El tenis de mesa, pinpon, etc (muchas ortografías esiten) es un deporte que consiste en jugar al tenis con raquetas* de juguete y una delicada pelotilla (compuesta de aire al 99%) sobre una mesa como para que cenen 12 o 14 personas. Es un deporte muy extendido en el lejano oriente, países donde una cancha reglamentaria es un despilfarro de espacio y hubo que jibarizar el tenis para poder aumentar el ratio de jugadores/superficie.

El ping-pong es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Más que deporte es un entretenimiento de bar, algo así como el futbolín del tenis. Como juego, sólo requiere un poco más de esfuerzo que la rayuela o el twister; y menos que la comba. Anda ahí-ahí con el hulahop. Aparte, como en este último, los movimientos son repetitivos pero bruscos. Se suele jugar bajo techo, en sótanos, bodegas y antros diversos, ya que como la pelota no pesa una mierda y se desvía a poco airecillo que haya, no es recomendable jugarlo en el exterior. En su favor, diremos que el accidente más frecuente es cuando pisas sin querer la pelota y se espachurra.

Otro problema que afortunadamente ya no existe es que en mi mocedad se solía jugar en salones recreativos donde estaba permitido fumar; al que yo iba estaba en los bajos de una iglesia, junto con futbolines y billares, y la concentración de humo era tal que a veces dificultaba la visión de la pelota. Y si tenías que ir a buscar al gorrilla o encargao (el jefe, en la jerga propia de esos sitios) al bar anexo a los parroquiales salones, ya salías preparado para entrar en la atmósfera de Venus sin traje espacial ni escafandra. Y aquello nos parecía normal, y cuando se prohibió parecía que se iba a acabar el mundo, y al sonar la tercera trompeta los hosteleros serían ahorcados con las tripas de los estanqueros.

Por otra parte, está… el ruido. A ver, EL NOMBRE DEL JUEGO ES UNA PUTA ONOMATOPEYA POR ALGO. Si al pinpón se juega en inframundos es porque estar cerca es fastidioso, con ese tiqui-toc, tiqui-toc, tiqui-toc constante, terminado en el pang-pong-ping…pingping de la pelota cuando cae de la mesa y rebota por el suelo para esconderse, la muy ladina, debajo del mueble más pesado. Ahí si que te puedes lesionar seriamente, al mover el aparador viejo del sótano para sacar la pelotilla que ni con el mango de la escoba.

Por último, el tenis de mesa es el deporte nacional chino. Eso debería bastar como desaconsejación; el pinpón es al deporte lo que la acupuntura es a la medicina; entretiene un rato pero no tiene efectos positivos. De hecho, el tai-chi lo inventaron los chinos que estaban haciendo cola para que les tocase jugar (no hay mesa pa tanto chino) como una manera de desestresarse del ruidillo sin distraer a los jugadores. ¿Y a quién convencieron para jugar? A Forrest Gump.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) También llamadas palas de píngpong, aunque no sé si pasa como en el pádel, que si dices «raqueta de pádel» te miran mal.

No agarres así la sierra o te quedarás como Luke Skywalker, pequeño padawan

«Bricomanía Mal» es un relieve metálico semimorroñoso ubicado en la fachada de la Iglesia de San José Obrero, en la zona sur de nuestra ciudad, cocretamente en la Calle de La Rioja (precisamente, la foto me la manda el Camarada, que es muy aficionado al rioja). Se compone de una figura que porta un serrucho largo (two-man crosscut saw, en inglés), y otra con martillo de acero (stalin molotok, en ruso). Y la clave está en el serrucho…

La figura, como hemos dicho, preside la entrada de esta moderna iglesia, una de las postpostpostmedievales de nuestra ciudad. Y esto tiene que ver con una apropiación cultural, la del 1º de Mayo. Ese día (desde hace más de un siglo) se conmemora el Día Internacional del Trabajo*, prohibido en España ná más aterrizar el caudillo, como Khaleesi, a lomos de su dragon rapide; pero reconvertido nuevamente, en los años 50, en el día del patrón de los obreros («patrón» referido a San José Artesano, no al propietario de los medios de producción) por una iglesia que trataba de acercarse a su proletaria grey**. Esta asunción de un festivo preexistente permitió a los curritos celebrar otra vez el 1º de mayo de modo «legal» (el día del currante estaba acumulado al 18 de julio, día del Jlorioso Calzamiento).

En este periodo, además, las ciudades crecían y se expandían, absorbiendo mano de obra del campo, y se edificaban barrios enteros. Cuando esto tenía cierta planificación, estos barrios solían incluir servicios, como escuelas, parques u -obvio- iglesias. En estos templos se cumple una pauta arquitectónica: a más prespupuesto, más horrorosas. La inspiración de algunos arquitectos dio lugar a verdaderos engendros. Claro, como teníamos un nuevo festivo, era lógico que muchas de estas nuevas iglesias fuesen consagradas a San José Obrero, que además combinaba bastante con los nuevos barrios proletarios de viviendas sociales (las casas baratas***).

La nuestra es bastante modesta, como también lo es la imagen alusiva al santo. Aquí entramos en el terreno de la hipótesis. ¿Alguien ha visto alguna vez agarrar así un serrucho de esos? Evidentemente, NO; te dejarías la mano en el intento. Por ello, mi teoría loca echando patrás el tiempo (como en ese libro de A. Perreteverte, La Tabla de Flanders, en el que se rebobina la partida) es que en algún boceto inicial, además del martillo, asomaba por allí otra herramienta más asible, por ejemplo, una hoz (campesinado y clase obrera unidos, yatúsabeh). Aquello sería convenientemente censurado «¡que pongan otras cosa!» y se pasó a colocar cualquier cosa carpinteril, un serrucho, así de cualquier manera. Taaan de cualquier manera que desde este bló desaconsejamos fervientemente agarrarlo así. En cualquier caso, la obra obrera queda así despojada de toda índole reivindicativa y se convierte en una tierna escena de Bricomanía; de haberse realizado en la actualidad no dudo que hubiera sido algo similar a esto:

Pues se parecía al San José de las imágenes…

Volvamos al presente. Legalizado de nuevo el primero de mayo en la transición como festejo muy y mucho obrero, ahora en este día se desempolvan las pancartas de los sindicatos para hacer una procesión laica cantando rogativas reivindicativas con rima****. Pero aquí en el barrio. ese 1-M. la mocedad se dedica a celebrar la Verbena del Sanjo. Eso sí, pasando tanto de San José como de Karl Marx. Los nuevos ídolos son el botellón y el reguetón. O tempora, o mores.

Enlace al mapa

(*) Conmemora la revuelta de Haymarket, el 1 de mayo de 1886.

(**) No tiene que ver con la «Anatomía de». Grey es una arcaica forma de designar un rebaño o una comunidad de fieles, so millenials.

(***) El franquismo era una dictadura orgullosamente facha pero nada neolibeggal, más bien al contrario: ni el libre mercado ni las privatizaciones formaban parte de su ideología autárquica y paternalista, por más que BOCS se arrime ahora a ese carro. De hecho, muchos servicios y productos tenían precios intervenidos. Pero no inventaron la vivienda social, eso de tratar -con mayor o menor éxito- de construir pisos asequibles y de poner topes a las subidas del precio del alquiler ya estaba legislado antes de Ada Colau y de Franco (la «Ley de Casas Baratas» es de 1911). Pero la especulación urbanística como paradigma constructivo es anterior y posterior y mucho más poderosa.

(****) Por alguna extraña razón, los lemas sindicalistas que se corean en estas manifas deben tener rima, al menos, asonante.

La gimnasia, en sus diferentes modalidades (rítmica, deportiva, etc) consiste en realizar diversos ejercicios de fuerza y habilidad, de manera pretendidamente estética, solo o en compañía de otros, incluyendo -opcionalmente- aparatos de tortura para ayudar a aumentar el sufrimiento o perder el equilibrio. Casi todos lo hemos practicado, por algo «clase de gimnasia» siempre ha sido el sobrenombre de esa asignatura denominada antiguamente «educación física», que supongo que en la programación actual será algo del estilo de «Desarrollo competencial de habilidades psicomotrices no sexistas, individuales o en colectividad armonizada«, en la educación pública; o «El deporte te acerca a Jesús, y el chándal son otros 200 €» en la concertada.

La gimnasia es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Ya sé que no hace falta. Ahora saldrá el máquina, monstruo, crack, fiera, que diga «pues a mí gimnasia era la asignatura que más me gustaba». Claro, a los del sonderkommando se os daba bien saltar el potro o hacer el pino puente; pero los gordos, los torpes y los escuchimizaos sufríamos malamente y nos metíamos unos piñazos de aúpa; encima -en mi caso- en lúgubres sótanos que llamábamos gimnasios porque tenían espalderas en las paredes, y apiñada al fondo estaba toda la parafernalia de las acrobacias gimnásticas. Pero vayamos por partes, porque una cosa es el deporte competitivo, y otra, su aplicación escolar. Y todo esto tiene un principio…

La gimnasia procede de la antigüedad pretérita, formando parte del entrenamiento de los guerreros. Era una actividad para fortalecer el cuerpo que, si atendemos a la etimología de la palabra, debía hacerse en pelotas. Esto derivó en la construcción de gimnasios, lugares en los que ir a ligar con otras personas sudorosas (¿te gustan las pelis de gladiadores?). También derivó (esto es segunda derivada, que sirve para encontrar máximos y mínimos) en la creación de una asignatura para los escolares, la citada clase de gimnasia. Como es lógico, esto implicaba disponer de ese personaje denominado «profe de gimnasia».

¿De dónde salen estos seres? Pues de los sitios más insospechados. Po ehemplo, en la época franqueña hubo una asignatura denominada «Formación del Espíritu Nacional», esto es, Educación para la Ciudadanía Facha. Llegado el fin del régimen, todos esos profes con plaza se quedaron sin asignatura que impartir, y alguien decidió reconvertirlos en profesores de gimnasia. Sin tener ni puta idea de ejercicios, lesiones o calentamientos. Y aquí se abrieron dos vías:

Vía 1, andén 1) Los que se plantearon la gimnasia como una continuación de FEN, y la clase se convirtió en el entrenamiento de futuros caballeros legionarios, onvres que pudieran dar su vida por Dios y por España, al estilo de los griegos que dieron origen al palabro. La formación era paramilitar y primaba la disciplina.

Vía 2, andén 2) Los que decidieron pasar de todo (en cierta manera, fueron los más sensatos), y dejaban a la chavalería trotar o practicar deportes al azahar (fúmbol, básicamente, los niños, y baloncesto o voley las niñas). En Ávila, algunos hasta tuvieron tiempo de volver a la política local.

A ver, la transición fue un poco así, todo el tiempo y en todas partes.

Aparte, claro, te podía tocar un profe de gimnasia de verdad. Esta INÉFica gente solía tener cierta tirria al Deporte Nacional, por lo que además de otras rarezas, cuando la clase se desarrollaba en el interior del gimnasio (bien por las inclemencias meteorológicas, bien por su programación), te ponían a tratar emular a Joaquín Blume o Nadia Comaneci, provocando el pavor entre el alumnado. Llegabas a clase y el o la profe, en función de cómo hubiera dormido, miraba al fondo del gimnasio y elegía la tortura del día: TRAED PACÁ EL TRAMPOLÍN, EL PLINTO Y CUATRO COLCHONETAS, MWAHAHAHAA. Y todo era llanto y crujir de dientes.

Aparte de la asignatura, están los deportes gimnásticos; la gente que decide sacrificar su juventud para practicar alguna modalidad competitiva de gimnasia. Yo no estoy en este caso (bien se ve), pero por avatares de la vida, una temporada conviví en una residencia con chavales que hacían un cursillo de entrenadores de gimnasia deportiva; entablé cierta amistad con ellos y -aparte de llevarles de copas* por Pucela- pude enterarme de varias de sus vicisitudes. Casi todos eran exatletas que acababan de dejar la competición y trataban de continuar ligados a la gimnasia como entrenadores. La mayoría, con secuelas postcompetitivas: lesiones crónicas, desarreglos hormonales, y ese vacío existencial de que de un día para otro no tienes que machacarte como un monje shaolín, puedes comer lo que quieras ¡¡¡BOMBONES!!! y hasta salir con los amigos a desbarrar… lo que se suele traducir en aumento de peso y muchas ganas de recuperar rápidamente el sexo, la droja y el colacao que te habías perdido hasta ese momento.

Pensad en un deporte en el que -ahora eso estaría prohibido- Nadia Comaneci sacó el primer 10 olímpico de las olimpiadas con 14 años. CATORCE. O sea, que con 12 ya sería de la élite en Rumanía, y para eso imaginad cómo le tuvieron que machacar desde muy niña**. Sí, en todos los deportes los chavales empiezan de críos, hay liga alevín y tó eso, pero no es comparable al nivel de exigencia de los gimnastas. Total, pa salir por la tele un rato cada cuatro años y que te ganen las de siempre.

Entonces, los que lo petaban eran -como Nadia- los gimnastas del telón de acero (sin asterisquillo, los millenials, lo buscáis). Yo siempre había pensado que la puntuación de la gimnasia era subjetiva, como lo de Eurovisión; y resulta que no pero luego que sí. Mexplico: una de las asignaturas que tenían los entrenadorandos era la de ser jueces, aprender a puntuar. Alguna vez tuve ocasión de presenciar cómo era la parte práctica. Les ponían en el salón de TV de la resi un campeonato, mostraban el ejercicio de un gimnasta, paraban el vídeo, y tenían que valorar. Y para mi sorpresa, todos los alumnos daban casi la misma puntuación, con un margen de error mínimo. Y me lo explicaban: «A ver, el salto es un Chimichurri con triple mortal carpado y doble de queso, nota de partida 9.85, se le han saltado dos muelas al caer, que penalizan 0.20 cada una, así que máximo 9.45; ha terminado dolorida pero con una sonrisa… Venga, 9.40«. Algún 9.35.

Y entonces daban palante el vídeo, salían las notas, y tenía un 9.90. Y la ticher explicaba la cosa:

-A ver, lo vuestro está bien, pero ésta era Katerina Esmitokaya, la campeona rusa…

-¡Pero si la búlgara Vayaloba lo ha hecho mejor y le han dado un 9.80!

-Sí, pero estamos en Budapest, el tío abuelo de Esmitokaya (el coronel Boris), es el agregado cultural de la delegación soviética en Hungría… you know.

Aparte de la tortura del potro, las paralelas o las anillas, existe otra variedad de gimnasia, la de los aros, pelotitas y cintas; que es un poco menos exigente en cuanto a fuerza física pero, a cambio, el asunto del malabarismo incrementa la dificultad y -sobre todo en las competiciones por equipos, que hay que coordinarse- termina siendo tan machacante como la otra. Mi sobrina fue de éstas, quedaron campeonas de CyL, y justo antes de ir con su equipo al campeonato de España se lesionó, y lo dejó. Porque luego en estos deportes se te pasa el arroz en seguida y ya tenía la espalda hecha un ocho y no tenía ganas de seguir con el machaque, la pobre.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) Lo de ir a una disconeta con este grupo, por otra parte, era divertido, porque claro, bailaban de cine, y con un par de copas, se animaban a recordar sus habilidades. Recuerdo una chica que estaba bailando sola y medio zombie e hizo un salto mortal en el sitio, con un sólo paso a modo de carrerilla, de tal manera que pasó rozando la coleta por el suelo; volvió a caer de pie y siguió bailando como si tal cosa.

(**) En la época del telón de acero, lo de las niñas gimnastas tuvo que ser horrible. Aparte de abusos sexuales, les metían todo tipo de doping y hormonas para limitar la menstruación y el crecimiento; y algunas han denunciado embarazos y abortos forzados.

NOTA POST-ASTERISQUILLOS: En general, si en este blog desaconsejamos el deporte competitivo y advertimos de que el deporte profesional es malísmio para la salud, lo del machacar a los críos con el deporte (fuera de lo que es aprender y divertirse) debería ser delito.

…eres la camarera de mi amor, sí señor

Después de nuestra excursión por el carril-bici, volvemos al arte figurativo. Camarera Morroñosa es una escultura situada en el interior de un espacio exterior de un conocido local de restauración de Ávila, en la (ya mencionada en este bló) Calle de la Muerte y la Vida o de La Cruz Vieja. La camarera atiende a los comensales que desean tomarse algo en este agradable y postmedieval lugar, adosado también a las murallas por el lado de dentro; aunque eso de cuál es el lado de dentro o de fuera de un recinto situado en un plano nos lo podría discutir cualquier experto en topología o en tocapelotología euclídea.

Como suele suceder, aunque haga funciones de maitre, la camarera tiene un contrato de auxiliar de camarero, y trabaja a jornada completa. Quizá por eso se ha declarado en huelga y se limita a mirar con desdén a cuantos entramos en el local, teniendo que esperar a ser atendidos por otro camarero o por los gorriones que revolotean entre las mesas para ver si cazan los restos del aperitivo del cliente anterior. Yo ya he ido varias veces preguntando por una reserva, y lo más que he conseguido ha sido un silencio administrativo.

Creo que la camarera se llama Elvira, o algo así me han informado. El comité de designaciones y metonimias del Á.S.M. ha dudado sobre si procedía su inclusión es este insigne museo, y tras una serie de deliberaciones, se ha llegado al acuerdo de aceptarla como parte del proceso de expansión del museo a nuevas salas; ya que está en un espacio al aire libre y saluda a los paseantes que transitan por la citada calle peatonal (sobre todo a los que entran a tomarse una caña y un pincho de oreja).

El esquí comenzó por la necesidad de desplazarse por lugares nevados. Probablemente, a algún pastor de renos se le ocurrió atarse un par de tablas a las botas para poder caminar sobre la nieve sin hundirse hasta los cohones. Pronto se descubriría que era posible deslizarse sobre la nieve; y de ahí a decirle a otro «a que te gano bajando por esta ladera» sólo había un paso. Nunca sabremos quién fue el primero que se esnafró esquiando, pero está seguro que tuvo su gracia (los piñazos de esquiadores son una tragicomedia breve), y a la gente le dio por continuar con la idea, mejorando la tecnología para poder calzarse unas ostias como panes.

El esquí es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Cuando no sabes, lo anti-intuitivo de mantener el equilibrio sobre las tablas (tiendes a erguirte y echarte patrás; y justo es al contrario) hace que te caigas de las maneras más tontas (malo es que se te crucen las tablas; peor, que se separen). Pero cuando sabes es peor, porque te confías; te pones a bajar por laderas más empinadas, aumentas la velocidad de descenso y tarde o temprano te estampas.

A todos nos gustan los toboganes y la sensación de velocidad, pero tenemos que entender que bajar por la pendiente de una montaña calzado con esos chismes no es seguro. Y cuando eres un crío tiene un pase porque pesas poco y eres de goma; pero alcanzada cierta edad los piñazos son de los de ir directamente a hacerte una resonancia. Y lo sabéis; en cuanto aprendemos, el problema es que siempre hay que intentar ir por las pistas que están un poquito por encima de nuestro nivel*. Puta manía, cuando podrías disfrutar bajando por una ladera suave. Y claro, llega el piñazo.

Aparte, el esquí es -como el golf- un deporte pijo e invasivo para el medio ambiente; se desarrolla convirtiendo las cumbres de las montañas en una especie de centro comercial con cintas transportadoras; porque claro, la parte trabajosa (subir la ladera) te la ahorran montándote en (o siendo arrastrado por) chismes. Y si no hay suficiente nieve, pues gastamos agua y energía para fabricar más. Una cosa buena -dentro de lo malo que es el cambio climático- es que en España, si la cosa sigue así, el esquí tiene los días contados; pronto la falta de nieve hará inviable la práctica de este chorrideporte.

Existen otras variedades de esquí, algunas consisten en caminar por la nieve como si fueras a hacer un recao (esquí de fondo o de travesía), y luego para los más locos está lo de tirarse por «fuera de pistas», contrisquemás peligroso mejor; que ya sabéis que todos los deportes (hasta el mus) tienen una variedad «extrema» pa que los más tontos puedan ganar un premio Darwin. Ah, y eso que veíamos por la tele el día uno de enero con la resaca, lo de saltar por un trampolín a ver quién llega más lejos… Ésta ni os la desaconsejo porque con asomaros a lo alto de esa rampa y mirar pabajo sería suficiente para preferir meterse a portero de hockey.

Por todo lo dicho, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) Las pistas de esquí tienen un sistema de codificación de la peligrosidad basado en colorinchis, como los cinturones de karate, la bandera LGTBI y todo eso.

Ávila Street Museum al cuadrado.

Estimados todos: En el hispano día de hoy llega ante ustedes la octava maravilla del mundo, el sancta sanctórum, el sursum corda, el in dubio pro reo… y así seguiríamos hasta el fin de los tiempos, cuando el universo se disperse a su máxima entropía con todas las estrellas apagadas por falta de mantenimiento. He aquí (redoble de tambores) El nuevo ¡¡¡ CARRIIIIIIL BICI !!! La sublimación del Ávila Street Museum.

Europa entera nos debería estar agradecida a los abulenses y avileñas, pues sin duda este carril bici va a eliminar casi todo el CO2 de la atmósfera, va a regenerar la capa de ozono y Greta Thunberg tendrá que apuntarse a masterchef pa tener algo que hacer. Tendrían que volver a rodar El Mago de Oz cambiando el camino de baldosas amarillas por nuestro carril bici, fijársus lo que os digo.

A ver, que me vengo arriba y no termino de explicar este monumento. Los que no conozcáis nuestra ciudad estaréis pensando que exagero, que vaya chorrada, que hasta en mi pueblo hay un carril bici o una vía verde o un sendero luminoso. Pero no es como el nuestro, no. El carril bici de Ávila es algo digno de ver, aunque no vayan por él las bicis. Bueno, es que no van. Ni puta falta que hace. NO ESTA HECHO PARA MANCILLARLO CON VUESTRAS MONTAINBÁIS DEL DÉCALON, COÑOYA.

El carril bici sorprende a los peatones, putea a los conductores, y no es útil si vas en bici (puedes chocar con alguno de los dos colectivos anteriores o incluso esnafrarte en soledad). Su trazado no responde a ninguna lógica; en su mayoría discurre paralelo a una avenida con cuatro carriles y vías de servicio por la que normalmente convivían sin dificultad vehículos de dos, cuatro y más ruedas*. Lo que se ha hecho es como una yinkana o un escaperrún conceptuales. ESTO SÍ QUE ES ARTE URBANO Y NO LA MIERDA DE LOS GRAFITIS.

Si the Ghost of Chusmas Yet To Come pudiera venir a visitarnos, nos diría, como a Mr. Scrooge, que hemos sido unos ingratos criticando e infrautilizando esta marabiya que discurre por nuestras calles, zigzagueando, ora por las aceras, ora por la calzada. A veces tiene base propia y está asfaltado en rojo, pero otras va indicado con un simple brochazo sobre el material preexistente, impresionista e impresionante a la vez. En ocasiones va delimitado con chirimbolos a los lados; y hay sitios en los aparece y desaparece como un Guadiana ciclable. También parece que ha fastidiando la salida de sus aparcamientos a unos vecinos, la gente protesta por cualquier cosa. A tiempo estamos de enmendar.

Mi humilde contribución a este portento (aparte de las fotos, al final) no puede ser otra que dedicarle un soneto (son gratis, si alguien quiere que le perpetre otro, y bien se ve que no uso IA):

No tendremos subsedes de museos
pero sí carril verde sostenible.
Llegó Chus, la concordia fue posible:
“pago yo, con los fondos europeos”.

Para hacer realidad estos deseos
concibió un laberinto inconcebible
que atraviesa, tozudo e impasible
por aceras, rotondas y paseos.

Desde San Nicolás a Las Hervencias
critican el carril y su trazado
políticos de todas las tendencias.

Mejor que hubieran antes preguntado
al gremio del pedal sus preferencias:
ningún ciclista ves pasar montado.

(*) Excepto a mi hermano, que un coche le atropelló en la prolongación de esa calle, yendo él con la bici, siendo los dos únicos vehículos que en esos momentos circulaban por allí; y sin dar positivo por alcohol ninguno de los implicados (bueno, mi hermano tenía el hematocrito por encima de 50, dice que por causas naturales).

Vamos con la documentación gráfica, hoy al final.

Me como la acera y cuento 20
Había sitio, pero mejor fastidiar el carril de la derecha haciendo una chicane
¡Jefe! ¿Y ahora? Tú tira palante con el bote pintura
Bifurcación
Primera usuaria del carril

El surf es un deporte que consiste en tratar de deslizarse (mode La Más Grande ON) COMOOOO UNA OLA subido a una especie de tabla de planchar sin patas. Para ello es necesario estar en el mar (ya vamos mal) y que haya oleaje de mar rizada o incluso marejadilla o marejada (peor). Como sucede con otras americanadas, las películas y series de tv yanquis lo han popularizado, explotando la imagen del/a surfero/a cachas y guapetón/a que vive unas eternas vacaciones de sol/a y playa/o. No se dejen engañar… y recuerden nuestra opinión: los deportes playeros son al deporte lo que King Africa es a la música.

El surf es un deporte que desde esta bitácora desaconsejamos. Más que deporte, es una secta de pseudohippies (con dinero, eso sí) que coloniza determinados litorales nacionales y extranjeros; formando comunidades de individuos que hacen ostentación de su modo de vida hedonista y pretendidamente ecologista: la furgoneta de Scooby Doo, make love not war, música californiana, chill out, puestas de sol, que rule… Ah, y al resto de bañistas (los muggles o como nos llamen) nos desprecian. Los ataques de tiburones -sienten predilección por ellos- son demasiado escasos para lo que se merece esta gente.

El surf puede considerarse deporte pero por los pelos, lo he podido comprobar en persona. Lo trabajoso, realmente, es coger la tabla y alejarte de la orilla, soportando el oleaje y las corrientes y esquivando a los demás surferos. Ahí ya esperas la ola. Luego ya viene la parte menos trabajosa pero más difícil, que es ponerte de pie sobre la tabla. He visto perretes que lo hacen mejor que yo. De hecho, mi estilo es parecido al de cuando fui a ayudar a mi cuñao a poner pladur en el techo de su casa, sólo que aquí vas con el tablón debajo. A partir de ahí, revolcones, tragar agua, chocarte con gente, se te escapa la tabla, te embarrancas… un sindiós.

Los surferos repetitivos llevan -sobre todo en aguas frescas- un disfraz de marsopa que les permite reconocerse entre el resto del gentío. También se reconocen haciendo determinadas señas con las manitas. Y luego, por la noche, se reúnen para aparearse en los locales de su ambiente y toman cosas de surferos hablando en idioma de surferos.

Aunque claro, en todo hay clases. Los surferos de alta surfeación se caracterizan por intentar cabalgar olas de mar gruesa, muy gruesa o arbolada. Creo que todo viene del día en el que un hawaiano se libró de un tsunami haciendo surf, y de que los humanos siempre queremos tener la más grande de lo que sea. Para complacer a esta gente hay lugares especiales en el mundo, donde la orografía del mar y las corrientes forman olas enormes y la gente se mata por competir, pero en el sentido literal; el deporte extremo tiene estas cosas.

Luego, existen variantes del surf (esas sí que no las he practicao, ni siquera la más moñas, esa del paddle-surf*). Poniéndole una vela a la tabla, o una especie de parapente-cometa, o a saber qué otra cosa pueden haber inventao estos jipis cuando les sube el canuto…

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) He jugao al pádel y he hecho intentado hacer surf, pero creo que no cuenta.

La pared de piedra que está detrás es en honor a Gertrudis Piedra

El monumental y morroñoso letrero denominado «Una plaza es una plaza es una plaza» se encuentra en la entrada sur del Mercado de Abastos (o Plaza Cerrá como decíamos antes), un edificio dedicado a albergar puestos de mercado que antaño conoció mejores tiempos y que varias veces (estamos en la enésima reforma) se ha tratado de rehabilitar (de las drogas, supongo), según se cita en un cartel. Los locales tenemos poca confianza.

El título de la obra hace referencia al aforismo de Gertrude Stein («Una rosa es una rosa es una rosa») que aquí conocimos por una canción de Mecano, pero una escasez puntual de fierro morroñoso provocó el cambio. Y la pinta que tiene es que la canción de Mecano con la que finalmente tendrá cierto paralelismo será «Maquillaje». Hay quien dice que a rose by any other name would smell as sweet, que el nombre no importa, y lo cierto es que este mercado no se consigue ser un mercado ni poniéndolo en letras gordas en un letrero. El edificio sigue sin convencerse de que lo es; por más lavados de cara que se le den.

Mientras que en otras ciudades estos «mercados centrales», que se ubicaban muchas veces en edificios modernistas de lo más chulo (como fue éste), han recuperado su valor, a veces manteniendo su uso, incluyendo otras veces (o reconvertidos en) lugares de ocio, tapeo y cerveceo, nuestra Plaza Cerrá ha ido decayendo paulatinamente desde los años 80. Con la apertura de supermercados y el cambio de hábitos se fueron cerrando puestos de venta y últimamente quedaban pocos en funcionamiento. Se ha invertido mucho dinero en reformar el edificio, mejorar su accesibilidad y demás, pero es complicado atraer vendedores y clientes desde (casi) cero.

Además, en las fotos muy antiguas (1920) el «Mercado cubierto» lucía más bonito con sus arcos metálicos; poco a poco fue perdiendo la jermosura, a la vez que el centro (el interior de la muralla) perdía habitantes en favor de los nuevos barrios. Yo creo que esto tiene poco arreglo; espero equivocarme. Quicir, como siempre hago en este bló, pero esta vez para bien. Ni notas al pie con asterisquillos voy a poner.

El béisbol o baseball, un deporte born in the USA, es una especie de juego infantil (estilo el bote bolero o el aturgao), en el que el equipo que defiende lanza una pelota (a mala leche ma non troppo), mientras que el atizador que ataca tiene que golpearla con un palo, y -si atina- salir corriendo por un circuito cuadrado donde hay varias «casas» (creo que los chavales de ahora dicen «uve») que sirven de refugio para que no te pillen los del equipo contrario que han de recoger la pelota impactada.

El béisbol es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Cuando lo ves en las películas parece un desenfreno, pero en realidad, los jugadores están casi todo el rato parados (en el sentido español del término) esperando que les toque hacer algo. De vez en cuando vas a lo de atizar con el bate a la pelota; y esto -aparte de ser malísmio pa la espalda- no es fácil, si lo quieres atizar con la contundencia requerida. Luego te toca correr un poquín, y hale, parado otra vez. Se acaba tu entrada y al rincón de pensar.

Es un poco lo del golf, el poquísimo ejercicio que haces es insano. Aparte de que, como cabe esperar en un deporte con palos y pelotas, te puedes llevar más de un golpe. Y luego están los traumas infantiles, de todos esos niños que jugaban el partido en el cole y el padre no pudo ir a ver cómo bateaba porque ese día tenía que salvar América de los extraterrestres comunistas mutantes, y al niño le hacía tanta ilusión que se le aparece Santa Claus y le convence de que lo importante es ser tú mismo.

Este juego procede de otro parecido, de origen británico, el críquet (aún más parecido al bote bolero) que nunca he practicado y que afortunadamente es casi desconocido en España. Y es casi desconocido a pesar de tener muchos más seguidores e el mundo que el béisbol… porque es una especie de deporte nacional en sitios como India y Pakistán. ¿Por qué a todos nos suena el béisbol? Porque en los USA es uno de los deportes más importantes, y como vimos en el párrafo anterior, nos lo meten hasta en la sopa en las películas. Así, los niños de hoy saben los que es un jonrán pero no quiénes fueron Blas de Lezo o Marcial Dorado. Como diría Unamuno, que jueguen ellos.

Y lo peor de todo, enigüei, es que uno de sus elementos, el bate de béisbol, se ha convertido en el arma del macarra por antonomasia, para hacerse el machote y agredir a los que piensan o sienten diferente, junto con eso que llaman «puño americano». Inmortalizado en películas como «La naranja mecánica», es el preferido por los amantes de la ultraviolencia ultra.

Como muestra de lo malo que es, una breve anécdota (mode Abuelo Cebolleta ON). En un partido informal de beisbol (jugado con los de mi clase en el parque/bosque de El Soto* con una pelota de tenis y una rama de fresno), me tocaba batear. A pesar de mi inutilidad, antes del 3º strike conseguí atizar a la pelota, por lo que solté el improvisado bate y salí corriendo hacia la primera base. Como no veía que cogieran la pelota, continué a la 2ª, y al pasarla y volver a girar ya más de cara hacia el punto de bateo vi que el partido estaba interrumpido y se estaba atendiendo a un jugador tendido en el suelo. Era uno de mi equipo que se había sentado -insensato- un par de metros detrás de mí, mientras yo fallaba los dos primeros lanzamientos, y al que había alcanzado en toa la cresta al lanzar el bate hacia atrás para salir corriendo, con el efecto acción-reacción que ello supone. No se presentaron cargos contra mí, puesto que se admitió mi alegación de que antes de atizarla había avisado que no se pusiera nadie detrás**. Lo siento mucho, Rafa, no volverá a ocurrir.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) Sí, el día de fin de curso, con lo que ello conlleva.

(**) Por la cosa de la informalidad y la ausencia de elementos protectores, habíamos prescindido de la figura del catcher, ese señor agachao que se pone detrás del que lanza y le hace señas como en el mus.

Ni un Larreta sin su errata

En el 2008, ya con la crisis del ladrillo cogiendo velocidad, había que hacer un homenaje a un escritor exconocido, Enrique Larreta, argentino pero vinculado a nuestra ciudad. Probablemente esto tuvo que ser algo más imponente, de fierro morroñoso y con rotonda alrededor, pero el estallido de la burbuja descartó esos excesos y nos tuvimos que conformar con un soneto del insigne escritor grabado en una sencilla placa de granito. No hubo dinero ni para rectificar la errata del último verso. La placa se ubica, como no podía ser de otra manera, en la calle de la Vida y la Muerte (o de la criz vieja), que ya ha aparecido varias veces en estas páginas y también en este soneto de don Enrique.

¿Por qué este argentino escribió no sólo un soneto, sino su obra más famosa (La gloria de Don Ramiro), ambientada en Ávila? Pues esto tiene que ver con la fluctuante historia de aquel país, que a pesar de tener poco más de dos siglos, ha dado muchas vueltas. Al principio, cuando los españoles de allí guerrearon por su independencia con los españoles de aquí, renegaron de todo lo español de aquí para poder definirse como argentinos aquí y allí. Llegó un periodo de exaltación de los pueblos prehispanos, y hasta llegaron a adoptar modas gabachas por distinguirse de nosotros. Manda huevos.

Pero según avanzaba el siglo XIX sucedieron varias cosas. A diferencia de otros países americanos, que conservan muchos rasgos culturales anteriores a la conquista, en Argentina -como en EEUU*- todo lo nativo fue barrido para ganar terrenos para el ganado. No tenían mucho de lo que sentirse orgullosos. Luego, la llegada de inmigrantes de una Europa empobrecida (especialmente italianos, pero había de todo) comenzó a crear una amalgama cultural que transformó hasta el idioma, que evolucionó -especialmente en los barrios obreros y marginales- hasta conformar cosas como el ininteligible lunfardo, que es la base de lo que hablan ahora; o de esa manera de lanzar improperios, DENME MAYÚSCULAS MÁS GRANDES, que en Argentina ha alcanzado cotas jloriosas.

Pero, como reacción. los argentinos cultos y de clase alta pronto buscaron crear una identidad refugio, algo propio a lo que agarrarse y considerar plenamente argentino. Y aquí se acordaron de que eran españoles de allí. Entonces se lanzaron a una pirueta mental que no deja de tener su gracia: decidieron que ¡ellosh eran muy españolesh y mucho españolesh! Y no sólo eso: eran los españoles que lo habían hecho bien, echando a los borbones y proclamando una república próspera (entonces lo era, algo de razón tenían). Y -junto con otros países de allí- dedicieron que iban a escribir la mejor literatura en castellano; de ese movimiento sale gente como Rubén Darío ¡¡¡que también vivió en un pueblecito de Ávila!!! (Navalsauz).

El momento fue tal que así

En esta búsqueda modernista de raíces donde aparece el señor Larreta. Agarra la pluma, se pone a escribir y decide ambientar su mejor obra en el momento cumbre de la historia argentina: ÁVILA POSTMEDIEVAL. Efectivamente, en el siglo XVI, Ávila no sólo muestra todas las esencias de Esp-p-paña, sino que además es próspera y tiene gente interesante y que escribe defrutamadre. Es lo que pudo ser y no fue; pasado ese momento todo se va al garete en España, y en Ávila todavía más abajo del garete. La gloria de Don Ramiro** es un tostón que pueden leer por la curiosidad de ver cómo un argentino de hace cien años veía a la Ávila de hace quinientos (ojo, que el joío se documenta, y lo del ambiente lo logra). Hubo hasta un intento de hacer una ópera con el argumento, pero no cuajó. No nos quedaba más narices que hacerle un homenaje; pobre hombre.

Enlace al mapa

(*) En las guerras de independencia norteamericana, muchas tribus indias lucharon con los británicos; no iban desencaminados en pensar que en eso de proclamar libertad y derechos humanos, los nativos no iban en el lote. En Argentina el episiodio es menos conocido (no rodaron películas ignominias como «La conquista del Oeste») pero igual de masacrante.

(**) Don Ramiro es tan abulense que vive y mora en el Torreón de los Guzmanes, sede actual de la Diputación Provincial de la Provincia; conformándose en antepasado literario de Chusma o Topamí.