de algún turista*.

Lo más triste es que el proyecto original de «la plaza de abastos», de finales del XIX nos dejó un edificio modernista precioso, que en nada se parece al actual. Dicho esto, la reforma que yo propongo es que el carril bici y la ZBE se integren DENTRO de la plaza cerrada, para no perder las subvenciones esas, y dejen de incordiar por el exterior.

La cosa va pa largo, en los contenedores hay hueco.

(*) Esposa ha currado casi siempre en tiendas de ropa, y uno de sus taryet de mercado son l@s madrileñ@s que visitan Ávil@ medio en pelotas y se ven sorprendid@s por una bajada imprevista de temperatur@s**.

(**) Un día normal de los de aquí, vamos. Mira que venir a Ávila en agosto sin una rebequita.

Keops, Kefrén y Adoquinos

La arquitectura abulense continúa depravándonos sorpresas. La última ha sido la erección de una pirámide en plena ZBE, en el centro turístico y terracístico. Operarios municipales estaban construyéndola a toda marcha, para ver si la terminamos antes que el circuito de F1 de Madrid. Ya sólo le faltan algunos retoques y la colocación del piramidión en su cúspide. Si tiene éxito entre los turistas es posible que, a imagen de las de Giza, se complete con otras dos y con una esfinge con la efigie del faraón Chusmenofis III.

Como pueden ver, la pirámide es una réplica exacta, a escala 1:100 (maomeno), de las de la IV dinastía. Nuestro compañero y exbloguero Camarada ya está ensayando (y adelgazando) para representar el papel de Astérix en la inauguración teatralizada «Asterix en Egipto» que tendrá lugar proximamente, con el propio Alcade como Obélix, also starring García Almeida (Cleopatra) y Budiño (Numerobis).

Bai de güey, la moda de mover toneladas de terreno para dejar las calzadas (que siguen abiertas al tráfico) al nivel de las aceras, la veo como una construcción más faraónica que las pirámides, y con menos sentido. Quicir, en una calle peatonal puede estar bien, pero en calles que siguen y seguirán abiertas al tráfico (salvo en eventos y fines de semana), mucho trabajo es, y hasta crea situaciones de peligro; como alguna que he visto en la calle San Segundo, cuando turistas y abulenses despistados no tienen claro el límite de la acera, se ponen a andar por la calzada y no se percatan de que llega algún coche silencioso, patinete o ciclista.

Auditorio + Botellonódromo

Después de un Edificio Singular tan galáctico como el CRA, volvemos a la tierra. El SanFran es un lugar donde a veces los jóvenes hacen botellón (sobre todo en verano), y en medio hay un auditorio. La tradición dice que el edificio original fue fundado por el propio Francisco de Asís, a su paso por España, pero sólo lo dice la tradición; los historiadores dicen que es algo posterior; menudos hijos de fruta. El convento fue a más con el paso de los años, y luego a menos (en esa fase estamos). Tras sufrir incendios, saqueos napoleónicos y desamortizaciones mendizabalescas, quedó en la ruina. Después de su declaración como (boli) BIC en 1931, se han ido realizando intervenciones; primero, para que no se terminase de desmoronar*, y luego, para darle algún uso.

El interior de la nave principal conserva la pinta de una iglesia medio gótica, pero está desacralizada. Para su uso actual como auditorio, la intervención consistió en dejarla como estaba; esto es, el público se queda en los asientos de la nave, y quien sea que actúe, interprete, hable o explique se pone en la parte del altar. Dicho esto, si te pones de la mitad hacia atrás, ni ves ni oyes bien; aunque se empleen micros y megafonía. Se ve que los franciscanos**, cuando fueron exclaustrados en 1835, se llevaron también la acústica del templo. Otro inconveniente, sobre todo en invierno, es la temperatura: en el auditorio hace un frío de pelotas, y eso que le han puesto calefacción. La única explicación que dan los cientéficos es que el interior de la iglesia permanece mágicamente anclado en el funesto invierno de 1835; año que pertenece al final del periodo conocido como «pequeña edad de hielo«.

Aparte, en la cabecera se conserva una torre octogonal, alta y preciosa, que ha sido habilitada como auditorio más pequeñito. Se oye mejor, claro; pero al ser la parte más alta de la iglesia, todavía hace más frío.El edificio se completa con parte de lo que fue el claustro del monasterio, aunque está prácticamente reconstruido desde cero, o incluso desde bajo cero. Ahí hay oficinas y un centro de interpretación del botellonismo.

(*) ¿San Andrés? Aquí nadie ha mencionado San Andrés.

(**) No se fueron muy lejos; sino a la iglesia de los Padres Franciscanos. Pero el templo no se llama San Francisco, sino San Antonio de Padua***.

(***) Que no era de Padua, sino de Lisboa. Todo confundido. Por cierto, la torre de esta iglesia de San Antonio salió ardiendo en un incendio ocasionado por un rayo, en 1990. Para mí, que ya van siendo muchas señales de que Ávila no es lugar para franciscanos****.

(****) El primer mártir cristiano ejecutado en Japon (Nagasaki) también salió de aquí.