Homenajillo u homenajete

Ya estamos en septiembre, creo, momento ideal para presentarles un monumento grandioso que muchos abulenses desconocen, y otros, sencillamente, no saben que existe. Se trata de la placa-pedrolo-homenaje al Jardín del Padre Liquete, una demostración de que en Ávila sabemos cómo deslizar espacios de pleitesía donde no los hay, como el andén 9 y 3/4 de la estación de King’s Cross o como el Art. 47 de la Constitución Española (redactado en el bar del Parador de Gredos frente a varios cubatas).

El Jardín del Padre Liquete es un pequeño espacio verde (0’042 Bernabéus, aprox.) ubicado al final de la calle Jesús del Gran Poder, según se llega a la Plaza de Granada, detrás de un aparcamiento en batería, al lado de la Escuela de Artes (y por tanto, del monumento al Pino Puente). Doy estas indicaciones porque no viene en el Gúguel Maps; es un poco como el Paseo de Rodriguez Almeida. Hay rotondas con más hierba que este «jardín» (sus prometo que es lo que se ve en la foto, y un poco de hierba más por cada lado), y no se les pone nombr… ah, que me dicen por el pinganillo que pronto veremos rotondas con nombre.

Desconozco los merecimientos conseguidos por D. Isaac Liquete en su periplo por Vietnam o en su priorazgo en el Real Monasterio de Santo Tomás (que está en la misma plaza) para obtener tan magra dedicatoria: una placa cutre y moderna, pegada en un hito postmedieval, reciclao de a saber dónde (efecto contraste, yin y yan, mar y montaña…), y en un cacho de césped que ya existía desde tiempos postmedievales sin necesidad de tener nombre. Les ha faltao poner la placa mirando para el lado contrario a la acera, y ya sería un homenaje tipo escape room, que tienes que seguir las pistas para encontrarlo.

pituficasa

Como han podido comprobar los seguidores de este bló, en el Ávila Road Museum tenemos engendros rotondiles de todo tipo, pero el que les mostramos a continuación es especialmente horroroso. Con el título «Qué ven mis hojos», destaca altivo en la entrada de la Carretera de El Escorial/Avenida de los Hornos Caleros, poco después de pasar el mucho más poético «Muerte entre las flores«, recién publicado. Se trata de un chisme metálico de color azul, de una altura considerable, que parece mostrar la silueta de unas ¿casas? extrañamente estiradas en vertical.

Le he buscado explicación al chisme, y no la encuentro, pero el harte habstrazto es asín. Por esta vez, creo que si hubiese sido un fistro de fierro morroñoso cantaría menos, pero el azul pitufo que tiene (menos en las partes donde la corrosión empieza a notarse) lo hace más llamativo y provoca mayor incredulidad en peatones, conductores y acompañantes.

Podría decirse que ni siquiera cumple la función de visibilizar la rotonda para evitar comérsela, porque la impresión que provoca es tal que el conductor se queda mirando el chisme, hipnotizado como Mowgli ante Kaa, y fácilmente puede empotrarse en el seto o en otro vehículo. Me gustaría «Delenda est cacharro», pero admito que la función de las rotondas es contener cosas como éstas, y por tanto, nada puedo hacer sino admirar su horripilancia. Es como el síndrome de Stendhal pero al revés.

Hace unos días me encontré en el muro de Facebook de un amigo una foto de la fachada de un bazar chino con un cartel bastante facha. La foto en cuestión era esta:

El presunto bazar chino facha
Imagen del bazar chino facha vista en Facebook

Como la imagen es bastante chocante —vamos a obviar el extraño razonamiento del redactor del cartel, por el cual esto es España gracias a su amor, similar a la forma de razonar de nuestro amigo el del aloe vera— me puse a buscar el sitio en Google Maps y Street View y, efectivamente, el sitio existe y está en Aranda de Duero.

El Super Bazar Asia en Street View

Pero, claro, la pregunta te surge. ¿Han plantado los propietarios de un bazar ese engendro en su fachada o eso ya estaba ahí? Buscando por imágenes acabé encontrando que hay en Aranda una empresa de transportes con una nave muy, muy similar a la del bazar y, caramba, con el mismo rótulo en ella.

—¿Qué haces, Hernando?
—Cosas.
—¿Cosas fachas?
—¡Sí, Peter, cosas fachas!

Está bastante claro, entonces, que el bello afiche no debe ser cosas de los chinos. Pero, para acabar de cerciorarme, vuelvo a Street View y retrocedo en el tiempo, que es una herramienta maravillosa. Y la sospecha se confirma: el cartel llegó antes que el bazar.

La nave del Super Bazar Asia en 2019

¿Habrán dejado los chinos el cartel a propósito porque están de acuerdo con él o como estrategia de mercadotecnia? ¿Querrán hacerse pasar por españoles y muy españoles? ¿Les habrá colado el propietario como condición en contrato de alquiler que el cartel se quedaba ahí? Preguntas, preguntas…

Banda sonora recomendada

que vivan las caenas, que vivan

El Ávila Street Museum tiene de todo. El monumento que hoy les mostramos se titula «Vivan las caenas», y nos recuerda la famosa frase dedicada al rey Fernando VII, con motivo de su restauración como rey absoluto gracias a los Cien Mil Hijos de p[censored] de San Luis. El chirimbolo se ubica en el Paseo de San Roque, en su ajardinado sector occidental.

El monumento, además del señor encadenado, tiene debajo un bujero alusivo a que hubo que pasar por el aro y aceptar a Fernandito el Deseado como señor todopoderoso, volviendo al postmedievalismo. A los que tenemos cierta edad también nos recuerda esa regla no escrita de «pasar por debajo del futbolín» cuando te dejaban a cero en el marcador, se ve que el autor no ha dejado nada al azar. Y detrás tiene un muro de piedra, que serviría como tapia de prisión o muro de Berlín. Elvira es un crack, lo puedo decir ahora que mi hija ya terminó sus estudios en el insti y no se considera servil peloteo.

A pesar de estar encadenado, el metálico señor mantiene la digna pose de Torrijos ante el pelotón de fusilamiento, cuando su padre lo llevó a conocer el hie…coño, que me confundo de cuento.


Don Claudio

Ávila es tierra de cantos y de santos, dijo uno, y se quedó tan oreao. Pero en Ávila también tenemos inventores, entre ellos está Claudio, el inventor del albornoz; esa prenda que puede servir lo mismo como toalla que como bata pa cuando hace frío. Se ubica en la Plaza que la ciudad dedicó a este insigne personaje. Disculpen el encuadre de de la foto, pero así se puede admirar el templo que está detrás, que no es otro que la iglesia de Santa María la Antigua (que formó parte de un convento benedictino y ha sido muy reformada; de hecho, la puerta es de lo más antiguo que queda de Santa María la Antigua).

Claudio es, pues, el responsable de esa prenda anfibia que en los catálogos de moda siempre aparece con un o una modelo de buen ver, que lleva solamente esa pieza, y que muestra semiabierta de un modo insinuante y erótico. No es de extrañar que Claudio, como responsable de un ropaje tan sicalíptico y pecaminoso, fuese rechazado por el nacionalcatolicismo del anterior régimen, así que hubo que esperar al fin de ese periodo postmedieval para que se le pudiera erigir la escultura que se merecía.

El escultor muestra a Claudio en su senectud, mirando condescendiente al viandante a través de sus gafas de pasta. Claudio ya tenía en mente la idea de la batamanta (la evolución natural del albornoz), pero falleció antes de poder registrar la patente. Tras un largo exilio, regresó a Ávila en 1983. Craso error, no duró ni un año. Al no disponer de panteón de hombres ilustres, lo enterraron en el claustro de la catedral.

Se me olvidaba, el link al mapa, en Terra Mística.

Miller’s crossing

Volvemos a la carretera, a lo que hoy podríamos llamar el Ávila Road Movie Museum; porque la rotonda de hoy está dedicada a una jran película de los hermanos Coen, «Muerte entre las flores» (en versión horiginal, Miller’s Crossing, cruce que bien podría ser otra rotonda junto a un molino). Y es que en Ávila semos muy cinefílicos. Y tenemos rotondas para dar y tomar.

El monumento se ubica en una de las numerosas rotondas de la Calle Hornos Caleros; antiguamente Avda 18 de Julio; también conocida como carretera CL-505 encontrisque se va alejando de la ciudad, y M-505 encontrisque se mete en la Comunidad de Madrid, por esas cosas de las competencias. O Ávila-Las Rozas, o Carretera de El Escorial o «la de Rivilla*», son otras de sus denominaciones. No sé si os he liao.

Vamos al monumento, que me estoy yendo por las ramas. Como ustedes saben, Muerte entre las flores es una peli de gánsteres ambientada en una ciudad que nunca se nombra (bien podría ser la nuestra), y en la que la violencia de sus imágenes se transforma, gracias a la portentosa fotografía de los Coen, en otra cosa. No sé cuál, coño, que no soy crítico de cine; vedla y me decís.

Lo mismo pasa con esta rotonda, que vista desde aquí parece algo, el punto de mira de un arma entre las flores. Pero vista desde el otro lao, oh hamijos, se puede decir que es patrimonio de la humanidad. Ved la rotonda y dadle unas vueltas, si no me creéis. Hasta podéis pasear por ella, como John Turturro, desmadejado y abatido, por el otoñal bosque en el que suplica por su vida.

(*) Rivilla no es un pueblo. Bueno, sí, hay un pueblo que se llama Rivilla, pero no viene al caso. Rivilla fue un jugador abulense del At. Madrid, integrante también de la selección campeona de Europa en 1964 frente a la URSS (Rusia, en la narración del NODO) por 1 a 0, gol de su compañero Marcelino. Y tuvo un negocio en esa calle.

Estimados todos: nos honramos en ofrecer a vuesas mercedes la herramienta definitiva para turistear por Ávila, lejos de las rutas tradicionales y masificadas. El Mapa de Terra Mística, en el que podrá disfrutar de todas nuestras atracciones, a pie o a caballo. A partir de ahora iremos incluyendo todas las hovras de harte en este mapa. Incluso pueden aplicar el algoritmo de Dijkstra para encontrar el camino idóneo entre todos los chirimbolos.

Arrinconao

El Rincón de Pensar es un homenaje estatuario con retranca, no me cabe ninguna duda. En la misma plaza de La Santa donde hace unos días les explicamos a ustedes el monumento a Santa Teresa y su Registro de Fitosanitarios, se ubica una figura arrinconada, junto a los arcos ciegos del convento de los Padres Carmelitas Descalzos. La figura parece mirar con envidia a la mucho más fotografiada estatua sedente de Teresa, junto a la que no es raro ver a niños sentados mientras sus padres tratan -infructuosamente- de que miren a la cámara y no cometan ningún vandalismo con la figura. Y entonces les amenazan: «como te portes mal, te castigo como a aquel señor», lo que suele causar efecto.

El busto que citamos es bastante postmedieval, desde luego; por suerte no está elaborado con fierro morroñoso, por la dificultad que entraña moldear ese producto infame. Desconocemos si representa a alguien real o imaginario, pero algo habrá hecho pa que lo castigasen así. Nuestra investigación ha sido infructuosa, pero tenemos claro que al menos intervienen 3 personas:

1) El encargador. Alguien, en un momento, decide que la persona homenajeada se merece una estatua. Estas cosas son caras, así que se ve que en su momento había interés, presupuesto y ganas de agradar a los votantes.

2) El escultor. Para nuestra teoría, es el menos importante. Nos basta saber que un bien día se presentó un transportista con el paquete en una mano* y la factura en la otra.

3) El colocador. En Ávila creo que no existe Concejalía de Colocaciones (aunque tengo conocidos que trabajan en el Ayuntamiento y que sólo han podido conseguir el puesto mediante ese sistema). El caso es que alguien abrió la caja y vio asomar el oscuro busto entre pelotillas de poliexpan. Y aquí mi teoría se divide en dos:

¿Antes tenía los brazos en cruz?

3.1) Al Colocador no le caía bien el personaje. O, súbitamente, no le parecería precisamente un santo. Y lo castigó al rincón de pensar.

3.2) Al Colocador no se le ocurría qué hacer con aquel personaje. Y se produjo un embarazoso momento de «No lo voy a tirar a la basura, que esto ha costao su dinero y seguro que alguien se ofende… Coño, yoquesé, ponedla donde se vea pero que no estorbe».

Por cualquiera de las dos vías se llega al mismo resultado. Y aquí estoy seguro de que en primer lugar se pensó en la Plaza de Santa Teresa, bajo el Torreón del Homenaje, en el rincón donde están Isabel, Teresa y el Pack Descuento; pero claro, esa zona está un poco saturada. Así que se eligió este otro rincón, en el que no me negarán que es la ubicación más cutre de todas las hasta ahora vistas en el Ávila Street Museum, aunque sin alcanzar el nivel de sordidez del Homenaje frente a la iglesia de Las Gordillas.

(*): Me refiero al paquete conteniendo la estatua, no a una pose como la de Javier Bardem en «Huevos de Oro».

Camino de la Legua o Legua del Camino.

Por ser hoy mi cumpleaños, el Ávila Road Museum trae una entrada especial (no me apetecía trabajar mucho). La primera que no se ubica en una rotonda, porque entonces no existían; pero sí es un icono muy carreteril. Se trata de un leguario, que se ubica en el antiguo camino a Madrid (actualmente, carretera de Ávila a El Espinar, denominada AV-500 en su sector abulense, y SG-500 en el sector segoviano, que está lleno de baches y sin arreglar porque los muy envidiosos no quieren que nos ahorremos la autopista de peaje).

Como pueden observar, la distancia entre Ávila y Madrid es de 19 leguas, que en la época postmedieval se tardaba dos o tres jornadas en recorrer; actualmente en tren puede que se tarde un poco más, sobre todo si intentas sacar los billetes en la web de Renfe.

El leguario ha sido merecidamente restaurado, y pueden comprobar que es más bonito que los chirimbolos de las rotondas de ahora.

León torpe

Ávila es una caja de sopresas. Y paseando por ella, el viandante (aparte de tropezar con una losa mal puesta) puede contemplar cosas insólitas. Más allá de la puerta Tannhäuser, digo de El Rastro, nos podemos encontrar con una estatua dedicada al león torpe. En todas partes se ponen efigies de leones: a las puertas del Congreso de los Diputados, tirando del carro de La Cibeles, rodeando la Catedral de Ávila… Son leones rampantes, hermosos; representan a los reyes de la selva, al monstruo de Nemea, a la esfinge, al Seat León Turbo Road Runner Special When Lit… Pero ninguno como éste.

El león que tenemos en la entrada al jardín de El Rastro es, claramente, un león torpe. Colocado al lado de una figura con forma de torre de ajedrez, este león es como yo cuando en gimnasia me mandaban trepar por la cuerda: se ha quedado abajo, tratando de no rozar el suelo (lo que supondría la descalificación) y buscando la manera de que la gravedad negativa (esa fuerza oscura que en algún lugar del Universo aún espera a ser descubierta) le impulse hacia arriba.

La pieza fue construida en época postmedieval, y por ello luce en granito brillante. Sin duda, el escultor ha querido reflejar la perdida nobleza de Ávila, que llegó a ser una de las ciudades más importantes de Castilla y sede de la corte en tiempos de los Reyes Católicos, y ahora es un mega-restaurante temático donde los madrileños vienen a jartarse de chuletón y a pasear en el Murallito.